La Prehistoria del Fútbol Zaragozano

Los foreros de esta tan zaragozista como necesaria página web, de manera especial los seguidores de esta histórica sección en la que a modo de coleccionable intento informarles de los orígenes y el desarrollo de este deporte espectáculo en Zaragoza, recordarán que en el anterior capítulo dejamos a sus primigenios practicantes abrazando y felicitando al Conde de Sobradiel por la consecución en las Navidades de 1903, tras dos suspensiones del match, del primer goal del que se conserva memoria colectiva y escrita en nuestra ciudad, en el marco de una explanada pedregosa contigua a la estación ferroviaria del Campo Sepulcro, bien cerca de donde casi un siglo antes Agustina de Aragón aventaba franceses a cañonazos.

La capital histórica, geográfica y fundamentalmente económica de Aragón no parecía en los albores del siglo XX un lugar muy apropiado para innovaciones. Entre sus cien mil habitantes, generalmente de origen agrícola, se da de manera mayoritaria una definición burguesa y conservadora. Se trata pues, de una tranquila gran ciudad del interior peninsular, rodeada de torres, voz aragonesa que define a las casas de campo, con unos límites urbanísticos que apenas sobrepasan por el Sur el actual Paseo de la Independencia, y que marcada por el cauce del Padre Ebro es jalonada con su perenne caudal que crea una fértil y rica huerta, al igual que antaño, en pleno Siglo de Oro, fue calificada como Zaragoza la farta.

Sin embargo, a pesar de la primera incomprensión popular, tras ser motivo de comentarios poco piadosos, pues no se entendía que personas consideradas respetables se pusieran “en calzoncillos” a perseguir un balón redondo para darle patadas con la intención de que atravesara la portería del equipo rival, la afición del conde y sus amigos, aunque llegó con un lustro de retraso respecto a la creación del Huelva Recreation Club por ingenieros británicos de la Compañía Río Tinto, empezó a llamar la atención, fue imitado, y se propagó de manera progresiva por toda la ciudad.

Se formaron sociedades para su práctica aunque la mayoría tuvieron corta vida; Amaika o Amaya, Sparta, Club de la Perra Gorda, mientras se habilitaban campos en los que jugar; Hernán Cortés, Los Huertos, el de la calle Bilbao cuyo suelo en parte tenía hierba, no porque se considerara conveniente, sino porque una zona coincidía con desagües y la humedad provocó espontáneamente la aparición del primer césped, antes incluso de que desde los campos del Norte de España cuajara el llamado “invento vasco”, o el de Puerta Sancho, que en plena competición fue desalojado de futbolistas por el dueño del terreno pues no se le pagaba la cuota de arrendamiento y para resarcirse de las perdidas que se le habían ocasionado, vendió la madera de las porterías para leña.

Tras las carencias iniciales, la afición se revitalizó durante la Gran Guerra que asoló Europa entre 1914 y 1918, especialmente tras la llegada a Zaragoza de refugiados alemanes procedentes del Camerún que empezaron a jugar al fútbol en un antiguo lavadero público, no dando los galantes jugadores comienzo a la competición hasta que llegaban las primeras aficionadas, las hermanas Huarte Mendicoa.

Mas la polémica surgida con la práctica del “jueguecico” afectó incluso a su propio nombre. Antes de que la Academia de la Lengua aceptara el barbarismo fútbol, el insigne periodista zaragozano Mariano de Cavia proclamó:

“Sale a la plaza el balompié para pelotear en castellano y para que el equipo a la española no se deje vencer por ningún team extranjero”. Continuará…

Ánchel Cortés.
Productor y Académico de Televisión
Abonado del Real Zaragoza nº 1.728.