Actos de contrición y primeros pasos

Era más o menos la medianoche del maldito 18 de Mayo cuando aterrizaba en Zaragoza tras ver la debacle en Mallorca, un sentimiento de indignación invadía mi león zaragocista, pero en la mente, un tiempo venía rápidamente a mi cabeza, 105 días de Pretemporada para NACER de nuevo, 3 meses y 2 semanas para arreglar los errores cometidos, un tiempo demasiado grande como para hacer los deberes a última hora.

El comienzo de la Pretemporada comenzó con las explicaciones del “capo” del club entonando meas-culpa y tratando de hacer un lavado de cara a una situación que 2 años antes, cuando cogieron las riendas del club, había sido la bandera de su discurso adornado con supuestas intenciones de modernización y cambio progresivo hacia una profesionalización del club que sería su seña de identidad desde el Punto Inicial de sus decisiones.

Como se ha ido observando a lo largo del tiempo, los cambios fueron relegados a una posición de olvido y dejadez que para nada llevaban relación con ese objetivo inicial, al final, el paso del tiempo y el descenso, les ha visto obligados a hacer corriendo la reestructuración que en 2 años no se habían visto capaces de hacer. Además, debemos de unir que se han juntado a fecha 19 de Mayo con una de las plantillas más caras en cuanto a salario se refiere, que el zaragocismo jamás haya visto.

Se esperaba una desbandada, un cambio de cara casi completo a una plantilla que te había llevado a la debacle más seria que se haya visto dentro del seno blanquillo, una fuga de los directivos culpables de no saber reaccionar ante el caos del pasado y que fueran coherentes en lo que su nefasto trabajo había llegado. La única marcha que se pudo ver fue la del antiguo Director Deportivo Miguel Pardeza, el cual, ya en el mes de Enero – Febrero, dijo que no continuaría al frente del equipo y dejaría paso a un aire nuevo, en cambio, otros grandes culpables como Pedro Herrera o Eduardo Bandrés, simplemente con boca pequeña dijeron que ponían su cargo a disposición del máximo mandatario y no tuvieron la dignidad de dar la cara ante los incrédulos aficionados que continuaban viendo el esperpento en lo que se había convertido el club.

Comenzó la época de rumores y noticias entorno a jugadores. Esta primera semana giró entorno a los mismos nombres, los ya conocidos y sabidos por todos que tendrían las primeras marcas en la salida hacia su fuga del club blanquillo tras la debacle. Diego Milito, Sergio García, Ayala, Aimar o Matuzalem, eran los primeros nombres en salir a la palestra, a su vez, también aparecía el reloj de cuenta atrás en dos casos especiales, la compra en propiedad de Oliveira y la compra de Lafita por parte del Deportivo.

Para cuando todos estos rumores sobrevolaban constantemente el panorama zaragocista, llegó el bombazo uno del verano, el nombre del nuevo entrenador, ese nombre que tanto anhelaba la afición y que podría ser el primer espaldarazo hacia el posible ascenso por la vía rápida y recobrar un poco de creencia en una labor, que con el paso de la competición, se había visto muy desacreditada en el seno de la directiva de Agapito Iglesias. El nombre resonó en el panorama nacional como ya lo hizo el fichaje de Ayala el año pasado. Marcelino García Toral, el nuevo prototipo de entrenador trabajador y capaz de sacar petróleo de un grano de arena, el entrenador que ha logrado meter al Racing de Santander en UEFA, el que consiguió que el Recreativo soñara hace 2 campañas con un objetivo europeo durante muchas fases de la competición y que sólo la escasez de efectivos le privó en el sprint final de la liga.

El gran nombre, el primer golpe de efecto llegaba. Trabajo, sacrificio y sobretodo, efectividad, eran las cartas de presentación del primer salvavidas al que los aficionados nos agarrábamos. Un nombre que hizo experimentar un cambio de concepto en el fútbol que se iba a ver en el once blanquillo que saltará cada fin de semana en la Liga Adelante, un concepto de fútbol moderno que se basa en el esfuerzo colectivo y la supremacía del trabajo en grupo por encima de las individualidades. Una llegada fresca que hizo esperanzarse de cara a los siguientes 3 meses veraniegos a los que los aficionados nos íbamos a enfrentar y que serían duros de digerir con los posibles nombres a llegar y las posibles marchas a producir.

El segundo bombazo, la contratación de Oliveira por 10 millones de euros. Un objetivo que ningún club de segunda se puede permitir, un lujo asiático que la maltrecha economía zaragocista se había atrevido a realizar y una contratación que cerraba las bocas de los incrédulos ante las famosas palabras de Agapito Iglesias en relación a la subsistencia del Real Zaragoza sin la necesidad de vender jugadores. Ese segundo gran bombazo, ese “refuerzo” que jamás se podría haber visto en el anterior descenso de este siglo XXI se había hecho efectivo. Un jugador que te ha aportado goles, un jugador que supuestamente realizaba unas declaraciones en la web del club entonando su agradecimiento por su adquisición y que se ponía a disposición del club para ayudarlo al ascenso, hacia que solo con su presencia, la delantera zaragocista fuera mortal ante las defensas rivales en la Liga Adelante.

Habían expirado ya 12 días tras el descenso, 12 días en los que el primer golpe de efecto ya había llegado con la contratación de Marcelino, el segundo, con la compra de Oliveira, el tercero con los actos de contrición por parte de Agapito entonando meas-culpa y el último, en relación a las intenciones con la actual plantilla. Esperemos que esas ideas que se habían quedado estancadas en relación a la modernización del club, esas ganas por intentar ser un club de Siglo XXI que busque potenciar diferentes recursos que ayuden a que una parte importante como es la cantera surta al primer equipo y jugadores con coste 0 ingresen en la caja blanquilla ingresen importantes beneficios tanto deportivos como económicos, hace que estos primeros días atisben un poco de luz a las grandes sombras que planean sobre unos patrones que simplemente en su discurso inicial, parecían tener cabida y dosis de ilusión.

Todos estos primeros movimientos también podrían verse como una cortina de humo ante el duro golpe del descenso, un descenso que nuevamente llevaba consigo otros graves problemas como la tenencia de un contrato televisivo, la expiración del contrato con el antiguo patrocinador y la posible pérdida de una gran parte de la masa social que en los dos años anteriores había respondido ilusionada ante los nuevos aires que corrían por los pasillos y gradas de La Romareda. Estos primeros días dejan pasos muy importantes dados, otros que se tienen que realizar con firmeza y algunos más, que tienen que ayudar a despejar ciertas dudas y, sobre todo que ayuden a que la afición no se vea abocada a un nuevo apagón televisivo.

Por bubu.

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