La enésima decepción | La Lupa

Real Zaragoza 1 – 1 Málaga

«Francamente querida, me importa un bledo» – Con esa sonora y contundente afirmación, Red Butler finiquita los lastimeros lloriqueos de Escarlata O´Hara en el dramón sureño “Lo que el viento se llevó”

Con una frase parecida me hubiera gustado a mí poner fin a la enésima decepción que sentía ayer al salir de La Romareda. Me gustaría que fuera así de fácil, así de breve, así de contundente.

Y es que han pasado 24 horas desde que terminó la nueva pesadilla y el cuerpo me sigue pidiendo dar rienda suelta a la indignación contenida, al enorme hastío que suponen tantos años de decepciones ligueras continuadas, al desmoralizante baño de mediocridad en el que llevamos sumidos más tiempo del deseable y, me pregunto, si más del soportable. No puedo evitar lamentarme por una gestión empresarial que olvidó hace mucho que este negocio se basa en un deporte y en una afición que debe disfrutar con él, por una sucesión de entrenadores lineales y, eso sí, baratos, que rara vez saben congeniar con el gusto de la grada, ese que algunos presumen conocer y otros sitúan en la pista del circo. No puedo evitar sentirme alucinado por las encuestas que año tras año nos sitúan en puestos de competiciones internacionales ignorando que ya son muchas las temporadas en que no quedamos por encima del duodécimo puesto.

Pero no puedo cortar así. No es posible porque hay demasiados motivos para trocar esa indignación en preocupación y me impiden zanjar el tema con la pose chulesca de mandar a esta institución allá por dónde, dicen, los pepinos amargan.

Al echar la vista atrás recuerdo noches llenas de magia y de ilusión, en Madrid, en Sevilla, en Barcelona, en París. Recuerdo algunos nombres con los que uno tiene el placer de “forear”, recuerdo a aquellos que desgraciadamente se quedaron en el camino y para siempre en el recuerdo, y entonces me siento lleno de este sentimiento tan habitualmente entristecedor y doloroso, pero ocasionalmente satisfactorio y emocionante y que nos mantendrá unidos para siempre, por mucho que me desespere.

La tarde empezó con sorpresas. La primera no hacer experimentos y poner a un miembro de la plantilla en su sitio. El debut de Chus Herrero fue una buena noticia para todos y el canterano estuvo a la altura de las circunstancias. La voluntad popular acabó imponiéndose y la rigidez de las alineaciones de Víctor se resquebrajó. La tan cacareada entrada de Ewerthon por Óscar se hizo realidad. El brasileño, aportó movilidad y mejoró el trabajo del pucelano, se acercó más al área e incluso aprovechó una extraña jugada del siempre denostado y brillante Cani, para poner en ventaja al cuadro aragonés.

Pero el inmutable guión estaba, cómo siempre, escrito, y el final, una vez más, no era feliz. La sabiduría popular sentenció a Movilla a falta de diez minutos para acabar el primer tiempo con una sonora pitada. Su juego está en un terrible bache y necesita descanso. Pero esa pitada pareció romper los esquemas de Víctor. Se pasó de la inmutable cabezonada al cambio radical y la sorpresa con que comenzó la tarde se completó con el doble cambio en el doble pivote.

Con la entrada de Celades y Generelo un espejismo de buen juego se abría ante la afición y parecía que por fin, algo había cambiado y, ahora sí, se había dado el paso necesario para cambiar las desastrosas segundas partes del Real Zaragoza. Pero sólo fue eso, Un espejismo. Una vez más el conjunto no estuvo a la altura y se vino abajo, una vez más los últimos veinte minutos fueron de enorme sufrimiento con el rival más cerca de marcar que de encajar.

Una vez más fue un fracaso. Otro mal resultado que nos sitúa en una posición tremendamente delicada, pero esta vez, las alarmas se disparan porque se hicieron cambios y los cambios tampoco dieron resultado. Esta vez no sólo no se disipan las dudas si no que se generan aún más de las que teníamos. Quitar a Óscar no fue solución, cambiar a Movilla y Zapater no fue solución. Una vez más el rival se nos comió en la recta final del encuentro.

Y si Víctor cambia y no funciona… ¿Es Víctor el culpable por haber tardado tanto en reaccionar? ¿Resurge el fantasma de la plantilla sobrevalorada que no da más de sí? ¿Es un problema de actitud o de aptitud?

Cesar a Víctor es inevitable y me atrevería a decir que necesario. Más pronto o más tarde deberá marcharse porque sea cual sea la respuesta a las anteriores preguntas, todos los caminos conducen a Víctor. No da señales de tener solución, está casi tan desorientado cómo la grada y cae en excusas que empiezan a ser patéticas. Esta vez ha tocado el desgaste de dos partidos, otras veces es el árbitro, pero da igual; sólo son eso, excusas.

Lo único cierto es que, de nuevo, caminamos con paso firme hacia otra temporada en el limbo de la medianía. Cada temporada se hace más difícil encontrar motivaciones para acudir al estadio. El aburrimiento, la decepción y el desasosiego están incluidos en el abono del Real Zaragoza desde hace demasiado tiempo.

Una vez más tenemos que recurrir a urgencias para que nos saquen de la UCI, pero llevamos muchas temporadas ingresados porque estamos enfermos, muy enfermos. Y de momento no hay medicamento a nuestro alcance para curar nuestro mal, salvo quizá, dejar de engañarnos a nosotros mismos de una puñetera vez.

Por Gualterio Malatesta

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