SHAMBHALA | La Lupa
Real Zaragoza 1 – 2 Sevilla Atlético
Entre los antiguos mitos del Himalaya figura un paraíso perdido, rodeado por inexpugnables montañas, conocido como “Shambhala”. Por miles de años se han escuchado relatos y difundido leyendas acerca de este misterioso mundo situado entre los majestuosos picos y remotos valles de Asia Central, considerado como lugar de felicidad y eterna juventud, reino de paz y sabiduría, un mundo escondido al cual parece imposible acceder, y que probablemente no sea más que una alegoría de esa felicidad que el ser humano, como individuo o como colectivo, siempre quiere alcanzar. El Real Zaragoza hace tiempo que perdió su particular Shambhala, y extravió el camino de vuelta, conformándose en sus objetivos con no alejarse más y más y más…
Pero Shambhala es también el nombre de una conocida montaña rusa, esa atracción que, con sus ascensos y sus descensos, tantas emociones fuertes produce. Cuando uno se monta por primera vez en ella, la más alta de Europa, cuando sientes el cinturón de seguridad en tu pecho y el traqueteo inexorable de tu vagón mientras sube lentamente en una rampa sin fin, tratas de mitigar las ganas de una ya imposible huida y observas con una preocupación irracional, casi terror, como te vas acercando al punto más alto, tratando de no pensar en lo que viene después…
A diferencia de descenso del Shambhala, que dura menos de lo que una mente serena podría imaginar, nuestro equipo se halla inmerso en una cuesta abajo que dura ya varios años. Una cuesta abajo en casi todos los órdenes en los que se mueve un club deportivo. Hace poco parecía una humillación descender a segunda división, pero una vez en ella, había que ascender rápidamente, y así fue en otras ocasiones pasadas. A día de hoy, tras dos tercios largos de una temporada lamentable en la que no se ha hecho sino resbalar hacia abajo, el propósito no es ya subir, sino permanecer.
Nada ha funcionado hasta ahora. Cayó un entrenador, cayó un director deportivo, los jugadores fichados en verano resultaron decepcionantes, en ningún momento se ha logrado una dinámica positiva, un equipo que funcionase como tal a pesar de la supuesta calidad de algunas de sus individualidades. Contra el Sevilla Atlético recibimos la enésima bofetada. La primera impresión al ver la primera parte es que al equipo le faltaba actitud de victoria. Pero hay algo más. Hay una desorganización que impide que las actitudes positivas individuales confluyan en una actitud de conjunto. Por momentos el equipo desaparece y aún sin ser dominado por el rival, sencillamente no sabe qué hacer. Ocurrió en otros partidos y volvió a suceder este sábado. Ese marasmo termina con el gol del contrario quien poco a poco, se lo acaba creyendo, sube líneas y acaba en nuestra área.
Se han perdido muchas ocasiones. Nos han remontado demasiadas veces y ha habido muchos goles crueles en los últimos minutos de los partidos por bloqueos mentales o faltas de concentración. Es casi grotesco pensar que habiendo renunciado ya a la promoción por el ascenso hace dos semanas, de haber ganado dos partidos estaría el Real Zaragoza a tres puntos de dicha condición. En cambio estamos a tres puntos del descenso a la segunda división B, y probablemente de la desaparición. Sí, en efecto, estamos ante el momento más delicado de la Historia del Real Zaragoza. Y aún quedan doce jornadas.
Doce partidos para la vida o para la muerte. Doce partidos a afrontar desde una nueva perspectiva, abierta tras el reseteo que se ha llevado por delante a Raúl Agné. A partir de aquí empieza la tarea de los hombres, de los jugadores de verdad. Y al frente de todos ellos, César Láinez, una de nuestras últimas leyendas, dos veces Campeón de Copa de S.S.M.M. el Rey, y el mejor portero que uno recuerda, con el estigma de no haber podido culminar aún más su carrera como jugador. Un hombre que acepta como zaragocista un reto con nada que ganar y con mucho, muchísimo que perder. Su suerte será la nuestra. ¡Aupa Real Zaragoza!
Por Ron Peter.
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