Something Stupid

Por Jaime Oriz Almansa

Guaaauuu, qué canción más bonita, qué melodía… esos son mis sentimientos que rondan por mi cabeza mientras oigo “Something stupid”, la canción a dúo de Frank y Nancy Sinatra, padre e hija. Me gusta tanto como al hermano loco y gay de los Kray, esos gangsters del London Swimming de los 60´, que interpretó Tom Hardy en “Legend”. A Ronnie Kray le inspiraba el sonido pegadizo de la canción, tanto como a mí, pero a diferencia del salvaje Ronnie, de gangster tengo la nada. Me estoy vistiendo convenientemente para una ocasión especial, escuchando esa canción y preparándome para una cita con una chica que conocí en una de esas “apepés” de ligoteo. Llevamos tecleando desde hace un par de meses y ya la he visto en varias fotos, y ella a mí, claro. Tengo que reconocer que ni me gusta ni me disgusta, pero eso de salir por la noche los fines de semana sin otro objetivo que colocarse y ligar es muy cansado y las nuevas tecnologías te ahorran esfuerzo físico, mental e incluso económico.

No pensaba quedar tan pronto con ella, sinceramente. Mi principal interés con esa cita era estar fuera de circulación, desinteresarme por lo que podría estar realizando el Real Zaragoza en Girona esa misma tarde. Acabé tan cabreado tras el partido del miércoles en La Romareda, con ese humillante 0-3 final, que decidí olvidarme del play off, de la temporada y del fútbol, pero como es algo que no sé hacer en mi casa, con tantos dispositivos para conocer cuál es el resultado de mi equipo, decidí buscar una alternativa distinta y, quién sabe, más provechosa.

Antes de irme de casa y recién empezado el partido, recibí un molesto aviso de mi grupo de Whatsapp de mis amigos futboleros, con un alegre “GOOOL”, que luego resultó ser un penalty que marcó William José. De camino hacía la cafetería en la que me había citado con esa chica me enteré, de nuevo por Whatsapp, del segundo gol también de WJ. Con lo tranquilo que acudía a esa cita y lo nervioso que me estaba poniendo…

A la cafetería llegué el primero y mientras esperaba, me entero del tercer gol de Cabrera. Por cierto, me aseguré cuando acordamos el lugar de encuentro, que no hubiese televisión y sonase una música suavecita, para que estuviese más acorde con la naturaleza del momento. Cuando apareció la chica, que se había arreglado bastante, ya era un manojo de nervios y no acertaba a decir las palabras justas para cada momento. Ella notó mi situación y me dijo de tomar algún refresco. Pensé “está el partido en el descanso, voy a relajarme”. Durante esos minutos de asueto en Girona aún pude mantener la compostura y emitir algún sonido consecuente por mi boca; una conversación relativamente ágil que incluso a ella le hizo ver que podía ser un tipo interesante.

Todo eso se disipó con el comienzo de la segunda parte. Mis nervios eran evidentes y ella no hacía más que preguntarme: ¿qué te pasa?, ¿tienes algún problema?. Entre tanto el smartphone que tenía metido en el bolsillo derecho del pantalón sonaba constantemente con la vibración del Whatsapp, puesto que el grupo de mis amigos estaba “on fire”, mandando mensajes de fuerza telúrica sobre la machada de nuestro equipo. Era normal que a ella no le gustase la escasa predisposición a la conversación que estaba teniendo, y más cuando en los momentos de máximo agobio, me puse a mirar disimuladamente los mensajes de mis amigos.

Mis palabras más habituales en la conversación eran los “eeehhhhh, que te iba a decir” “pues, eeeehhhh, me alegro mucho de conocerte” y obviedades sin cuento similares. Y cuando ya me dí cuenta que no había escogido el día adecuado para la cita fue cuando Fernández metió el cuarto gol y puso a nuestro equipo en la siguiente y definitiva ronda del play off de ascenso. Solté un “GOOOOOOOOL”, que se oyó en la cafetería silenciosa. La chica, muy educada, se alegró también por el gol, y prefirió dejarme sólo con mis cosas del fútbol, diciéndome un “creo que es mejor que nos sigamos hablando online y luego ya veremos”, a lo que le contesté, “yeah, bien”. Mi mente sólo estaba para lo que ocurría en Girona y cuando salí de la cafetería busqué el primer bar con televisión y que emitía el partido para acabar de verlo y sufrir junto a otros zaragocistas.

Huelga decir que no volví a ver a la chica, ella no tenía mucho interés en volver a verme, y lo entiendo perfectamente. Seguro que encontrará a otro tipo más agradable y sobre todo que no esté sometido a la dictadura de su amor por el Real Zaragoza, que fue, es y será siempre un equipo “something stupid”.