El partido perfecto | La Lupa

Osasuna 2 – 0 Real Zaragoza

Se podría decir que disfrutábamos del mejor momento de la temporada: habiendo encadenado dos victorias consecutivas, una de ellas ante un grande, más lejos de las posiciones de descenso de lo que habíamos estado en toda la temporada, con los inquilinos de esas plazas empeñándose en no progresar. La situación estaba, por primera vez en mucho tiempo, en relativa calma. Por fin parecíase ver un equipo hecho y conjuntado, no exento de calidad, con casta para combatir y cerebro para controlar. Enfrente, el Osasuna, un enemigo a medida, ideal para ser tomado con seriedad, que venía con cierta flojera de sus últimos partidos, y encima, con la golosa recompensa de adelantarlo en la clasificación, en caso de ganarle. En suma, el partido perfecto. Sí, lo era. Lástima que fuera perfecto para ellos, para el Osasuna.

No pudo empezar peor el encuentro. Un gol en el primer minuto, cosa que sucede en el fútbol de vez en cuando es siempre, al margen de genialidades del goleador, un inequívoco síntoma de despiste defensivo que deja en evidencia la concentración con la que sale un equipo al campo de juego. Es algo que no debe permitirse ni en un amistoso. A buen seguro que el gran Contini, tan alabado en otras ocasiones, le habrá dado muchas vueltas a la jugada en su cabeza. Desde ese momento se le vió enrabietado y más metido en el partido, pero no era su día. El árbitro, que estuvo cobardica y temeroso, se encargó además de sacarle una preventiva tarjeta amarilla por una supuesta falta que no pasaba de ser una carga legal.

Nadie puede saber qué hubiera sucedido de no encajar ese tempranero gol, pero lo cierto es que se fue todo al garete. El Zaragoza intentó sobreponerse y ejerció durante unos minutos una inocua iniciativa que apenas quedó en espejismo. Los navarros, simplemente con voluntad y con los fundamentos técnicos individuales mínimos que se le puedan exigir a un jugador de primera, fueron capaces de sostener en todo momento las escasas ínfulas de los blanquillos. Y aprovecharon la ventaja para amedrentar en ataque de vez en cuando Es Osasuna un equipo justito, un pelín por encima de los peores equipos de Primera. Defensivamente no dejaron huecos y en ningún momento se mostraron frágiles. En eso es también importante el hecho de marcar tan rápido. En todo caso, la fuente de nuestros males hay que buscarla en el propio Real Zaragoza.

No se puede saltar al campo con la sensación de tener hechos los deberes. Es algo que podría estar ya cerca, en caso de haber ganado, pero no es así. Los seis puntos de colchón que quedan pueden ser de uno o dos en tan solo tres semanas, y las confianzas hay que dejarlas para el final. Es cierto que Tenerife y Valladolid lo tienen crudo, mucho, pero en cualquier día te pueden rascar una ventaja. Y luego, con un gol en contra, hay que meter la marcha, la carga de la brigada ligera. No se pueden dejar pasar los minutos mostrándose tan inhábiles.

El Real Zaragoza tiene más calidad de la que demostró en Pamplona, pero el sistema no funcionó. Jorge López, a pesar de intentarlo, no consiguió establecer una adecuada fluidez en el juego. Con el marcador en contra, los defensas se pusieron nerviosos, Edmilson pareció prescindible y los delanteros no combinaban. ¿Otra vez echamos de menos a Ander Herrera? Hoy en día, parece un jugador necesario, a pesar de su juventud y aparente endeblez.

Sea como fuere, el miércoles viene otra oportunidad. Y hay que ganar, porque si no, vendrán mal dadas. La plantilla debe hacer un examen de conciencia, pensar que hay días en los que se han hecho bien las cosas, intentar recuperar esa cara buena de equipo peleón, que se estaba ganando el respeto de los rivales. Si no, tendremos ese final de liga tan emocionante que nadie, salvo los miserables que nos odian, desea para nosotros.

Por Ron Peter

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