AD Alcorcón 0 – 3 Real Zaragoza | Crónica

AD Alcorcón 0 – 3 Real Zaragoza | Crónica

Nos queda el cielo

El Real Zaragoza nos regaló ayer una pequeña obra maestra futbolística. Jugosa, sabrosa, joven al tacto y madura en su perfume. Una joya que se acuesta en la cultura de un club admirado en muchos momentos de la Historia . Una delicatessen digna de escenarios de más categoría que el coqueto estadio del Alcorcón. El partido de ayer, en fin, nos permitió rescatar del fondo del baúl blanquillo alguna exclamación casi olvidada, de esas que no hace tanto eran moneda común en la Basílica y en las tertulias zaragocistas.

La victoria por 0-3 es la llave que nos lleva a ese territorio en el que tanto le gusta habitar a Víctor. Unas alturas que deberían ser el entorno natural de un club llamado a medir sus fuerzas en llanuras majestuosas. Y en ellas va a dormir durante al menos siete noches porque lo merece, porque vence y convence y porque es autor de un relato muy bien elaborado y mejor narrado.

El partido comenzó con un corolario de estudiados movimientos por parte del Alcorcón que se presentó ante su adversario dispuesto a asfixiarle con una presión de barro y polvo. Sin embargo, la insolente actitud local fue fácilmente combatida por el Zaragoza con una doble estrategia. Por un lado, alimentando a sus dos delanteros con balones largos y afilados; por otro, exprimiendo la calidad de Kagawa entre líneas. Fruto de ese trabajo, de esa delicadeza, de ese despliegue de talento fueron los dos goles que en el minuto 41 ya flameaban el marcador de Santo Domingo.

Lo mejor de todo, empero, era que además de las dos dianas de Dwamena y Suáreaz, dos guerreros leales e inacabables, el equipo aragonés había dispuesto de varias ocasiones claras de gol, lo que habría llevado el partido a un escenario mágico. Recogemos, entre otras notas, un disparo de Vigaray y un chut de Suárez. En medio, el 1-0, obra de Raphael. Su porfía, su potencia y su voluntad de vencer le inspiró y logró robarle el balón en franca pugna a Dieguez para lograr, de delicada vaselina, esu primer gol oficial como zaragocista. Era el minuto 11.

El Zaragoza ya había mostrado su colmillo y enseñoreado su gusto por el toque y la combinación. Y, sobre todo, había demostrado que era capaz de sobreponerse a los amagos del Alcorcón, como cuando encajó un gol que fue anulado y que en absoluto apagó su fe en sí mismo. Dio comienzo, entonces, una fase de cierto sosiego, de gustarse en cada pase, de mirarse al espejo de la gratitud futbolística. Y de disfrutar de ocasiones. Como la de Nieto, de cabeza; como la de Dwamena, tras portentosa carrera contra el viento; como la de Atienza, que cabeceó picado fuera por muy poco. O como la de Vigaray, la mejor de todas, cuando enganchó un metálico derechazo que Dani Jiménez atarapó milagrosamente en dos tiempos.

Era de justicia que se lograse el segundo gol y este llegó gracias a una portentosa pugna de Suárez con Dieguez y el portero, Dani. El colombiano recibió un balón directo de Cristian, desgarró la cintura del central amarillo, despreció el penalty que le propuso el cancerbero local y enganchándose al césped remató cruzado para lograr el 0-2. Era un gol merecido, diagonal y seductor. Un gol sugerente que nos habla de fútbol, que nos recuerda que tenemos memoria.

El camino a la ducha nos dejó varia simágenes muy nutritivas. Ver a varios jugadopres zaragocistas dirigirse abrazados a los vestuarios nos sirvió para recoger un mensaje fértil, de equipo unido y comprometido. Buenas vibraciones.

La segunda parte comenzó con una apuesta vertical del Alcorcón. Su deseo por meterse otra vez en el partido vino de las botas de Sosa, quien le envío un disparo metálico a Cristian que el rosarino desvió con un gran rechace, modelo de reflejos y colocación. Magnífica parada. Pero no la única, porque minutos después Stocihkov volvió a probar al portero zaragocista. Y de nuevo nos asombró con una parada estartosférica. Ayer, Cristian volvió a sumar puntos.

El partido estaba decantado a favor del ímpetu madrileño. Eso lo supo leer muy bien Víctor, quien sustituyó a Lasure, ayer lateral para permitir a Nieto suplir al lesionado Igbequeme. Ros saltó al terreno de juego y de nuevo comprobamos la importancia de un gran entrenador. Con un solo movimiento varió el rumbo del partido y ahí comenzó el festival aragonés.

El Real Zaragoza recuperó el pulso y fue Guti quien marcó el punto de inflexión. Con un chut afilado despertó a Dani Jiménez, que vio cómo el balón rozaba el poste izquierdo. Y a partir de ahí, el equipo se enamoró de sí mismo. Y nos enamoró. El centro del campo alimentó el corazón y los pulmones de los muchachos, el balón se pintó de blanco y azul y el césped de Santo Domingo disfrutó del mejor fútbol que se ha jugado sobre él en muchos años. Para completar el menú, Kagawa se quitó el mono de trabajo y lució el esmoking de las grandes ocasiones para exhibir su saboduría futbolística con pases, combinaciones y balones largos. Grandísimo jugador, Shinji.

Se llegó al último cuarto con el partido navegando sobre las aguas del Ebro. No había acción en él que no contase con el permiso de los jugadores aragoneses y cada gesto, cada decisión llevaba el sello del buen fútbol. Y no conformes con el 0-2, los chicos, los guerreros de Víctor se echaron al monte a base de razón, generosidad y corazón. En el 86, Dwamena decidió romper las leyes físicas y desafiar a Dani Jiménez, pero su remate no encontró la alianza del gol. Fue una pena, pero no importó. Poco después el Zaragoza confeccionó una jugada de contraataque que quedará en los manuales de los cursos de entrenador. La empezó Eguaras, la bordó Kagawa con el tacón, la prolongó Dwamena, la perfiló Eguaras de nuevo y la consumó Vigaray con un disparo raso. Fue un acto de amor por la belleza.

Y se llegó al final. Los gritos de júbilo lo fueron no solo por la victoria, sino por la forma en que se logró. Y sobre todo porque los jugadores, el equipo nos transmitió un texto inmaculado que anuncia nuevas gestas. Y porque nos lleva de la mano al sendero que debe conducirnos de nuevo a casa. A primera.

Ficha técnica

AD Alcorcón:
Dani Jiménez; Paris, Diéguez, David Fernández, Pomares (Miakushko, 76); Dorca (Reko, 46), Aguilera; Sosa, Stoichkov (Harper, 57), Ernesto; y Romera.

Real Zaragoza:
Cristian Álvarez; Vigaray, Atienza, Grippo, Lasure (Javi Ros, 57); Eguaras, R. Guti, Nieto; Kagawa; Dwamena y Luis Suárez (Blanco, 82).

Goles:
0-1, min. 11: Dwamena. 0-2, min. 41: Luis Suárez. 0-3, min. 90: Vigaray.

Árbitro:
De la Fuente Ramos (Comité Castellano-leonés). Amonestó a Romera (15), Grippo (51) y Kagawa (88).

Incidencias:
Partido de la 04ª jornada de LaLiga SmartBank disputado en Santo Domingo ante unos 3.500 espectadores.

Puntuaciones

Cristian: 5. De nuevo inconmesurable.
Vigaray: 5. Grandioso. Fue un gigante.
Atienza: 4. Cierto, seguro e imperial.
Grippo: 3. Luchó con denuedo y generosidad.
Lasure: 3. Empeñado en trabajar, se esforzó y lo dio todo.
Eguaras: 4. Se pareció mucho a sí mismo.
Nieto: 4. Gran trabajo, tanto de volante como de lateral.
Guti: 4. Barrió el campo de arriba a abajo. Enorme.
Kagawa: 5. Puro caviar.
Suárez: 5. Increíble su crecimiento. Rompe defensas y golea.
Dwamena: 5. Inmenso. Se fajó con todos y venció siempre. Goleó.

por arrúa 10 (Real Zaragoza, Aire Azul)
@japbello

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