Adivina quien viene esta noche | La Lupa

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Real Zaragoza 3 – 2 Rayo Vallecano

Desde siempre, en todo argumento novelesco, cinematográfico o de cómic que se precie, la sorpresa ha sido un factor esencial de cara a cautivar y atrapar al lector o espectador. En la película “Adivina quién viene esta noche” (título original “Guess Who’s Coming to Dinner”), del gran año 1967, una joven americana de familia acomodada lleva a casa, para presentárselo a sus padres, a su novio, un médico negro con el que tiene la intención de casarse. A pesar de ser personas de ideas liberales, sus padres se sienten muy confundidos, especialmente el padre, que teme que un matrimonio semejante no traiga más que problemas a su hija. Quizás hoy, 50 años después, no se comprenda del todo el alcance de la situación planteada en el film, pero en su día consiguió un gran favor del público. Las historias, por muy bien construidas que estén o por muchos efectos especiales que tengan, si no consiguen ahuyentar la indiferencia, acaban declinando y perdiendo el interés. En el mundo del deporte competitivo, ese interés está casi garantizado, al menos entre los seguidores de los equipos, que somos capaces de tragarnos truños inexplicables siempre que intervengan en ellos nuestros colores. Y a veces, también en estos eventos, la sorpresa, lo inesperado, se presenta a cenar.

Tras el capítulo de la humillación en Huesca, se plantaban de nuevo los jugadores y sobre todo el entrenador, ante los ojos de la parroquia local, frente a un Rayo Vallecano con una ganada fama de visitante peligroso. El lazo de unión entretejido esta temporada entre afición y equipo a base de intercambios de paciencia y sensaciones, se ponía a prueba por primera vez. La tensión contenida, los pitos a punto, la expectación máxima. Y el balón echó a rodar.

Desde el primer momento se vió a un equipo debatiéndose entre los intentos de agradar y la fragilidad de su estructura defensiva, que tuvo que afrontar los primeros sustos del partido. Una vez más las esperanzas de ver un dominio local sostenido en el tiempo se iban esfumando, cuando de repente y de forma inopinada, un cabezazo de Grippo, mejor delantero que defensa este sábado, entró a la red contraria con limpieza y alborozo. Este gol afectó a los madrileños, pero no los descompuso. Bordeando el final del primer tiempo, una gran jugada de Borja y Febas culminó con un gol de éste último. Fantástico resultado, aunque contrario a la lógica de lo que se había visto en el terreno de juego.

En la segunda parte, arreció más el dominio rival y los goles que no le habían entrado antes, lo hicieron ahora. El empate fue un mazazo pero no suponía ninguna sorpresa para aquellos que creen que cuantas más veces se ataca, más probable es marcar gol. El ritmo, la insistencia, había corrido a cargo de los Vallecanos, y la fortuna parecía haber abandonado ya a los maños. Quedaban pocos minutos y empezaba un lento declinar, como el del sol mortecino que ilumina el patíbulo en la tarde de vísperas, tan solo aguardando que la afilada hoja del verdugo no llegase antes del pitido final. Hubiera sido demoledora una derrota. Y no hubiera sido percibida como injusta.

Estos años en segunda parecen temporadas de una serie (“Real Zaragoza horror story show”) diseñadas por algún guionista demente, con capítulos finales tremendos, como el de la segunda temporada (“A siete minutos”), o el de la tercera (“Palamós Apocalypse”). Tras el capítulo 13 de esta temporada (“Humillación en Huesca”), y viendo cómo iba este capítulo de hoy, todos nos preparamos para lo peor.

Y entonces fue cuando llegó el broche final, el golpe de efecto que todo guionista guarda en su recámara. Contra todo ritmo y presagio, una nueva jugada de Borja es culminada por Pombo con el gol de la victoria. En el graderío, explosión de alegría. Aunque no debemos olvidar la carga de advertencia que esto lleva, por fin, por una vez, la fortuna nos hacía un guiño. Han sido muchas veces ya las que nos hemos ido de La Romareda con la decepción y la sensación de injusticia en nuestras almas. En esta ocasión el rival puso las sensaciones y nosotros nos llevamos los puntos. Ya tocaba.

Por Ron Peter.

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