El mediocre | La Lupa

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Real Zaragoza 1-1 Nàstic Tarragona

En el mundo de las relaciones de trabajo, en el que se entrelazan lo profesional con lo humano, la que se produce entre los jefes y subordinados suele ser la más complicada. Existen varias categorías de jefes: los autoritarios, los bienquedar, los competentes, etc. Y también tenemos a los mediocres, que por causas desconocidas han llegado a un puesto directivo y que trasladan su incompetencia en cada actuación a los empleados, muchos de ellos con conocimientos superiores a los de su mando, y que tienen que sufrir decisiones que difícilmente tienen cabida dentro del sentido común. Más dentro de los jefes mediocres, tenemos dos subcategorías: los que son conscientes de que están allí porque les ha sonado la flauta en el momento oportuno y fomentan el buenrrollismo con sus subordinados, porque saben que ellos serán los que le saquen el trabajo, y la otra, los cabrones, que a pesar de ser nulos en conocimientos, se les sube el cargo a la cabeza y se dedican a dar órdenes y tocar las gónadas a los empleados con abuso de autoridad. El colegiado andaluz Figueroa Vazquez es el mejor empleo del mediocre autoritario.

Lo primero que se debe señalar es que el Real Zaragoza no realizó un buen partido en la primera parte, cuando existió partido. En los primeros 20 minutos la Gimnástica de Tarragona adelantó sus líneas, cerró la autopista por la que suele conducir Benito en la banda y cortó las líneas de pase a los mediaspuntas, además de llegar un par de veces con bastante peligro al área zaragocista. El gol de Toquero, el primero que se consigue esta temporada a balón parado, sirvió como bálsamo para el equipo, puesto que se asentó y consiguió controlar a la Gimnástica con mayor facilidad, salvo un susto con paradón de Cristian a remate del gigantesco Barreiro. Lo que suponía el principal problema para el Real Zaragoza era la nefasta actuación arbitral, consentidora de la dureza extrema de los tarraconenses, en especial centrada en dar patadas a Aleix Febas, con y sin balón. Y Figueroa Vazquez decidió lucirse él solito, en una actuación teatral de baja estofa del guardamete Dimitrievski, que simuló en un saque de esquina un empujón inexistente de Borja, y que supuso la rápida intervención del pésimo trencilla para expulsar presto y dispuesto al killer gallego. Y allí se acabó el partido en cuanto a lucha entre iguales, pero no en lo referente a injusticias arbitrales, que aumentaron con la concesión del gol del empate catalán en fuera de juego, ante la impávida mirada de un asistente que fue el mejor extremo de la Gimnástica durante la segunda parte.

Una vergüenza. El arbitraje del pasado domingo fue un insulto a la institución, Real Zaragoza, y a toda su afición, que representa el mayor número de aficionados en la segunda división, y que por ello, parece que existe bula arbitral para ofrecer sus mejores y mayores desaguisados al equipo con más y mejor masa social de la categoría. Además este arbitro mediocre, pésimo, mostró una evidente animosidad contra los jugadores zaragocistas, que viene de antaño, y que obliga a los dirigentes de nuestro club a tomar medidas y a exigir al Colegio de Árbitros que este sujeto no vuelva a silbar sus graznidos pitolaris al Real Zaragoza. Los partidos contra Alcorcón y Gimnástica han sido tergiversados por los arbitrajes tan perniciosos realizados por dos incompetentes malencarados. Los zaragocistas sólo queremos que los encuentros de nuestro equipo sean normales, con dos rivales que buscan la victoria por sus medios, sin intervención arbitral, ¿es que esto es tan complicado de conseguir?.

Por Jeremy North.

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