El odio a la profesión | La Lupa

El odio a la profesión | La Lupa

SD Huesca 3-1 Real Zaragoza

En “Open”, el libro de memorias que escribió André Agassi en colaboración con el escritor JR Moeringher en el año 2009, es una obra fascinante sobre la vida profesional y personal de un deportista único, de dilatada vida tenística y que ofrece un ejemplar y sincero repaso de sus sentimientos, emociones, triunfos y fracasos. Dentro de sus páginas aparece un pensamiento recurrente, su odio al tenis, como señala en sus primeras páginas: “Juego al tenis para ganarme la vida, aunque odio el tenis, lo detesto con una oscura y secreta pasión, y siempre lo he detestado”. Ese odio a su profesión procede de la infancia, cuando su padre Mike Agassi, un expugil iraní, que emigró a Estados Unidos en la época de los años 50 del siglo pasado, le obligaba a estar golpeando en una pista de tenis que construyó en su casa, al menos 2.500 pelotas diarias lanzadas por un dragón artesanal. Su teoría era que, golpeando un millón de bolas al año, necesariamente su hijo llegaría a lo más alto. Y en efecto, su hijo André llegó a ser número uno mundial en dos ocasiones y ganó ocho Grand Slams. Pero nunca consiguió ser feliz en el mundo del tenis, porque lo sufría más que disfrutaba, y sólo en los últimos años de su longeva carrera y con su vida personal estabilizada tras su matrimonio con Steffi Graf, consiguió disfrutar de su profesión. Los jugadores zaragocistas parecen odiar el fútbol y, por lo tanto, su profesión, según se desprende del desastroso partido que realizaron en Huesca.

Como bien señaló Toquero en sus declaraciones postpartido, aunque el Real Zaragoza se hubiese adelantado en el marcador, habría perdido seguro, puesto que el Huesca fue infinitamente superior en juego, interés, iniciativa, intensidad, hambre de fútbol, y un bastante largo etcétera. La alienación presentada por Natxo González, repleta de jugadores fuera de forma y en posiciones extrañas, fue un acicate para el desenfreno futbolístico oscense, que encontraron boquetes en ambas bandas para penetrar con gran facilidad en la retaguardia zaragocista. La ausencia de Delmás fue incomprensible y las presencias de Benito, Oyarzun y Buff aún más, aparte de la insistencia en posicionar a Guti adelantado y lejos del mediocentro, fueron decisiones erróneas del entrenador vitoriano, que lastraron el rendimiento del equipo. Pero si los jugadores salen al césped sin tensión y el rival está hipermotivado, el resultado no puede ser otro que la derrota, y no importa la presencia de un jugador u otro.

Estamos ante un bucle, una historia que se repite constantemente; el equipo produce sensaciones positivas, pero no consigue resultados, esa falta de victorias va minando la moral, el entrenador que tenía su mente aparentemente clara empieza a dudar de sus jugadores e incluso de sí mismo y al final se produce el desbarajuste habitual del otoño zaragocista y llegan las derrotas, los nervios, el desánimo y por supuesto, el cabreo generalizado del entorno zaragocista.

Y esto va a continuar “ad aeternum”. El Real Zaragoza, para ascender de categoría, precisa de un presupuesto y de una plantilla muy superior al resto, con jugadores hechos y derechos en calidad y personalidad, y un entrenador que tenga capacidad de decisión y ejecución, con experiencia o con ganas de comerse el mundo del fútbol, pero con personalidad también muy acusada. Ambos casos se produjeron en el anterior ascenso, con una plantilla de tronío y con Marcelino, un entrenador caro y de mucho carácter. Mientras sigamos con los ajustes presupuestarios no ascenderemos, puesto que dependemos del acierto del Director Deportivo con la confección de la plantilla, y siempre sucederá que buenos jugadores en otros equipos, cuando llegan al Real Zaragoza se achantan y pierden su valor, y entrenadores que triunfan en equipos modestos, pierden el oremus en Zaragoza, porque aquí, y no puede ser de otra forma, se exige el ascenso y el triunfo constante, esto no es Reus ni Huesca, somos el Real Zaragoza, un grande, y no importa que estemos en horas muy bajas, tenemos que ascender a primera división para subsistir, y los jugadores y entrenadores que nos llegan temporada tras temporada no superan la presión.

Por Jeremy North.

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