Al final resultó inevitable. El Real Zaragoza ni supo ni quiso estar a la altura de las circunstancias y cayó abatido por la inanición al saber que su objetivo ya estaba prácticamente cumplido, que la salvación estaba virtualmente sellada. Mala noticia, porque esa fue la prueba de que nunca se aspiró a la pomada o, por lo menos, no se tuvo la capacidad necesaria para abordar bajeles más poderosos que la chalupa en la que han remado nuestros muchachos.
El partido de ayer fue tan gris, tan pobre, tan vacío que no se merece una crónica. Ni siquiera los tímidos silbidos de una afición entregada hasta el extremo de mostrar cariño por su equipo aún en una situación tan bochornosa como la vivida en La Basílica en una tarde, por fin, futbolera de verdad. Tan futbolera que en algún momento quien esto escribe llegó a revivir aquellas jornadas de domingo en las que se respiraba el fútbol con el que siempre me identifiqué y que, poco a poco, tengo que dar por perdido.
El Burgos visitó Zaragoza con la sana intención de demostrarle al mundo que es un equipo modesto pero trabajador, con interés y actitud de mejorar cada jornada. No se llevó el partido porque la fortuna, en forma de dos postes, no quiso ser su compañera y porque el portero de los blanquillos volvió a ser, una vez más, el Divino (sí, ya sé que el auténtico “El Divino” fue Don Ricardo Zamora, pero déjenme soñar con que Cristian es su reencarnación y que podemos disfrutar de su magia a las orillas del Ebro en medio de tanta podredumbre).
Somos afortunados por haber llegado a este recodo del camino con los puntos suficientes para olvidarnos de penurias. Y también lo somos por encontrarnos estos días en disposición de comenzar a pensar en un futuro mejor de la mano de la nueva propiedad. Si no fuera por todo ello, quizás a estas horas estaríamos temblando sumidos en un estado de pánico del que es muy difícil alejarse si no hay argumentos. Y ayer no los hubo.
Jim habla siempre en las previas de competir, de camiseta, de esfuerzo, de objetivos alcanzables, pero la realidad es muy tozuda y en ocasiones obscenamente descarada. Esa misma realidad que impide que los chicos disputen un partido de fútbol con la actitud adecuada para acercarse a la victoria. En la primera parte no hubo nada que comentar, excepto el zapatazo de Matos que se estrelló violentamente contra el poste derecho de Cristian. SI hubiera entrado, habría sido uno de los goles de la temporada, pero lo más grave es que se produjo fruto de la indolencia y la somnolencia en que estaba instalado el equipo aragonés.
Se llegó al descanso abrigados en un fútbol vacío y con ninguna acción digna de comentar, salvo una incursión de Borja que le llevó hasta el borde del área pequeña para, allí, morir con un chut desviado. Nada más. Bueno sí: un disparo a lo loco de Eugeni que acabó rozando un par de nubes que por allí pasaban.
Del centro del campo hacia adelante, nada que comentar. Álvaro, aislado; Eugeni, amortizado por el empeño de Jim de hacerle jugar fuera de su mundo; Vada, desconectado de la vida; Nieto, falto de ritmo y de finura. En fin, así podríamos completar la lista. Enfrente, un Burgos tranquilo, suelto, animado por la temporada que ha completado se atrevía a ser atrevido. Solo le faltó el gol. Afortunadamente.
Tras el descanso el equipo castellano se quedó definitivamente con el partido. Tuvo varias ocasiones, como la de Guillermo que anuló Gámez en una acción que pudo haber sido penalty y que sirvió para enfadar a la grada e, imagino, a los miles de televidentes zaragocistas. Después, en el minuto 62, de nuevo Guillermo lo intentó y ahí surgió, enorme, grandioso, Cristian para despejar el balón con una estirada de vídeo.
Ni la entrada de Francho y Narváez activó al equipo ni el Zaragoza supo afrontar con energía un partido que le debía a su afición. Al contrario, el Burgos pudo lograr el gol pero de nuevo el palo, ahora el larguero, lo impidió. No era posible ofrecer una peor imagen que la de ayer y ni siquiera los ánimos de la parroquia ni la presencia de Sanhellí en el palco pudieron agitar a un grupo absolutamente torpe, horizontal e inerme ante el reto de lograr los tres puntos para sellar la permanencia matemáticamente.
Fue un partido de muy mal gesto, horrendo, para olvidar, aunque haya quien diga que en ocasiones como estas lo que hay que hacer es recordar para no repetir errores. Un partido, en fin, que se llegó a dar por bueno cuando el empate ya campaba en la mente, los corazones y la mirada de un zaragocismo más pendiente, ya, del futuro que de mensajes que ya nadie se cree porque el horizonte de un milagroso play off está muy, pero que muy lejos.
Real Zaragoza:
Cristian Álvarez; Gámez, Francés, Jair, Nieto; Zapater (Francho, 60), Eugeni (Petrovic, 86), Vada (Narváez, 60); Bermejo, Sainz (Puche, 73); y Álvaro Giménez (Sabin Merino, 73).
Burgos CF:
Herrero; Álvaro Rodríguez (Navarro, 74), Córdoba, Rubio, Grego, Matos (Fran García, 84); Elgezabal, Andy (Miki Muñoz, 78), Juanma (Ernesto, 78); Pablo Valcarce y Guillermo (Medina, 74).
Goles:
Árbitro:
J.López Toca (Comité Cántabro). Amonestó a Sainz (24), Rubio (25), Álvaro Rodríguez (63), Córdoba (75) y Jair (92).
Incidencias:
Partido de la Jornada 3 de LaLiga SmartBank 2021-22 disputado en La Romareda, con 18.000 espectadores.
Cristian: 4. El mejor, con un gran paradón.
Gámez: 1. Aturullado y poco eficaz en sus acciones.
Francés: 2. Sus salidas y su clarividencia ayer rozaron solo el aprobado.
Jair: 2. Algo desorientado y poco claro con el balón.
Nieto: 1. Escaso de ritmo y poco hábil en sus decisiones.
Zapater: 2. Trabajador y lúcido en el corte, pero poco más.
Vada: 1. Desubicado y poco fértil.
Eugeni: 1. No es su lugar ni su momento.
Borja: 3. El único que encaró y afrontó desafíos.
Álvaro: 1. Solo y estéril.
Bermejo: 1. Se dio de bruces con su precipitación.
Narváez: 1. Ni sombra de lo que pudo ser.
Francho: 3. Aportó ritmo y carácter, pero no conectó.
Puche: 1. Intervino muy poco y no encontró relaciones.
Sabin Merino: 1. Cada día más lejos de lo que puede aportar.
Petrovic: S. C.
por arrúa 10 (Real Zaragoza, Aire Azul)
@japbello