Real Zaragoza 1 – 2 CD Numancia | Crónica

Real Zaragoza 1 – 2 CD Numancia | Crónica

Te pido una verdad, solo una

A la salida del corner un relámpago me heló la mirada. No sé bien si fue la memoria, que ya se me hace larga, o los caminos empedrados que nos ha obligado a transitar la Historia, pero cuando aquel balón salió de las botas de Íñigo Pérez morí. Supe que algo terrible iba a suceder. Y no miré. Y sucedió. De nuevo la guadaña segó la esperanza de miles y miles de almas blanquillas que, incrédulas, se desplomaron sobre los cristales rotos de la miseria.

El partido de ayer fue la derrota de la cobardía, primero, y del infortunio después. Ya nos temblaron las piernas cuando conocimos los cuatro cambios que Natxo había introducido en la alineación. Incompresibles e incomprendidos. Natxo, el entrenador que desde que abandonó aquellos infinitos bailes de jugadores de la primera vuelta había encontrado el camino fértil, ayer volvió a sus orígenes. Dejó en el banquillo a Delmás, el Comprometido; a Verdasca, el Fuego; a Ros, el Eléctrico y a Pombo, el Imprevisible. Transformó el equipo que le había hecho un buen trabajo y modificó su planteamiento. Y fracasó.

Por lo menos en la primera parte. El Numancia vino a complicarle la vida al Zaragoza construyendo un edificio inextricable que enredó al centro del campo local. Lo asfixió y ahogó cualquier acción clarividente que pudiera proponer. La ausencia de Verdasca fue un problema, pues la salida de balón no era nítida en los pies de Grippo y González y Eguaras braceaba contra la corriente anulado por un bosque de jugadores rojillos. En el centro del campo Zapater andaba muy pendiente de proteger a Benito, con lo que cada vez que el catalán corría la banda, el capitán restaba cubriendo su hueco, algo que dejaba al equipo en inferioridad a la hora de atacar. Esto lo notaron mucho Toquero y, sobre todo, Borja y Papu, que no recibieron ni un balón favorable. El Numancia, mientras tanto,  buscaba el contacto, provocaba encontronazos y presionaba con furia cada acción zaragocista y así era imposible liberar la máquina de hacer fútbol que ha sido el Zaragoza esta segunda vuelta.

El equipo soriano se adueñó de la línea de tres cuartos y dispuso de dos buenas ocasiones de gol. La primera, un chut de Nacho que dio en el poste, y la segunda un cabezazo de Higinio que rozó la portería de Cristian. Malas noticias que se contrarrestaron con fláccidas respuestas por parte de los de Natxo. Tan solo anotamos un cabezazo de Zapater en el minuto 45 que Aitor detuvo sin problemas.

Las sensaciones de la afición, incansable durante todo el partido, no eran muy favorables. Los comentarios en el descanso apuntaban a que era necesario reaccionar, cambiar la dinámica en una situación de altísima tensión. Todos sabíamos que un gol te mandaba de nuevo al averno o te abría las puertas del cielo. Y algo ocurrió en la caseta porque los aragoneses salieron al césped con otra disposición y otra actitud. Nada más empezar, Zapater se quedó solo ante Aitor tras recibir un pase de Borja, pero lo inesperado de la acción le impidió elegir bien y marró el remate. Y pocos minutos después Toquero estuvo a punto de rematar un centro de, otra vez, Borja que no alcanzó a completar por centímetros. El equipo nos transmitía hambre y aliento.

Pero hubo más. Mucho más. En el minuto 55 Papu se quedó solo ante el portero y no acertó a convertir un gol que ya se cantaba. Y en el 60 de nuevo un mano a mano, esta vez a cargo de Borja, que también erró. Y la jugada subsiguiente llevó el balón a Papu que, solo ante el portero y con todo a favor, echó el baló fuera.

Y todavía más. En el minuto 62 fue el delantero más querido por el zaragocismo de los últimos tiempos el que falló incomprensiblemente tras regatera a Aitor. No había manos suficientes para frotarnos los ojos. No cabía más incredulidad bajo las bóvedas de la Basílica. Pero sí cabía la injusticia. Como siempre ocurre en este deporte miserable y amado, cuando se yerra se paga. La primera vez que el Numancia se asomó a los dominios de Cristian fue para hacer gol. Un chut imparable de Íñigo Pérez perforó la red de la portería Norte después de un rechace inverosímil de un compañero. No podía ser. El Zaragoza había dispuesto de seis ocasiones, seis, y no había culminado ninguna. El Numancia había tenido una y la había coronado.

Aún quedaba tiempo para, por lo menos, equilibrar el match. Al Zaragoza le quedaban argumentos pero, sobre todo, le quedaba la palabra y el apoyo de una afición indesmayable que empujó con la furia de la desesperación. Y dispuso de una nueva ocasión. De nuevo Papu, tras chut de Pombo, que había sustituido a Toquero, no cerró el gol a tres metros de la portería. Increíble. Inasumible. Por eso, cuando en el 79 Borja remató un centro de Lasure y Mikel arrastró el balón hasta el fondo de la red, la Romareda explosionó. Se había conseguido el empate y el zaragocismo se instaló en la cúpula del trueno. Quedaban diez minutos. Quedaba vida. ¿Quedaba vida?

Los seguidores blanquillos ya hemos aprendido que esta es la era del fuego eterno, la de las ánimas consumiéndose en la caldera de la inmundicia. Por eso esos minutos fueron terribles. Aterrorizada y temerosa de Dios, la hinchada zaragocista contaba cada segundo suplicándole al destino que, por una vez, fuera clemente con el escudo del león. Era de justicia. Era. Pero no fue. Una vez más, no fue.

Era el minuto 90, cuando ya casi se abría la puerta de la prórroga, cuando ya nos aprestábamos a insuflar el aliento que no tenían a nuestros muchachos. En ese mismo instante, un jugador mediocre que aquí no nos dio nada; un jugador que forma parte de la nómina de mercenarios deshilachados que han ensuciado la historia del equipo de león, cabeceó inmisericordemente un balón aéreo y le partió el alma a la mejor afición del mundo. No era agua lo que alfombraba el césped de la Basílica; eran lágrimas zaragocistas que ayudaban a escribir otra desdichada página en esta historia que nos fractura el corazón. Era el llanto de una ciudad, de un pueblo injustamente golpeado por el infortunio.

El Real Zaragoza cayó y con él hemos caído todos. Dicen que toca levantarse. Lo haremos. Como siempre. Pero déjennos los triunfadores, los que se perfuman cada día con las esencias del éxito, que lloremos nuestra desgracia. Hoy no es un día para viejos ni para jóvenes. Dejémoslo en paz. Mañana será el día de empezar a escribir un nuevo relato. Mañana, de nuevo, volveremos a caminar sobre las aguas para hacer posible lo imposible.

Ficha técnica

Real Zaragoza:
Cristian Álvarez, Benito, Mikel González, Grippo, Lasure, Eguaras, Zapater, Febas (Buff, min. 83′), Papu, Toquero (Pombo, min. 62) y Borja Iglesias.

CD Numancia:
Aitor Fernández, Markel, Carlos Gutiérrez, Elgezebal, Saúl, Escassi, Íñigo Pérez, Diamanka, Unai Medina (Nacho, min. 7), Marc Mateu (Pere Milla, min. 80) e Higinio (Guillermo, min. 60).

Goles:
0-1, min. 63; Íñigo Pérez. 1-1, min. 80; Borja Iglesias. 1-2, min. 90′ Diamanka.

Árbitro:
Cordero Vega. (Colegio cántabro). Amonestó a Escassi (38′), Elgezabal (39′), Mikel (71′), Zapater (81′), Grippo (91′).

Incidencias:
Partido de vuelta de la primera eliminatoria de la fase de promoción, con 29.699 espectadores, en La Romareda.

Puntuaciones

Cristian: 3. Nada pudo hacer en los goles.
Benito: 2. No aportó en la primera parte aunque mejoró en la segunda ofensivamente.
González: 3. Estuvo seguro, pero las segundas jugadas le pudieron. Goleó.
Grippo: 3. Trabajó bien y luchó con brío.
Lasure: 4. Aunque empezó tímido, la segunda parte completó un buen partido.
Eguaras: 1. Anulado, su aportación fue muy pobre.
Zapater: 4. El gran capitán. La segunda parte interpretó muy bien el partido.
Febas: 2. Lo taparon muy bien en la primera parte aunque en la segunda se activó.
Papu: 2. Fue de menos a más, pero falló dos goles cantados.
Toquero: 2. Corrió y corrió, pero no inquietó a sus defensas.
Borja: 5. Extraordinario. Trabajó lo indecible y aunque falló un gol dio cuatro asistencias magníficas.
Pombo: 2. Tuvo destellos, pero no acabó de centrarse.
Buff: S. C.

por arrúa 10 (Real Zaragoza, Aire Azul)
@japbello

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