El salario del miedo | La Lupa

Real Zaragoza 2 – 2 Alavés

“El salario del miedo”, producción franco-italiana de 1953, narra la peripecia de un grupo de hombres encargados de transportar un camión cargado de nitroglicerina a través de los salvajes caminos de un agreste e indeterminado país sudamericano. El riesgo de que el cargamento explote a la menor sacudida proporciona a la misión un nivel de suspense que atenaza, que juega con los nervios del espectador. El por qué llegan esos hombres a aceptar ese empleo solo se puede comprender conociendo el punto de partida: son unos derrotados, que perdieron fortuna y dignidad, y a los que la vida les ha concedido una segunda oportunidad.

El viaje transforma a ese grupo de perdedores hasta el punto de hacer muchas veces irreconocibles los postulados de partida. Surge el altruismo, y también la cobardía. Pero de forma subyacente e imperiosa surge adueñándose de todo, el miedo. Miedo de perder lo conseguido, miedo de morir en cualquier instante, y cuanto más avanzado está el viaje, mayor es el miedo de no llegar hasta el destino final.

Hay trabajos limpios y trabajos sucios. Hay estar preparados para ambos. En el fútbol de esta segunda división, pocos son los partidos que resultan “limpios”. El sábado contra el Alavés se jugó de forma bastante aceptable durante la primera parte, llevando el dominio del partido y con un fútbol de iniciativa sin caer en el desorden de otras ocasiones. Se llegó a puerta y se aprovechó. Dos goles de ventaja en el descanso parecían marcar de forma firme el signo del partido. Resulta realmente desolador echar la vista atrás, recordar lo que podía haber sido un partido tranquilo y seguro, propicio incluso para una goleada, para luego volver a la realidad en la que se deja escapar la oportunidad y todo se desmorona.

El Real Zaragoza se encontró con un camión cargado, no de nitroglicerina, sino de puntos, y el objetivo era llegar al final del partido sin perderlos. Pero el miedo, esa sensación irracional que impide el buen desarrollo de las cosas, hizo su aparición. Miedo a ganar, miedo a verse en las alturas deseadas, después de tanto pesimismo acumulado. Es todo una espiral: el mismo miedo a perder la ventaja hace que la pierdas. Miedo transmitido, y mal gestionado.

Tras el descanso, el Alavés se vino arriba. Como los perros de presa, olió el miedo de su víctima, y se lanzó a la yugular. Marcó pronto el primer gol, y eso hizo que desde el banquillo Paco Herrera moviese ficha, sacrificando ataque en pos de una mayor consistencia en el centro del campo. La presencia de Movilla ayudó a soportar el desorden, y hubiera sido efectivo de no haber sido por el hundimiento del tono físico en bloque. No había presión, el Alavés parecía una cuadrilla de jovenzanos incansables que llegaban hasta donde querían. Eso no se puede consentir. Si solo aguantamos una hora, no vamos a ninguna parte. Bueno sí, a plantearte el hecho de que igual tienes que meter tres goles de ventaja para ganar un partido, para llegar a ese punto en el que le pasas el miedo al otro. Si un equipo no sabe defender, pues tendrá que seguir atacando, o al menos, mantener el control de la pelota.

El Real Zaragoza ha mejorado levemente respecto al principio de temporada, pero sigue siendo un equipo que puede crecer más. Lo estamos viendo todos. Los rivales no son gran cosa, y se les puede ganar a todos. Eso es lo que tendrían que pensar, que les pueden ganar a todos. Y quitarse de encima complejos y temores. Con los cuatro puntos perdidos en los últimos minutos, estaríamos arriba. Es una lástima que se desperdicien tantas oportunidades. Quizás llegue un momento en el que se acaben. Ojito.

El banquillo tiene que reaccionar. Con lo que hay en el centro del campo no llegamos a fin de curso. Tarde o temprano tendrá que sacar a más gente nueva. Si no hay dinero para fichar habrá que tirar de cantera. Lanzar un mensaje de valentía y de futuro. Y de ambición, incluso avaricia de puntos. Y si se siente superado, que deje su sitio a alguien más animoso. Basta ya de miedo.

El miedo es humano, y debemos aceptarlo. En las dosis justas es un recurso que nos ayuda a sobrevivir, manteniéndonos en alerta ante la adversidad. Hay que aprender a convivir con él. Forma parte de nuestras vidas. En la película hay una frase que lo resume todo: “No les pagan solo por el trabajo. Les pagan por pasar miedo”. El salario del miedo.

Por Ron Peter

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