Un museo de arte moderno | La Lupa

Rayo Vallecano 0 – 0 Real Zaragoza

La capacidad de crear arte ha sido desde siempre una de las expresiones sublimes de la condición humana. Las obras de arte, en cualquiera de sus facetas, han sido a lo largo de la Historia el resultado de impulsar la creatividad mediante las emociones, plasmando las ideas en distintos soportes materiales. Los artistas han dado vida con sus manos a formas de gran belleza y armonía, que han sido admiradas y comprendidas por muchas generaciones de espectadores. Así fue al menos hasta el siglo XX, en el que el arte clásico se ve superado y aparece el denominado arte moderno, es la hora del arte abstracto, del arte que nadie entiende, de las cosas aparentemente sin sentido y que sin embargo encuentran en labios del experto, una explicación tan evidente (para él) como etérea (para los demás).

Intentar comprender el Real Zaragoza actual es como adentrarse en un museo de arte moderno recién inaugurado. Todos queremos ver belleza, comprender los cuadros y las figuras, discernir lo que es novedoso de lo que es vulgar, lo que es performance de lo que es chorrada. Y no es fácil, en absoluto. Ojo que esta vez ya no tratamos de entender al genio supremo Agapito ni al oscuro e inmarcesible Pedro Herrera. No, se trata de entender un poquito la propuesta del artista que nos cautivó el año pasado: Javier Aguirre, en quien por supuesto seguimos confiando. Los materiales puestos a su disposición son aún tiernos y no están bien conjuntados, La composición “chilla” más por unos puntos que por otros. Está muy claro que el equipo está sin completar. No por las piezas, de las que se supone ya están todas, sino por la condición aglutinante de ser un equipo y trabajar en una dirección.

En Vallecas vimos el primer combate contra un equipo de nuestra liga, y el partido resultó un truño considerable, espeso, sin ritmo, con una colección novedosa de jugadores intentando hacer cosas. Es tan nueva la situación que ni siquiera podemos comparar, puesto que a muchos de ellos los veíamos jugar por primera vez. Es muy pronto para extraer conclusiones, pero lo que se vió en el terreno de juego fue una ausencia de creación en el centro del campo, que propició una desconexión con la delantera y una incapacidad para atacar y para contraatacar. En defensa también hubo desajustes, pero es la línea con más experiencia de este “equipo”. Al final del encuentro surgieron los nervios por ambas partes y el caos estuvo a punto de destruirnos, pero la endeblez del rival y una gran actuación del portero Roberto salvaron el empate.

No es baladí, a pesar de lo que pueda parecer, el punto obtenido. Era muy importante no encadenar dos derrotas seguidas. Aguirre lo sabe, y sabe que con los mimbres que tiene, es fundamental ganar tiempo. El equipo es probable que vaya a más, los jugadores nuevos apenas se conocen, no hilan, pero algunos de ellos tienen calidad escondida y otros tienen juventud. Se trata de jugar partidos y partidos, de trabajar el acoplamiento que no se pudo lograr en la pretemporada y de capear el temporal como se pueda hasta que crezcan. El problema es: ¿Llegaremos a tiempo?

En fin, es pronto para impacientarse. Al final, dicen, el arte moderno se abre como una flor y el conjunto adquiere un significado y produce una emotividad que conmueve los sentidos y gratifica el alma. Esperemos que ese momento de armonía y comprensión lleguen pronto a nuestro particular museo.

Por Ron Peter

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