El barro y las charcas | La Lupa

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SD Huesca 2 – 3 Real Zaragoza

En un artículo de “El País” de 10 de diciembre de 1976, Alfredo Relaño señalaba que “hay que impedir los partidos sobre campos embarrados”, y defendía su tesis con la siguiente explicación: “Un campo de juego embarrado impide la práctica del fútbol y convierte este deporte en algo distinto, carente de valores como espectáculo y muy peligroso. La habilidad técnica, uno de los fundamentos del fútbol, pierde casi toda su importancia y no queda más recurso que jugar al patadón hacia adelante. El barro, además, impone un esfuerzo físico al jugador que se suele traducir en lesiones musculares, y además el hecho de que el terreno se encuentre resbaladizo propicia los choques peligrosos y aumenta muy considerablemente el riesgo de que se produzcan golpes importantes.”. En aquella época Relaño consideraba que no se ponía interés en defender al fútbol y al jugador, tanto por los propios clubes, para evitar suspensiones de partidos con estadios llenos de público, así como las ventajas que suponía el campo embarrado a los que tenían jugadores de menor calidad y más físicos, como por la Federación Española de Fútbol, que mostraba desidia en este tema.

Han transcurrido 40 años de ese artículo y las circunstancias no han cambiado. Ya sea por el interés de los clubes, o en su caso por la avaricia de las televisiones, que han convertido el fútbol en un espectáculo a su servicio, se siguen permitiendo ultrajes al deporte, como el que se desarrolló el pasado sábado en El Alcoraz. No se tenía que haber jugado ese partido, el césped estaba impracticable y los jugadores tenían suficiente con mantener el equilibrio. Pero se jugó.

Y ganó nuestro Real Zaragoza. El juego, como no podría ser de otra forma, se basaba en el patadón para arriba, con ausencia de control en el centro del campo y con los centrales de ambos equipos como máximos protagonistas. A pesar de que en la primera parte hubo periodos de dominio oscense, con alguna oportunidad bien desbaratada por un acertado Irureta, no se vislumbraba posibilidad de excesivo peligro en ambas porterías.

La segunda parte comenzó de la peor manera posible. En el enésimo balón que volaba por el área zaragocista, Jair se llevó el salto de cabeza, Valentín prolongó desafortunadamente la jugada y Borja Lázaro remachó en línea de gol. A los zaragocistas se nos cayó el mundo con ese gol en contra. Pero entonces apareció un equipo hasta ahora desconocido en lo que llevamos de temporada. El gol del empate, tras fallo de Sergio Herrera y con el oportunismo de Dongou y una acertada disposición de efectivos de Agné, con una línea de tres centrales y dos carrileros, Xumetra y Edu García, que estuvieron muy incisivos, cambió el panorama del enfangado encuentro y el Real Zaragoza se convirtió en dominador absoluto, con dos goles más, de Ángel y Dongou y varias oportunidades de ampliar ventaja. La alegría tras la victoria de los componentes de la plantilla era muestra evidente de la necesidad de un resultado positivo para elevar los ánimos de todo el zaragocismo.

Precisamente por el lamentable estado del terreno de juego no se pueden realizar valoraciones fundamentadas en la calidad del fútbol desplegado por el Real Zaragoza. Pero sí que resultan motivadoras la rasmia, el coraje y la fuerza demostrada por los jugadores tras el gol del Huesca; esa reacción puede ser la urdimbre sobre la que tejer un futuro mejor, que nos permita pensar en no pasar apuros en la categoría y progresar en la tabla. Vamos a ser positivos, caramba.

Por Jeremy North.

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