La insoportable levedad del ser | La Lupa

La insoportable levedad del ser | La Lupa

Real Zaragoza 0 – 1 AD Alcorcón

Obra del escritor checo Milan Kundera, “La insoportable levedad del ser” (1984) fue en su día un éxito de ventas y motivo de sesudas conversaciones entre intelectuales que trataban de desenmarañar la complejidad de lo que allí se narraba. Nada menos que la esencia trascendental del ser humano. A través de la experiencia vital de un hombre, con sus conflictos sexuales y afectivos, la lectura se topa con conceptos como la inutilidad de la vida de un ser, por ser esta única y no poder compararse con otras, anhelando por consiguiente un mito del eterno retorno que no fuese vanamente repetitivo, sino que ofreciere el clavo ardiendo de la mínima discrepancia en cada vida distinta que se pudiera vivir.

A diferencia de los seres, los equipos de fútbol empiezan una vida distinta cada temporada. Se podría decir que nacen de nuevo en cada pretemporada y que al morir, pueden mirar hacia atrás y hacer balance, sabiendo que al año siguiente renacerán. Pero no nacerán impunes, sino que heredarán las consecuencias, ya para bien, ya para mal, de su vida anterior. Al mismo tiempo podrán comparar sus distintas vidas, sus distintas temporadas.

El peso y la levedad son factores que aparecen en la novela, como atributos que van y vienen en las conductas y actitudes de sus personajes, comprometiendo y aún dirigiendo su devenir. En nuestra realidad, el Real Zaragoza actual carece del peso, de la sustancia que tuvo hace años y que aún se recuerda con añoranza. En esta vida nueva recién empezada, el renacer empezó plagado de dudas lógicas y los primeros pasos se están afrontando con ilusión y con paciencia. Dos victorias seguidas, una en liga y otra en copa, invitaban al optimismo. Se buscó la tercera victoria seguida en una semana. No pudo ser.

El Real Zaragoza tierno y leve se metió alegre en un cenagal viscoso y pesado, intentando luchar con los recursos a su alcance, pero pronto empezó a cometer errores. En uno de ellos, y no exento de infortunio, llegó el gol del Alcorcón. Era lo mejor que le podía pasar a un equipo rocoso, cuya gran aportación al fútbol consiste en defenderse ordenadamente y triturar al rival con una batería de pequeñas faltas continuas que impiden el desarrollo de cualquier tipo de jugada con criteriol.

El partido se acabó mucho antes del pitido final. Lo que padecimos en la segunda parte fue una sucesión de interrupciones, algunas de ellas violentas, que el árbitro fue incapaz de atajar. Todos los intentos de hilvanar más de dos pases seguidos por parte de los locales terminaban con algún jugador blanquillo tirado en el césped. Un baño de hierba, y de cruda realidad, para un equipo al que las fuerzas no le duraron, al que le acabaron pesando las piernas y las ideas, y que se encontró cara a cara con su insoportable levedad.

El entrenador está ayudando a hacer crecer a una plantilla que ha demostrado cosas buenas, pero pronto tendrá que, además de automatizar lo aprendido, asimilar cosas nuevas. Y por encima de todo el necesario bagaje, imprescindible respirar el barniz de la segunda división, donde el talento es útil, pero también la perrería y la experiencia. Y la experiencia se gana con partidos. Habremos de seguir teniendo paciencia, cosa lógica y natural en un grupo joven y con ganas de comerse el mundo.

Por Ron Peter.

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