Un saludo a la esperanza | La Lupa

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Real Zaragoza 1-0 CD Tenerife

Aún ahora, varias horas después, todavía me parece ver la figura de aquel aficionado, erguido de repente bajo la lluvia, clavándose de pie en su localidad, justo delante de mí, adoptando una posición marcial, con la mano en sien en un gesto de militar respeto y admiración ante la inminente entrada al cesped del capitán Alberto Zapater. Corrían los últimos minutos del encuentro y la emoción estaba a flor de piel. No era para menos. El Real Zaragoza estaba a punto de lograr los tres puntos en una victoria agónica pero merecida. Tres puntos que son un bálsamo de verdad, que alejan un poco el peligro y que alivian de momento las sensaciones perniciosas y los malos augurios.

El año no había empezado bien. El último empate en casa tras el parón navideño no aportó esa renovación, esa frescura, tan deseada por la afición zaragocista. Parecía que el destino seguía marcado para mal. El pesimismo que de natural ya viene en muchas de las gentes de esta nuestra tierra se ha ido extendiendo mezclado con resignación. Este año se han hecho las cosas de otra forma. Con previsión, se fichó pronto, se hizo plantilla. Sin alardes, sin dispendios. Con la calma. Con mucha paciencia. Y la afición ha respondido: con paciencia, sin dejarse llevar por los demonios de siempre. Así era al menos hasta este sábado, día en el que la caldera podría haber explotado. En los mentideros del zaragocismo ya se daba al entrenador como flor pasada. No fue así, al menos no en este partido. Tres puntos, un esquema de juego aseado y una actuación notable de los jugadores lograron que, por fin, después de bastante tiempo la gente se fuera contenta a casa.

Los blanquillos salieron desde el principio a tener la iniciativa y muy pronto llegó el gol, fruto de un gran pase de Eguarás a Borja y una asistencia de éste a Pombo, quien ejecutó perfectamente. Es grato ver como de vez en cuando funcionan las combinaciones en ataque. Eguarás se mostró como timón conductor delante de la defensa, como ese jugador que da el primer pase y que tan útil resulta para desatascar. Por delante de él Guti, Ros y Febas inquietando a los rivales. Por las bandas, un gran Lasure, otro canterano que se suma al carro que ha de conformar el futuro de este club. También un mejorado Benito que llevó el peligro hasta el área rival, aunque sus pases de la muerte se quedasen a medias.

El dominio zaragocista fue casi completo. El rival tuvo alguna ocasión, siempre es asi, pero lo importante que tenga pocas y que las pocas que tenga sean controlables. Hubo momentos en la segunda parte en la que algunas pérdidas de balón supusieron contraataques. Los centrales también estuvieron bien y en esta ocasión no hubo despistes pero…podría no haber sido así. Tampoco se debería haber llegado hasta el final con esa sensación de ahogo. El equipo mereció más. ¡Incluso se falló un penalti!

Si se juega así, si las lesiones no nos minan más, si el equipo se lo cree, el Real Zaragoza no debería pasar apuros. Se puede avanzar e ir dando alegría a la parroquia. Sufrida parroquia zaragocista que aún en los momentos de zozobra, aún con el frio o la lluvia siempre cuenta con esos miles de fieles que acuden a La vieja Romareda. También a ellos quizás, en un gesto personal aunque marcialmente exhibido, querría ese solitario centinela que se emocionaba con la entrada en la batalla del Gran Capitán, dedicarles su sentido saludo de anónimo camarada.

Por Ron Peter.

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