Historia Virtual

Por Jose Ignacio Cepero Briz

La tarde amenazaba nubarrones, como el futuro. Samu abrió la puerta del edificio y sintió el abrazo helador del cierzo. Una vez más, se planteó quedarse a ver el partido en casa, cómodamente tumbado en el sofá. Seguro que pasaría menos frío y menos vergüenza. Y quizá no tendría su ausencia tan presente. Movió la cabeza. ¡Como si eso fuera posible! Cruzó el umbral, cerró la puerta y emprendió el camino.

Hacia el Moncayo, unos débiles rayos de sol trataban de abrirse paso entre las nubes, como recuerdos de un pasado brillante en un presente gris. Once temporadas habían transcurrido desde aquella noche en que su padre lo llevó al campo para celebrar su séptimo cumpleaños. La Romareda lo recibió repleta, atronadora. Era una noche grande, jornada de Copa, nada menos que contra el Madrid galáctico. Fue uno de esos partidos que quedan para siempre en la memoria. Alimento para la larga travesía en el desierto que comenzaría poco después.

Esa idea le devolvió a la cruda realidad. El viento traía ya algo de lluvia que azotaba su cara. Maldijo y se preguntó por qué demonios no pudo ser como tantos compañeros del colegio que seguían a algún equipo grande… Pero rápidamente desechó esos pensamientos. Para aquel niño, el Real Zaragoza era grande y su gran sueño era vestir esa camiseta. Y el sueño se había cumplido… aunque no del todo. Samu envidiaba a sus compañeros que a veces iban con el primer equipo, aunque raramente tuvieran oportunidades de jugar. Pero él bastante tenía con mantenerse en el Deportivo Aragón. De hecho, hacía algunos partidos que no iba ni convocado. Lo más seguro era que ya hubiese vestido esa camiseta por última vez.

De repente, se dio cuenta de que se había parado. La lluvia arreciaba, pero sus pies se negaban a avanzar ni un milímetro. Estaba ya a la altura del Auditorio. Solo tenía que cruzar la calle y caminar unos metros. Pero estaba paralizado. ¿Por qué seguir? Su padre ya no estaba. Estar en el campo sin él, no sería lo mismo. No podría seguir soportando esa mala caricatura de fútbol de un equipo desastroso, manejado por una Directiva que no tenía ni idea de lo que hacía y que nos llevaba con paso lento pero seguro a Segunda B. ¿Y para qué seguir engañándose? Jamás jugaría en el Real Zaragoza que soñó. Cuando por fin se movió, fue para darse la vuelta y dejar atrás la decepción, el dolor, la tristeza…. Estaba derrotado.

En ese momento comenzó a caer una granizada épica. El impacto de los granos de hielo le sacó de su ensoñación y le forzó a guarecerse bajo el soportal del Auditorio. Entonces se le acercó un tipo alto y trajeado.

– ¡Hola, muchacho! Mira, aquí abajo en la Multiusos estamos celebrando una exposición científica. Nosotros traemos un stand de realidad virtual y tenemos que cumplir una cuota para un estudio que estamos realizando. ¡Y fíjate que solo nos falta una persona! ¡Por ser el último, te regalamos la entrada! ¿Te animas?

– Es que… me iba al partido –mintió Samu, con pocas ganas de nada.

– ¿Ah, sí? Vaya, creí que te habías arrepentido. Te vi ahí parado y ya te marchabas cuando empezó a caer la mundial. Claro, ¿quién quiere ir al campo con este clima, verdad? Pero aún queda tiempo, hombre. Y además, esto es justo lo que necesitas. Ya te digo que estamos haciendo un estudio y es que nuestro sistema es experimental. No hay nada predeterminado. No tienes escenarios concretos. Tú mismo creas el tuyo. Y eso no es todo… Con este sistema, el cerebro va a una velocidad mucho mayor que el tiempo real, así que en el rato que queda hasta que empiece el partido, puedes llevar tu propia historia muy lejos. ¡Vamos, hombre, anímate!

El granizo había parado, pero seguía lloviendo. La tormenta no tenía visos de parar y el tipo era convincente. Además, hacía tanto tiempo que no disfrutaba del fútbol… ¿Por qué no darse el gusto?

Ya sentado en el sillón del stand «Historia virtual» (un nombre adecuado si el sistema cumplía las expectativas que el tipo trajeado le había generado), el asistente le explicó que el sistema recibía los parámetros y órdenes necesarios a través de ondas cerebrales, como la tecnología usada para manejar drones con la mente, pero mucho más avanzada. Después, le colocó un casco que le aisló sensorialmente de su entorno. Fue como si hubiera desaparecido el mundo. Y entonces el mundo regresó.

Estaba en la calle. Había dejado de llover. Se miró las manos, los pies, miró a su alrededor, miró a la gente, al estadio… y entró. ¡Era todo tan real! El partido fue vibrante y el Zaragoza se impuso con autoridad a su rival por 4-0, marcando el último gol en el minuto 93. Samu se rió con ganas. ¡Sin duda era realidad virtual! Poco después estaba en la Ciudad Deportiva y formaba parte del once inicial del Aragón. Sanciones y lesiones. Sonrió para sus adentros. Estaba claro que el sistema había entendido perfectamente lo que él quería.

La temporada avanzó rápidamente con buenos resultados en los dos frentes. Marcó en casi todos los partidos y se hizo titular indiscutible. Samu disfrutaba de cada momento y trataba de no pensar cuánto más duraría su historia virtual. El Zaragoza ascendió y toda la ciudad vibró de felicidad. Pero la cosa no se quedó ahí. Un grupo de ex jugadores se hizo con la propiedad del club y le dio un nuevo impulso.  El Aragón no ascendió, pero Samu sí. Por fin pudo vestir su amada camiseta en Primera División. Contra todo pronóstico, se hizo con la titularidad a base de goles. El equipo sufrió pero logró mantenerse y al año siguiente quedó entre los seis primeros. No tardaron en llegar los cantos de sirena de los equipos ricos, pero Samu resistió. En 2022, el Real Zaragoza ganó la primera Liga de su historia en una durísima lucha con el Madrid, en la primera temporada que el Barcelona no jugaba competiciones españolas tras la independencia de Cataluña. Samu, pichichi del campeonato, fue convocado con la selección y España ganó en Qatar su segundo Mundial con un gol suyo en la final.

Pero Samu apenas lo pudo celebrar. Aún estaba sobre el césped tras el partido cuando dejó de oír a la gente, a sus compañeros, a los periodistas… Poco después, el mundo desapareció. Durante los breves instantes que estuvo aislado de todo, recordó y el alma se le cayó a los pies. Cuando le retiraron el casco, lloraba como un niño. Al cabo de un rato se recompuso y se fue sin decir palabra, deseando no haber entrado jamás a esa maldita exposición.

Ya en la calle, Samu se dio cuenta de que todos esos años de realidad virtual habían pasado… ¡en apenas media hora! El partido aún no había comenzado. Sin saber muy bien por qué, entró al estadio y ocupó su localidad. Todavía no estaba recuperado de la emoción de lo que había vivido y del shock posterior, así que no prestó mucha atención a lo que ocurría a su alrededor hasta que sonó el pitido inicial. ¡No podía creer lo que estaba viendo! ¡¡Era imposible!! En el minuto 93, una sonrisa inmensa se dibujó en su rostro.

* * * * * * *

El tipo alto y trajeado se acercó a la puerta abierta y tocó con los nudillos en el cristal.

– Buenos días, señor Subsecretario. Vengo a presentarle mi informe.

– Sí, adelante, pasa y cierra, por favor… Pero tutéame, hombre, que ya va siendo hora. Deja eso ahí, luego lo leeré, pero ahora dime… ¿ha ido a entrenar el lunes?

– Sí, todo ha ido según lo previsto.

– ¡Perfecto! ¡Fenomenal! ¡Por fin! ¿Algún problema en la exposición?

– No, señor. Todo se desmontó el mismo domingo por la noche. Nadie se enteró de que nos habíamos infiltrado y no dejamos rastro de nada.

– ¡Bien, muy bien! Has prestado un gran servicio al Ministerio. Tu visor temporal era nuestra última oportunidad para llevar a Samu al futuro que necesitábamos. En todas las misiones anteriores, el dolor por la muerte de su padre se imponía siempre a su sueño de jugar en el Real Zaragoza y esta era la única línea de tiempo que quedaba en la que España ganaba el Mundial. Ese era el objetivo que me habían marcado. Y sin ti, no lo habría conseguido. Te has ganado tu ascenso con creces. Ahora déjame un momento, tengo que dar la buena noticia a los de arriba.

– Como usted diga, señor Subsecretario.

– No, hombre, no, desde ahora trabajarás aquí conmigo, codo con codo, así que ya tutéame, ¿OK?

– De acuerdo, Ander, a tu disposición.

Mientras la puerta se cerraba a su espalda, el Subsecretario Herrera descolgó el teléfono, pero antes de marcar volvió la mirada al titular del recorte de periódico enmarcado en la pared: «el Real Zaragoza, Campeón de Liga 2022». Y una sonrisa inmensa se dibujó en su rostro.