Escalando sin mirar atrás | La Lupa

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UD Las Palmas 1 – 1 Real Zaragoza

Superado ya el ecuador de la temporada y asumida por todos la gran diferencia existente entre los objetivos iniciales de nuestro Real Zaragoza y la inequívoca posición actual, es difícil desprenderse de las sensaciones de fracaso o decepción. Entre adversidades y malas decisiones de la dirección deportiva se han echado a perder una docena larga de partidos. Sin embargo, no es menos cierto que esas sensaciones podrían estar siendo mucho peores ahora mismo.

No estamos camino de la catástrofe porque de alguna manera, se ha invertido la tendencia y el equipo, que era triste, reservón y endeble, se ha transformado en un grupo de hombres que creen en sí mismos y que muestran en cada partido el afán de ganar, con ambición y no miedo a la hora de buscar la puerta contraria. Es evidente que la llegada de Víctor Fernández con Loreto, y el reajuste en la preparación física y anímica, ha tenido mucho que ver en ello. Diez puntos en sus primeros cinco partidos eran el reflejo fiel de este aumento de rendimiento, saliendo de la zona de descenso y estabilizando los ánimos de cara al futuro.

Los puntos dan confianza y ayudan a afrontar los compromisos que van llegando. Así, de esta guisa, el Real Zaragoza trata ya de tu a tu a cualquier rival de esta segunda división. A cualquiera se le puede vencer. En esta ocasión tocaba volver a Las Palmas, al estadio del infausto recuerdo de aquellos siete minutos de hace unos años., que ya es solo una muesca más en la historia del fútbol y que a buen seguro será compensada alguna vez. Se salió bien, a competir, con el balón como argumento futbolístico, pero enseguida los canarios, encimando a Eguarás y a Pombo, anulaban los canales habituales. Tan solo James, grande cuando los demás no aparecen, oxigenaba el centro del campo.

Un equipo no se transforma de repente, y a veces, aunque la dinámica sea positiva, los viejos fantasmas salen a la luz. Así, un error defensivo innecesario, una pérdida en un costado, propició una llegada con pase de la muerte a Rubén Castro que, solo, no perdonó. Una vez más, tocaba remontar. Y en esta ocasión, la fortuna se presentó, con un golazo de Alvaro, digno de un killer. Mención especial habría que hacer al árbitro. No recuerdo en muchos años haber hablado bien de los arbitrajes, pero hay que reconocer que acertó en ocasiones cruciales para la marcha del partido, y nada fáciles de apreciar.

En la segunda parte los blanquillos fueron más a por la victoria, e incluso con la expulsión de Peñalba, la ocasión se presentaba nítida. Víctor lo intentó todo, con Gual y Linares en el verde, pero fue infructuoso. De hecho, con la entrada de Araujo (otro “amigo” nuestro) los amarillos, lejos de arredrarse, se aproximaron a la meta de Crstian con bastante peligro. Un partido que podría haber sido una victoria con descabello, se convirtió en una faena de medio pelo y gracias a no haber salido a cuerno tocado.

Al final, un empate fuera de casa, de esos con sabor agridulce. Dulce por remontar un gol, agrio por haber desperdiciado una gran oportunidad de escalar tres puntos en vez de uno. Pero es lo que hay. Ahora toca viajar a Galicia a por los tres puntos, de nuevo, a seguir conformando la nueva dinámica, intentando resolver los viejos problemas y afrontando con serenidad e inteligencia la lacra de las lesiones, que esa es otra. Seguir escalando, y no mirar atrás.

Por Ron Peter.

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