El teatro de lo absurdo | La Lupa

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Real Zaragoza 0 – 1 Sevilla Atl.

El libro “Jardiel, la risa inteligente”, escrito por Enrique Gallud Jardiel sobre su abuelo, Enrique Jardiel Poncela, el dramaturgo aragonés nacido en Madrid, y editado por “Doce Robles”, es una ejemplar aproximación a uno de los artistas más importantes en la literatura y en el teatro de la España del siglo XX, que fue censurado tanto por la República como por el régimen franquista y que probablemente se adelantó varios lustros a su tiempo, puesto que su forma de entender la vida y su obra no fue vista con aprecio por sus coetáneos. Gallud considera que definir el humorismo de Jardiel es “como pretender pinchar una mariposa con el palo de un telégrafo”. En todo caso apunta una serie de recursos humorísticos de situación que son empleados más abundantemente por Jardiel en sus obras, como la sorpresa, el contraste, la paradoja, la falsa lógica y el absurdo o incongruencia. De estos dos últimos recursos se basó el Real Zaragoza para perpetrar un partido-engendro este domingo, su puesta de escena fue más propia del Teatro del Absurdo que de un equipo de fútbol.

Desde el pitido inicial del colegiado pudimos percibir que los zaragocistas no se habían despertado de la siesta postingesta. El Sevilla Atlético, a pesar de su nefasta clasificación, tiene buenos y jóvenes jugadores, que, si se les permite crecer en el césped, actúan con desparpajo y calidad y se mostraron netamente superiores en todos los aspectos del juego ante un Real Zaragoza adormilado, confuso y escasamente proactivo. Resulta sorprendente que con una Romareda animada y dispuesta al ánimo constante, el equipo mostrase una imagen tan penosa, con un centro de la defensa descuidado y lento, un mediocampo desaparecido y con Guti y Zapater nuevamente superados y con una vanguardia inexistente, con Buff y Borja desaparecidos y Pombo luchando contra sí mismo. El gol de los sevillistas fue una muestra de la falta de intensidad y con la pasividad con la que el Real Zaragoza encaró el encuentro, puesto que ante la ausencia de Eguaras en el césped por ser atendido en la banda, nadie cubrió su puesto durante el ataque sevillista y Mena realizó un buen disparo, pero sin presión alguna, imparable para Cristian.

La segunda parte fue un calco en la incapacidad de la primera, aunque los zaragocistas salieron con una intensidad mayor, pero entonces el corazón triunfó sobre el cerebro y se atacó con exceso de efectivos y con un defecto defensivo absoluto, que permitió al rival llegar varias veces en franquía a la puerta de Cristian, afortunadamente sin acierto. El dominio fue efectista, más por número que por calidad, con un desacierto excesivo en la conducción y en la combinación y los cambios no fueron positivos, incluso el de Lasure, único jugador aprobado en su juego, por Oyarzún fue un despropósito.

Gran decepción. La victoria frente al Osasuna fue injusta, porque el equipo navarro fue muy superior, pero el Real Zaragoza no le perdió la cara al partido en ningún momento. En cambio, la sensación contra el filial sevillista es que se encaró sin ninguna tensión y con una falsa superioridad, cuando este equipo sin presión ni intensidad no es superior a nadie en segunda división. Es cierto que estamos luchando por la promoción cuando hace dos meses estábamos con el agua al cuello, pero eso no exime de la exigencia de vencer en los partidos que es obligatorio hacerlo, como el del pasado domingo. Siendo sinceros, equipos como el Sporting, Rayo Vallecano y Osasuna (a pesar del triunfo en el Sádar), son superiores en calidad y cantidad a la plantilla zaragocista, y sólo desde el autoconvencimiento de que se puede triunfar sobre cualquier rival, basándonos en el esfuerzo y el sacrificio, se puede conseguir el objetivo de jugar la promoción. Por eso debemos olvidar las excusas que ya están sobrevolando el conformista entorno de que “ha sido un accidente” y demás zarandajas y Natxo González y la plantilla deben trabajar en evitar espectáculos tan dantescos como el del domingo, modificar la táctica, puesto que el rombo está domesticado por los rivales, minimizar al máximo las oportunidades y los remates del contrario y dominar nuevamente la parcela central y ambas áreas. A trabajar y que no se repita.

Por Jeremy North.

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