Convulsión ancestral | La Lupa

Convulsión ancestral | La Lupa

Real Zaragoza 1 – 3 Elche CF

El “suspense” se define, en una narración, como la expectación creada que mantiene al lector o espectador ansioso por saber lo que va a ocurrir. En el género del terror, un recurso muy utilizado es poner a los personajes en un entorno de normalidad aparente, funcional, incluso idílica, sabiendo (o no), que pronto esa normal realidad saltará en pedazos, ya sea por haberse ido a vivir a una casa con un pasado maldito, por viajar a tal o cual valle o isla de donde nadie retorna, o intentar despertar a algún espíritu, momia o monstruo dormidos, etc…Aunque no sea tan truculenta, la vida real también nos presenta situaciones en las que las cosas parecen ir bien, hasta que de repente, sin saber bien por qué, algo se tuerce y todo degenera en desastre.

La temporada no había empezado mal para el Real Zaragoza, con unos partidos aseados e incluso un liderato provisional a las pocas jornadas. No se echaban las campanas al vuelo, lógicamente, pero se veía un equipo con solvencia y recursos. Pero llegaron las lesiones, algún traspiés arbitral, el entrenador empezó a hacer cosas raras, y ya no se ganó ningún partido más,  indicios de un desastre por venir. El partido del domingo fue un desastre, una derrota en casa de manera vergonzosa y ante un rival que no es nada del otro mundo, un desastre que no sabemos si es un punto de inflexión o una advertencia seria sobre desastres mayores. En todo caso, ha sido suficiente para despertar esa convulsión que de forma periódica agita el entorno zaragocista y que hinca sus raíces en el pasado, haciéndonos mirar hacia atrás a buscar las causas que no podíamos o no queríamos ver.

En un análisis desde lo particular a lo general, el encuentro en sí no empezó de forma anómala. Se desarrollaba, eso sí, a un ritmo bajo por parte de ambos equipos, hasta que llegó el primer gol, paradigma perfecto de error defensivo en cadena. Es increíble como ese balón puede llegar al fondo de las mallas superando a tres defensas y a otro que estaba bajo los palos. Tras esto, desconcierto, ya nos han tocado, ya no sabemos qué hacer, y pum! Un renacido Dorca, -ya libre de la maldición atávica que envuelve al zaragocismo y que hace que jugadores que se van de aquí funcionen en otros equipos- centra y el hombre bajo los palos ejerce una cantada maestra para dejársela a Nino a placer. No es de extrañar que esté bajo los palos,…de la opinión pública de la afición. No es un portero de confianza.

En la segunda parte, el Elche se conformó con verlas venir, dejando todo el control al Real Zaragoza. Los jugadores se lo tomaron un poco más en serio, corrieron y mostraron otra actitud. No fue suficiente para remontar, pero sí para demostrar que el equipo podía haber salido así desde el minuto uno, y no a pasar el rato. Hay que salir a morder desde el principio y este equipo carece de ese espíritu. Mirando al banquillo, el entrenador debe exigir a sus jugadores esa actitud de lucha constante y de querencia por la victoria, debe además inculcarles la rabia por rehacerse si se encaja un gol en contra. Nada de depresiones, ¡reacciones!, y debe también olvidarse de experimentos: los jugadores que no estén al 100%, no deben estar en la alineación. Lo de Xumetra y Cabrera no es normal. Y no digamos lo de Barrera o Irureta. Más allá de este partido, el rendimiento del equipo ha bajado ostensiblemente desde las lesiones de Cani y en menor medida, Xumetra. El entrenador no ha sabido compensar esa ausencia con otras soluciones de cobertura, y ha probado cosas que no han funcionado.

Los resultados han hablado, y de nuevo, en un “deja vu” recurrente y pernicioso, nos encontramos ante esa “convulsión ancestral”, que parece el título de alguna serie bizarra de drama y miedo barato y casposo, y que es más de lo mismo de los últimos años: esperanza inicial, mala racha, entrenador cuestionado que acaba siendo sustituido por otro que no mejora (o lo hace de forma insuficiente) lo que hay. Se alimentará a los representantes fichando algunos jugadores veteranos de cierto nombre que llegarán aquí a sestear o  se lesionarán enseguida, y por supuesto no se contará con nadie de la cantera para ejercer de titular, no sea que empiecen a jugar bien, a pasarse el balón entre ellos de forma rápida y precisa porque llevan tiempo jugando juntos, a luchar porque sienten los colores, a asentar la estructura de un equipo de futuro y a desenterrar por fin el cementerio indio que hay bajo La Romareda.

Por Ron Peter.

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