Tiempo de necrófagos | De 5 en 5

Es delicado el momento en que me estreno en esta sección y, en general, en las colaboraciones con Aúpazaragoza.com. En términos deportivos, la situación es peliaguda, por supuesto –el sufrimiento forma parte de nuestro genoma, pese a que muchos equipos históricamente mejor posicionados se empeñen en arrogarse este dudoso honor– pero el tema que copa la mayor parte de las discusiones se orienta hacia el palco, hacia el futuro (o ausencia de futuro) de la entidad. Las quinielas sobre hipotéticos compradores han ido dando bandazos desde lo utópico (esa improbable alianza de ilustres ex zaragocistas dispuestos a invertir sus ahorros en salvar al club de la desaparición) hasta la opción más grimosa y, lamentablemente, más factible (carroñeros acostumbrados a explotar entidades deportivas en las últimas, empresarios navajeros de rostro tirante y pelo engominado cuya honradez es puesta en duda por largas temporadas a la sombra), pasando por delirantes posibilidades (ese habitante de magacines rosas que presentaba un programa de lluvia de estrellas fugaces).

Poco a poco va quedando claro que la opción que más visos tiene de hacerse realidad es la segunda, la más obscena y temible, y que de esta forma nos volveremos a convertir en la víctima de ese fenómeno que hasta hace cinco años contemplábamos desde la distancia: un grupúsculo de empresarios carente de afecciones a la tierra se hace con el paquete accionarial de un club con mayor o menor historia, efectúa dos o tres golpes de efecto visibles y, mientras tanto, las gestiones opacas se asemejan a esos malabaristas que hacen girar platos sobre palillos, intentando retrasar la caída inevitable. ¿Las intenciones que subyacen? Nunca se diferenciará la insidia de la torpeza. Pero la sombra del desfalco siempre acecha.

Y mientras todo esto ocurre, la vida deportiva sigue adelante. Ojalá se pudiera congelar la competición cada vez que un asunto extrafutbolístico se adivina como merecedor de estudio; ojalá pudiéramos detener el fútbol para poder analizar con detenimiento las informaciones que brotan sobre esa incipiente cúpula directiva. Pero no es así. La Liga continúa, nuestra atención y nuestro tiempo libre son limitados. Y ellos lo saben: los necrófagos se aprovechan de esa doble naturaleza del fútbol en general y del zaragocismo en particular (terreno de juego y palco; once titular y directiva) y actúan desde el papel secundario que tanto les conviene. ¿Por qué? Porque también conocen esa inexorable fórmula del fútbol que reza lo siguiente: dado un determinado tiempo disponible para informarse, el aficionado al fútbol siempre se interesará más por el plano deportivo que por el extradeportivo. Desde nuestra posición de meros forofos siempre resultará más interesante un buen partido que una exclusiva que revele el saqueo a dos manos (normalmente bajo ese eufemismo que es la comisión) de según qué presidente o directivo.

Es por esta razón por la que me atrevo a pedir un momento de reconocimiento para aquellos zaragocistas avezados que supieron vislumbrar hace tiempo lo estéril que resulta prestar atención a lo deportivo cuando no existe algo tan esencial como son las garantías de futuro. Quienes llevaban tanto tiempo avisándonos de que la hecatombe se venía encima (y que en muchos casos solo recibieron acusaciones de catastrofistas) no sólo merecen nuestra admiración por haber ejercido una labor desinteresada y orquestada desde el corazón, por su activismo altruista, por su zaragocismo más racional que instintivo. Creo que la razón principal por la que esas avispas merecen el mayor de los agradecimientos es por haber perdido su tiempo en aguijonearnos, en convencernos, en intentar explicarnos a los conformistas las minucias y las intrincadas redes de intereses que mueven esta marioneta sin alma que es ahora el Zaragoza.

Desde la experiencia personal doy fe de que su trabajo no ha sido infructuoso. Ciertamente sigo plantándome delante del ordenador o televisor o radio cada vez que el Zaragoza juega. Pero por primera vez en mi vida, me doy cuenta de que el plano futbolístico no me absorbe, y de que no lo hará hasta que yo no tenga la certeza de que mi equipo tiene una vida sin fecha de caducidad conocida. Por primera vez, me doy cuenta de que en las conversaciones de bar soy incapaz de decir cuántos puntos nos separan de tal equipo, o contra quién jugaremos dentro de dos semanas. Por primera vez, me doy cuenta de que tengo que recurrir a bases de datos para rememorar qué resultados obtuvimos las últimas cinco jornadas, para poder hacer un “De 5 en 5” en condiciones (de momento no lo estoy consiguiendo). Gracias a ellos, algunos rezagados hemos corregido esa tendencia a guiarnos por impulsos y confianza ciega, y ahora somos conscientes de que mientras vivamos en tiempo de necrófagos nuestros esfuerzos deben orientarse a espantar a los carroñeros, de que debemos dedicarnos a proteger con mimo el cadáver de nuestra historia.

Y sin embargo, en épocas de desgracia nuestra salud nos desaconseja prescindir de las pocas alegrías que el fútbol (esta vez sí, en su sentido más estricto) nos brinda. Durante estas últimas cinco jornadas hemos comprobado cómo el equipo esbozaba su habitual trayectoria irregular y al mismo tiempo previsible. Hemos visto a los nuestros conseguir una victoria trascendental ante el Athletic; les hemos visto golear al Valencia en un partido maravilloso, un despliegue total de fuerza futbolística que tardaremos en olvidar; también hemos visto cómo caían por la mínima en Mallorca y en el inexpugnable Camp Nou, y cómo los desmayos sevillistas en nuestra área nos condenaban a volver del Pizjuán sin un mísero punto. Victorias en casa y derrotas fuera, una fórmula predefinida y, posiblemente, de consecuencias peligrosas, especialmente si tenemos en cuenta las rachas de buenos resultados que están encadenando los rivales directos.

Echando un vistazo global, parece que la clasificación de los equipos ya no es algo en proceso de definición, y que, definitivamente, se están asignando los papeles que se interpretarán estas últimas jornadas. Lo del Levante fugándose de la quema ya no es una cosa temporal; el que era uno (si no el más firme) de los candidatos al descenso ha demostrado que la parte baja de la tabla le viene pequeña, y que aspira a observarnos sufrir las últimas jornadas desde una posición desahogada. Al mismo tiempo, podemos ver cómo Osasuna y Deportivo ya han comenzado su habitual sprint final, algo a lo que ya nos tienen acostumbrados las últimas temporadas: hacernos creer que pueden correr peligro, que al fin y al cabo no son mejores que nosotros y, al instante, desperezarse y dejarnos ahí, abajo, desvalidos, cada vez menos equipos para las mismas tres plazas.

Más certezas: que el efecto Marcelino ya no es un espejismo, que Preciado se dedica a consumar venganzas deportivas cuando menos nos conviene y que la Real Sociedad, por mucho que nos ilusionemos, es demasiado equipo para compartir preocupaciones con nosotros, el sector lumpen de la competición. ¿Cuál es el aspecto positivo? Hay dos: se llaman Almería y Getafe. El primero parece no reaccionar, y la próxima jornada, en el Camp Nou, por mucho que se hayan deshecho de Oltra, no es la más accesible para comenzar a despegar. El segundo, el Getafe, es nuestra esperanza, más por su tendencia a la baja que por sus 34 puntos (los mismos que el Deportivo al que el abajo firmante acaba de dar por salvado). Los de Michel siguen cuesta abajo y sin frenos, y han pasado en siete jornadas (en las que únicamente han logrado dos puntos) de rozar las posiciones de UEFA a ser la presa más accesible de los tres que quedamos para dos plazas: Zaragoza, un revitalizado Hércules, y Málaga.

Ahora mismo, cuando estoy a punto de guardar y enviar este texto a la dirección de AZ.com, me encantaría saber con antelación qué futuro nos deparan las cinco próximas jornadas. Quiero leer que el Getafe se está hundiendo por momentos, que el acelerón del Hércules ha sido un espejismo, que el Almería está en Segunda matemáticamente, que la lesión de Contini ha resultado ser falsa alarma, que Bertolo ha recuperado su mejor forma, que Uche ha metido goles trascendentales. Que seguimos en pie. Que el Zaragoza, pese a vivir en tiempos de necrófagos, sigue vivo.

– ¿Existió realmente la posibilidad de Dubai, o fue una cortina de humo para distraer? 
Creo que tardaremos en saberlo con certeza. Hasta que algún implicado no tenga la necesidad de hacer alguna filtración, sea por despecho o por interés, seguiremos con la duda. En mi opinión, tal vez no se tratara de una cortina de humo, sino de una simple torpeza periodística sobredimensionada por el efecto mediático de la bola de nieve.

– ¿Podremos sobrevivir a los cinco partidos que vienen, o estaremos últimos a la jornada 30?
De momento hemos sobrellevado con relativa dignidad estas cinco jornadas. No hemos logrado resultados como para salir escopeteados de la zona peligrosa, pero las sensaciones sobre el terreno de juego han sido, en líneas generales, correctas. El principal hándicap se encuentra en que los rivales directos están en su mejor momento de forma.

– ¿Enviarán los títulos de las acciones a los accionistas, o será otra promesa incumplida?
El primer día de este mes el club se comprometió mediante un comunicado oficial a enviar en un plazo de dos semanas las acciones a los 11.000 aficionados que las exigieron. Seguiremos a la espera de más acontecimientos.

Ahí van mis cinco interrogantes:

– ¿Se ha dado algún movimiento oficial relativo a la venta del club? ¿O seguimos con rumores, cinco jornadas después?

– En caso de que se diera la llegada de Oliver y su séquito, ¿qué similitudes hay con la llegada de Agapito cinco años antes?

– Si se vende el club, ¿qué papel le espera a Agapito?

– ¿Los de abajo siguen tan intratables? ¿O hemos conseguido enfangar a algún otro equipo a excepción de los ya conocidos?

¿Las acciones ya han llegado? ¿O siguen posponiéndolo a base de comunicados impersonales en la página web?

Por goldenayim

aupazaragoza

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