Esperanza e ilusión

El 25 de mayo de 2006, Alfonso Soláns Soláns anunciaba la venta del paquete de acciones que poseía del Real Zaragoza SAD a un grupo empresarial aragonés, Codesport, una empresa dedicada a la ejecución de obras de edificación industrial, de obras civiles y públicas, propiedad del empresario soriano Agapito Iglesias. Se avecinaba un cambio, pero se desconocía la profundidad del mismo.

 

Lógicamente, en una reacción muy humana, los cambios despertaron las suspicacias esperadas. Quién era el comprador, por qué o para qué compraba, sería cierto que Soláns se llevaría “lo suyo…”. Pero a pesar de esos temores, la afición zaragocista recibió los cambios con la esperanza de que había vida más allá de Soláns y de que la realidad de mediocridad incuestionable e inmutable que se nos vendía sólo era una de las posibles realidades.

En esta columna de “A Fondo” hemos comentado hasta la saciedad la gestión del Sr. Soláns y nos cansa repetir argumentos muy manidos. Ha sido una etapa de lobotomización general, de frialdad absoluta, con chispazos de genialidad con las dos copas del rey obtenidas y con la enorme afrenta para el zaragocismo del descenso a segunda división, huella indeleble que marcará para siempre el mandato de Soláns. Pero ha llegado el momento de cerrar ese libro y comenzar la lectura de uno nuevo, a pesar de que aún nos quedan recuerdos del anterior, algo de lo que tampoco podemos evadirnos en este artículo.

Agapito Iglesias no ha resultado ser un máximo accionista al uso del consumidor normal: no ha querido guardarse el protagonismo de la presidencia, y para ese puesto ha escogido a Eduardo Bandrés, un Profesor de Económicas que había realizado una buena labor al frente del difícil departamento de Economía, Hacienda y Empleo del Gobierno de Aragón. El Sr. Iglesias además demostró un importante conocimiento de la afición zaragocista contratando como entrenador de la primera plantilla a Víctor Fernández. Y avanzó las líneas maestras de su programa con el fichaje de Pablo Aimar, un salto brusco en las aspiraciones deportivas con la contratación de jugadores en su mejor momento como futbolista.

Ya se habían puesto los dos pilares fundamentales para la creación de una nueva esperanza. Zapatero a tus zapatos que decía aquel. Un economista a ocuparse de la economía y un gran conocedor de la afición zaragocista, amén de gran entrenador, a ocuparse de la faceta deportiva. Pero quedarse en esa división sería una superficialidad imperdonable.

En primer lugar, no es un economista cualquiera el que se hace con las riendas. Además de ser uno de los mejores en su trabajo, es un hombre con muchos contactos y con muy buenas relaciones. Es la persona que tenía que sacar al Real Zaragoza del marasmo de sordera que parecía responder desde las instituciones a los constantes lamentos victimistas del anterior mandatario. Llegaba la hora de comprobar si la sordera era intencionada o, cómo muchos creemos, los lamentos eran inadecuados, en el momento impropio y por un cauce incorrecto. Habrá que darle tiempo al tiempo.

Lo cierto es que todo parece indicar que las cosas se están haciendo mejor en ese apartado. O al menos con más coraje y más decisión. La impopular subida de los abonos fue el primer paso, pero se hizo cómo parte de un órdago a la grande. Se iba a confeccionar un buen equipo y para ello, todos debíamos aportar nuestra parte. En cuestión de días, se recalificarán los terrenos de las oficinas del Real Zaragoza junto a La Romareda y eso ayudará a salvar el ambicioso presupuesto recién aprobado. El Real Zaragoza está casi en “situación de quiebra” en palabras del propio Bandrés, pero en vez de recurrir al falso aprieto de cinturón y a la descapitalización de la plantilla con traspasos a precio de ganga, se busca un incremento de los ingresos por otros vías. La queja y el lamento han sido sustituidas por el intento y el arrojo. Y es que en el fútbol, lamentarse no sirve de nada, hay que tirar a puerta. Bandrés lo está haciendo, esperemos que la apuesta económica le salga bien.

En segundo lugar la figura de Víctor Fernández no supone sólo la llegada de un gran entrenador, sino que supone muchas otras cosas añadidas. Supone volver la mirada a la maltrecha afición blanquilla y traer a alguien que entienda el fútbol cómo ellos, supone el retorno del recuerdo de la época dorada del zaragocismo, supone ambición frente a la tristeza amarga de los Rojo, Flores y demás. Supone buena prensa en el ámbito nacional, supone intentarlo frente a conformarse. Supone un indiscutible salto de calidad en el banquillo que traerá amarrado necesariamente un salto de calidad en la plantilla y supone un proyecto a cuatro años en los que por primera vez en mucho tiempo se quiere crecer de verdad y se están poniendo los peldaños necesarios para ascender al sitio que todos deseamos y creemos merecer.

Estos arriesgados movimientos necesitaban de un buen comienzo de Liga, y eso ha sucedido. La labor de Víctor Fernández, hasta el momento muy correcta, y una plantilla competitiva, con mayor carácter ganador que las anteriores, están correspondiendo al interés de los nuevos propietarios del club para agradar a la masa social. No olvidemos que la parte económica depende en gran medida de la marcha deportiva, algo que se olvidó lamentablemente en la anterior etapa y que los actuales mandatarios parecen ser conscientes de ello.

Las cosas han cambiado y hasta ahora para bien, la esperanza sustituye al conformismo, el Real Zaragoza vuelve a ilusionar.

Por Jeremy North y Gualterio Malatesta.

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