Agotados de esperar el fin | La Lupa

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Real Zaragoza 1 – 1 Rayo Vallecano

Si en los ahora muy reivindicados años ochenta existía una banda “macarra” eran los asturianos “Ilegales”. Liderados por Jorge Martínez, comenzaron su andadura en 1980, y dos años más tarde obtienen un éxito icónico con su long-play del mismo nombre que el grupo. Su sonido, sencillo y crudo, de guitarra, bajo y batería, con unos ritmos muy marcados y las voz rasgada de Jorge, les hacían ser una especie extraña en el mundo multicolor de la movida madrileña y resto de sucursales. En 1984 sacaron su segundo disco grande, “Agotados de esperar el fin”, con mejor producción que en su debut (aunque en su momento fue muy criticada) y quizás con menos rabia y más ironía en sus letras. En “Agotados…” se encontraban grandes canciones como “Soy un macarra”, “El último hombre” “El piloto”, y la que da título al álbum, “Agotados de esperar el fin”. Los zaragocistas estamos agotados, asqueados, hartos, y deseosos de que termine de una vez el terrible trayecto de esta temporada, que comenzó el 22 de agosto de 2016 y que está sacando lo peor de una entidad en estado de patetismo atroz.

Como si estuviésemos en una versión cutre y casposa de la “Historia Interminable”, el partido del domingo contra el Rayo Vallecano fue una revisión en grado seis de la inmensa mayoría de insufribles engendros que hemos padecido en La Romareda en esta temporada. Y el grado puede ser mayor o menor, puesto que el guión de siempre establece que en la primera fase del encuentro el Real Zaragoza se adelante en el marcador, y así fue, pero también que el rival de turno sea superado por los zaragocistas en el juego, algo que no sucedió, puesto que el equipo vallecano salió mejor dispuesto al césped, contó con las mejores ocasiones de gol y sólo la madera y la falta de puntería de Manucho y Embarba permitió que el muy trabajado gol de Pombo, tras una buena combinación entre Isaac y Lanzarote, fuese el único en el marcador. La autovía en la banda derecha zaragocista, puesto que Alex Moreno y Ebert no pagaron peaje alguno por transitar por allí, era una fuente constante de peligro y el control del tiempo de juego en el mediocentro era absoluto por parte del Rayo.

En el vestuario Isaac se desvaneció por el calor reinante, y fue sustituido por Feltscher. Pero daba igual, lo previsto sucedió, ya se sabe que el Real Zaragoza no sorprende cuando lo que tiene y debe suceder es negativo, y el dominio en la segunda parte fue del Rayo. Embarba y Manucho continuaron fallando oportunidades ante la endeblez física zaragocista, los cambios realizados por Lainez surtieron el efecto contrario al deseado, en especial un desastroso Xumetra, y el acongoje volvió, como siempre, a los jugadores y a los aficionados. Pero ya estábamos casi al final del partido, en el descuento, el Rayo había bajado bastante el diapasón de su dominio, se pensaba que esta vez sí se iba a ganar sufriendo, y… Feltscher realiza dos despejes ridículos, como el de José Enrique frente al Cádiz, y Embarba empata a placer. Un horror.

El problema toda la temporada ha sido de plantilla descompensada y de deficiencia física profunda. Siempre se señala que en segunda división el talento no abunda y que salen adelante las plantillas trabajadas física y tácticamente. Ninguna de esas dos condiciones se han cumplido en el Real Zaragoza, y ha convertido la calidad de algún jugador en decadencia y el esfuerzo de otros en carreras de pollos sin cabeza. César Laínez se culpabilizó injustamente de este fracaso, cuando ha sido quizás el único que ha intentado poner freno a tanto dislate, pero su zaragocismo le hizo caer en sobreactuación. Este fracaso en la cuarta temporada del infierno de segunda, tiene otros culpables, que ya no están, como Narciso Julià, y otros que siguen, como todos los patronos y los incombustibles Cuartero y Checa. Qué calvario.

Por Jeremy North.

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