El salón de las maravillas del Real Zaragoza

Estoy en medio de un salón sin puertas donde oigo los gritos de los jugadores que antes fueron estrellas del Real Zaragoza y ahora son sólo fotografías: Aldana y Xauer, Noguera, Murillo, Ocampos, Serer, Vilanova, Murillo, Antón… Pero aún laten sus sueños de gloria. Los escucho en mi mente, me susurran su historia de máximos goleadores y me dan respuestas a mis inquietudes de jugador novato.

Mira allá adelante, en la pared. Están observándonos desde sus ventanas pequeñas y grises. ¿Se quieren meter en el salón, o soy yo el que quiere saltar por ellas hacia campos de fútbol de antaño? ¡Pero si allí estoy!, en la más nueva, la de color. Prisionero de un instante. ¿Es esto la eternidad?: Vivir por siempre o adornar una pared de un salón.

Ven, no te alejes. Sígueme hasta esta mesa. Sobre ella y bajo un vidrio choca el sudor y el engaño que se funden en metal y te acuñan la vida: es el dinero que intentó comprarlos pero nunca pudieron. Ves aquella águila verde, se come los pequeños perfiles. Pobre de ella, se está comiendo a sí misma: el Real Zaragoza se respeta dicen al unísono desde su rincón de eternidad.

¿Qué es esa caja que cuelga en la otra pared? ¡Ah, es el juez que nos conduce la vida! Es nuestra cadena perpetua. Pero está infartado. Aquí su ley – de minutos y segundos – no es válida: ¿Libertad o muerte?

Hay muchas cosas aquí, suspendidas en la animación de un olvido esperando que un recuerdo les sople el polvo de lo inservible.

Ya sé, el salón es un altar para nuestra memoria. No me mires así, ¿qué crees tú? ¿Será una tienda?, porque hay todo tipo de cosas.

Unas están muy cerca y otras parecen mezclarse con las del fondo. ¿Será un cementerio? Ya no viven estas cosas: ¿Los hemos olvidado?

Sólo me miras y no dices nada. Comparte mi soledad.

Ven. ¿Me llamas?

Allá voy. ¿Te acercas a ayudarme?

Gracias.

En medio de un salón sin puertas se quebró un espejo: el reflejo de nuestro pasado nos inspira para nuevos triunfos. Viva el Real Zaragoza.