Real Zaragoza 1 – 0 Oviedo | Crónica

Real Zaragoza 1 – 0 Oviedo | Crónica

Cicatrices que enseñan

Tres crónicas en un semana, tres balazos al corazón del zaragocismo que se sostiene a duras penas en medio de un maremoto de emociones que tardaremos en olvidar. La herrumbrosa derrota ante el Nàstic y el oxidado empate ante el Huesca nos dejó mal heridos y por eso el partido de ayer ante el Oviedo provocó en la afición una sensación de temor ante la posibilidad de que se consumase la tragedia. Hoy respiramos hondo pero solo con el tiempo sabremos valorar la gran importancia de la victoria de ayer. El agónico gol de Gutián, si dentro de 19 días estamos en disposición de celebrar la vida, pasará a la historia del Real Zaragoza, pues de no haberse producido ahora mismo estaríamos sumidos en un profundo abismo.

El encuentro fue un monumento al desorden. En el minuto 1 el Oviedo quiso y casi pudo. Dos aproximaciones vertiginosas produjeron un ácido temblor en las piernas de los jugadores zaragocistas y que la grada recibiese muy malas vibraciones. Ser un equipo está caro, muy caro, y el Zaragoza ahora mismo no tiene cuartos para pagar semejante lujo, algo que significaría sin duda que los partidos pudiesen ser mejor gobernados y, como dijo el míster en la rueda de prensa, terminarlos con cierta tranquilidad. No era el caso y de eso se hizo cargo el equipo de Generelo en el primer tramo del choque.

A partir del minuto 15 el juego se equilibró a pesar de que Morán no consiguiese coser ninguna jugada con criterio y Dorca nos recordase que tiene sombras en su juego que no le hacen bien al equipo. La banda izquierda no mezclaba bien, pues Rico se apuntó a su peor versión, la que nos recuerda al lateral fallón y descolocado de hace un par de años, e Hionestroza se empeñó en jugar como nunca lo debe hacer un extremo, es decir, de espaldas al área contraria y buscando cabriolas imposibles, lo que provocó un estupendo atasco en ataque.

Tuvo que ser que Lanzarote el que ocupase esa banda para lanzar un centro medido que cabeceó Ángel en primera instancia y remató finalmente Guitián para lograr el único gol del partido. Un gol, con suspense, pues el árbitro tardó unos segundos en darlo al no tener claro si había traspasado la línea de meta. Pero gol.

El partido cambiaba de cara y el equipo de Carreras decidió que tenía argumentos para manejar los tiempos y buscar una segunda ocasión para cerrar la tarde. No pudo ser y volvió a caer en esa especie de indolencia a la que se ha abonado últimamente, con toda seguridad a causa de una terrible presión a la que los jugadores y el cuerpo técnico no están sabiendo encontrarle un justo lugar en sus mentes. Las imprecisiones, el nerviosismo, el miedo al fracaso son muy malos compañeros y los muchachos ayer sintieron el dolor de la tenaza de la Historia y el incontestable peso de la responsabilidad. Malas noticias, en cualquier caso.

El vestuario no alivió el estrangulamiento emocional que vive el equipo. En seguida se vio que el equipo estaba paralizado. Se echó en los brazos de la vulgaridad y de las guerras individuales. Morán seguía sin encontrar la luz y con el centro del campo deshilachado al Oviedo solo le faltó escuchar la voz de su míster para avanzar todas sus líneas en busca del gol del empate. Carreras reaccionó dándole entrada a Pedro en lugar de Hinestroza, pero el problema no era ese. El problema era que el Zaragoza no era equipo, no vivía como equipo, no sentía como equipo. Ni siquiera sufría como equipo. Les podía la ansiedad al mismo tiempo que el terror al fracaso les impedía elegir bien y tomar decisiones adecuadas.

Aun así, el equipo aragonés dispuso de varias ocasiones de gol. No concretó ninguna, pero la afición, incansable y comprometida con la causa hasta la extenuación, entendió que los chicos necesitaban su aliento antes de que se cayeran del todo. Había que tomar alguna medida que aliviase el acoso al que el Oviedo estaba sometiendo al Zaragoza y la grada suspiraba por la entrada de Javi Ros, un jugador que podría sostener al equipo y equilibrar los embates asturianos. Parecía la sustitución lógica, pero no. El cuerpo técnico le pidió a Rubén que saliese al campo en lugar de Lanza, proponiendo una defensa de cinco con tres centrales capaces de repeler todos los balones aéreos que sobrevolaban la meta de un magnífico Herrera.

La grada no lo entendió. O no lo compartió. La pitada fue monumental en un momento crítico. Con el equipo de Generelo en busca del gol sin ningún tipo de pudor, al Zaragoza solo le quedaba guardar bien sus espaldas y tratar de lograr un segundo tanto que nos diese la tranquilidad. Lo primero lo logró a muy duras penas, con dos sustos muy grandes que casi destrozan el corazón blanco y azul de la Basílica, y lo segundo no pudo ser porque ni Rico ni Ángel encontraron el hueco por el que introducir el balón en la puerta del Oviedo.

Al final, tras un partido vacío de contenido y de fútbol, se logró una victoria de grandísima trascendencia que permite al equipo zaragozano mantenerse vivo y sostener con esperanza la antorcha de la promoción, algo que debe cerrarse definitivamente el próximo sábado en Palmós frente a la Llagostera. Un partido crucial que no debe llamar a la relajación ni a la confianza, pues solo la victoria debe ser el resultado final para entrar en el territorio por el que discurre el camino que nos debe devolver a casa. A Primera.

Ficha técnica

Real Zaragoza:
Manu Herrera; Isaac, Guitián, Cabrera, Rico; Diamanka, Erik Morán, Dorca; Lanzarote (Rubén, min.82), Ángel (Dongou, min.73) e Hinestroza (Pedro, min.63).

Real Oviedo:
Rubén Miño; Nacho López, Josete, Verdés (Cervero, min.71), Dani Bautista; Jon Erice; Viti (Susaeta, min.54), Michel, Edu Bedia (Linares, min.58), Hervías; y Koné.

Gol:
1-0. min.20. Guitián.

Árbitro:
Ocón Arráiz, del Comité Riojano. Amonestó con tarjeta amarilla a los locales Ángel y Manu Herrera y a los visitantes Rubén Miño, Jon Erice, Michel y Nacho López.

Incidencias:
Partido correspondiente a la jornada 41 de la Liga Adelante disputado en el estadio de La Romareda ante unos 24.000 espectadores.

Puntuaciones

Manu Herrera: 4. Experiencia, madurez y valentía.
Isaac: 3. Muy rápido en ataque y muy luchador, a veces le pudieron sus ganas de atacar y descuidó la defensa.
Gutián: 2. No estuvo fino en el corte y algo torpe en la salida. Goleó.
Cabrera: 2. Su fuerte, que es el juego aéreo frontal, ayer no le acompañó. Espeso con el balón en los pies.
Rico: 2. Su espalda sufrió y no encontró buenas salidas con el balón.
Morán: 1. Perdió balones y no encontró la línea de pase ofensivo.
Dorca: 2. Lento e inexpresivo.
Lanza: 3. Sigue siendo el mejor, si bien ayer no desbordó con claridad.
Hinestroza: 1. Desordenado en la conducción y oscuro en el desborde.
Dimanka: 3. Cubrió campo, luchó y aportó cosas en ataque.
Ángel: 3. Lo lucha todo y ayer llegó con más claridad a la portería contraria. Tuvo tres ocasiones muy buenas que no concretó.
Pedro: 2. Más entonado, participó con criterio en algunas acciones.
Dongou: 2. Hizo bien su trabajo, molestando a la zaga visitante y anunciando cierto peligro.
Rubén: 2. Es un buen profesional, que cumplió con su cometido.

por arrúa 10 (Real Zaragoza, Aire Azul)
@japbello

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