Un complaciente fracaso | La Lupa

Un complaciente fracaso | La Lupa

Real Zaragoza 0 – 0 CD Numancia

Hay una diferencia entre fracaso y catástrofe. La catástrofe supone una destrucción de las estructuras de un concepto y por tanto su desaparición o posible conversión en otra cosa. El fracaso es no conseguir los objetivos e implica decepción, tristeza o incluso ira. Para el Real Zaragoza la catástrofe hubiera sido descender a segunda división B. No ha sido así, y como en la vida casi todo es relativo, pues aún hemos de estar complacidos de que la temporada haya sido un fracaso, en vez de una catástrofe. Porque eso es lo que ha sido este año: un completo, cuartero y absoluto fracaso.

Este martes día 4 de junio se jugaba el último partido en La Romareda, un partido sin nervios. No era nula la trascendencia del resultado de cara a un posible incentivo económico por clasificación, pero en lo esencial ya estaba todo el pescado vendido. Era la ocasión perfecta para dos cosas: primero, que los jugadores nos ofrecieran a la parroquia un partido entretenido con victoria satisfactoria, y segundo: que el público soberano manifestase su descontento por el balance del año y exigiese responsabilidades a la directiva.

El partido en sí mismo fue un remanso de paz. Ni los sorianos del Numancia inquietaron en demasía la puerta de Ratón, ni el Real Zaragoza supo hilvanar con efectividad jugadas de peligro. No hubo tampoco juego duro ni viscosas triquiñuelas de otras índoles. Tampoco hubo excesiva indolencia, pero no sirvió para la reivindicación de jugadores, con la excepción de Dorado que salvó un par de goles y que no mostró torpeza por la inactividad precedente.

Desde la grada de animación fluyó un surtido de cánticos, consignas y diatribas de toda condición y pelaje. Se recordó a Tebas, a Lasaosa, a Cuartero y a algunos jugadores, en especial a un Álvaro Vázquez que no se ha sabido labrar las simpatías de una parte de estos aficionados tan vehementes, aunque no por ello se merece esa inquina siniestra con la que ayer se le clamaba. El resto del estadio los recriminó de forma tibia, al igual que también de la misma manera acompañaba levemente los “¡Directiva, dimisión!”

La gestión de esta temporada por parte de la directiva y del cuerpo técnico ha sido nefasta. En el haber el acierto de Igbekeme, Nieto o Biel y en el debe, la mala elección de delanteros, el pufo de Medina, la horrenda composición inicial de la defensa hasta el punto de tener que fichar dos centrales a mitad de temporada, la mala planificación de la plantilla ante las lesiones o incapacidades de Guti, Zapater, Eguarás, Lasure, Benito, Papu, Grippo o Toquero, todos ellos piezas importantes el año anterior. ¿Qué hubiera sido con todos ellos en forma y con una delantera decente?

El mayor acierto de esta directiva fue la llegada de un entrenador de verdad: Víctor Fernández, que vino a subsanar deficiencias anteriores y a insuflar un espíritu nuevo de esperanza a la afición zaragocista. Y otro punto a favor es haberlo convencido para continuar el año que viene. Es esa rectificación a tiempo la que ha salvado a la Directiva de un masivo clamor por parte de una afición que apura su sexto año en segunda división, y se apresta para el séptimo. Esperemos por el bien de todos que todo aquello que se le ha prometido a Victor, se haga realidad y podamos aprender de los errores del pasado para que un día llegue el futuro que queremos. ¡Hasta la temporada que viene! ¡Aupa Zaragoza siempre!

Por Ron Peter.

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