FC Andorra 0 – 1 Real Zaragoza | Crónica

FC Andorra 0 – 1 Real Zaragoza | Crónica

Con tal de regresar

El fotógrafo Reinaldo Coddou confesó una vez: “La foto ideal es aquella que cuenta lo que ha sucedido en un partido entero”. Esa frase es un shot certero sin flash, porque cada palabra es un fogonazo directo al corazón de cualquier hincha. El mismo que iluminó la mirada del zaragocismo irredento cuando el acorazado cuerpo de Bebé enfiló la portería de Vidal. En esos segundos alborotados, en cada zancada del nuevo jugador blanquillo dormía el anhelo del gol. En esos segundos, digo, un relámpago bajó desde la montaña al valle e iluminó la Basílica, que ayer dormía en soledad.

El partido fue un reflejo en la nieve de lo que se vivió el pasado lunes frente a la Ponferradina. Un Zaragoza dinámico, agitado y agitador, con una propuesta muy vertical y con los tres palos en el horizonte como única orilla posible. Con una actitud voraz, aplicando en cada acción toda la electricidad acumulada durante la semana, el equipo supo bloquear los pulmones del Andorra, que no pudo interpretar el muy identificable guion de Eder Sarabia. Buenos argumentos para el choque, pero no suficientes para doblar la rodilla de un equipo, el andorrano, superado por el viento avispa en todo momento.

Pero decíamos que el choque repitió el esquema. Y lo hizo en varias dimensiones. En primer lugar, en las ocasiones construidas y nunca finalizadas. Como el chut de Francho en el minuto 2, que rechazó Vidal y remató tarde Vada; como el disparo cruzado de Giuliano, que no encontró la red, sino el poste izquierdo; como el cabezazo de Mollejo, que salió alto cuando un goleador avezado habría activado el marcador a favor. O como la doble ocasión del Cholito y Puche, incapaces de aprovechar la torpe salida de Vidal con un gol que habría hecho justicia a lo propuesto esa primera parte.

¡Ah! Pero queda el segundo destello repetido: las lesiones. Si el lunes fue Iván Azón el herido en combate, ayer cayeron dos infantes en la llanura helada. Primero Mollejo, quien sufrió un doloroso giro en su tobillo que le condenó a retirarse en la camilla que te aparta de la pugna; después fue Bermejo el que recibió o el golpe del infortunio. Siguió en el campo, pero abandonó escudo y espada porque el dolor le podía.

¿Y el Andorra? Tejió mil jugadas, enmarañó el juego con una lentitud mentirosa rota con súbitos acelerones que perturbaron a la defensa de Escribá. Las bandas fueron un provocador espacio por el que deambularon algunos puñales montañeses y a su desactivación se dedicaron Gámez y Nieto con desigual fortuna. Cristian, sin embargo, logró elevarse una vez más por sobre las nieblas del fracaso y nos regaló a los amantes del fútbol de siempre, a los enemigos del fútbol moderno, una parada impagable, bella, sanadora. Fue en el minuto 89 y ahí se abrió el libro de la victoria.

Cuando se resquebrajó el tobillo de Mollejo Puche fue llamado a la pugna. En el descanso Bebé recibió de manos de Bermejo la muleta de la alternativa. Esperábamos mucho del caboverdiano, ese futbolista con rasgos de guerrero capaz de recorrer largas distancias y afrontar las empresas más arriesgadas. Pero sigamos la línea del tiempo. Con la entrada de Bebé, decíamos, algo se movió en el equipo. Puche se acomodó al lado de Giuliano y Vada se apartó de la banda izquierda para darle paso al nuevo compañero. Todo estaba bien y así lo hizo ver el Zaragoza, que hizo bueno lo que debería ser un axioma: “Históricamente, la guerra es la constante”. Así debe ser, al menos en fútbol y en sentido figurado. Aquí no hay sitio para la paz futbolística. Los golpes deben sucederse y no debemos abrir ningún camino a la pereza.

El equipo de Escribá se hizo gigante a base de esfuerzo inagotable, de espumosa constancia. Su presencia obedeció a un insaciable deseo de agotar al contrario y a lo largo de esta fase lo logró. Aun así, el Andorra tiene pegada y lo quiso demostrar a través de Bundu, que asustó a Cristian con un chut aislado pero muy bien generado que le limpió el aire al poste derecho. Pero eran chispazos sin mucha energía, lo que animó a Sarabia a darle la vuelta a su equipo. Hizo varios cambios y sus decisiones le cambiaron la mirada al partido. Puche estuvo a punto de contener el proceso con un disparo lejano, pero a partir de ahí el partido se quedó en las botas de los de casa. 

Escribá jugó a sostener el equipo y la entrada de Alarcón fue una botella en el mar con un mensaje dentro: un punto es poco, pero puede ser mucho. Fue el tramo del encuentro en que el balón giró sobre el micro universo de Cristian. Varios chuts imperfectos pero amenazadores. Y el Zaragoza, en la trinchera. Y en ese acoso endeble pero incierto llegó el momento de la noche. Jacobo se presentó en el borde del área grande. Acomodó el balón, dispuso el cuerpo y lanzó un misil que llevaba una etiqueta pegada donde podía leer: “Gol”. Sin embargo, Cristian tiene respuestas para ese tipo de amenazas y respondió con esa parada “impagable, bella, sanadora” de la que hablaba antes. Ahí se generó el triunfo.

Todo parecía el fin: el balón corría menos, el césped se desperezó y la grada se adormiló. Quedaban apenas un minuto para llegar al puerto del empate, escaso pero valioso, cuando Francho se quedó un balón perdido por la impericia andorrana. Enganchó una arrancada épica y le entregó todas las armas y bagajes en forma de balón a Giuliano. Hasta hoy, esa jugada habría acabado en una galopada inacabable del joven leopardo argentino, pero ayer, cuando levantó la cabeza, percibió que un portentoso atleta le indicaba el sendero de la conquista. Raudo, se deshizo del cuero y se lo hizo llegar a Bebé, quien, él sí, supo qué hacer y cómo hacerlo, toda una novedad en este Real Zaragoza. Y escribió un sugerente microrrelato que nos hizo recordar que esto es fútbol. Pudo con todo y resolvió con un chut eléctrico para lograr el gol que nos llevó a Territorio Victoria. Después, la danza, el abrazo de madera de bosque frondoso, la celebración de fuego.

La victoria de ayer puede que llegue tarde, porque no sabemos e tiempo que nos queda, pero el dulce sabor del triunfo nos permitió volver a soñar. Esto es así: detrás la miseria brilla la luz de la ilusión.

Ficha técnica

FC Andorra:
Vidal; Bundu (Germán Valera, 63), Petxarromán (Altimira, 75), Alende, Mármol, Pampín; Aguado, Hevel, Sergio Molina (Iván Gil, 56); Carlos Martínez (Bakis, 63) y Albanis (Jacobo Glez., 56).

Real Zaragoza:
Cristian Álvarez; Gámez, Francés, Jair, Nieto; Francho, Zapater (Grau, 86); Bermejo (Bebé, 46), Vada (Alarcón, 67); Mollejo (Puche, 31) y Simeone.

Goles:
0-1, min. 92: Bebé.

Árbitro:
Milla Alvendiz (Comité Andaluz). Amonestó a Bebé (92).

Incidencias:
Partido de la Jornada 26 de LaLiga SmartBank 2022-23 disputado en el estadio Nacional, con 2.000 espectadores.

Puntuaciones

Cristian: 4. Nos hizo respirar cuando nos faltó aire.
Gámez: 2. Dura tarea que resolvió con apuros.
Francés: 3. Estuvo a la altura de la exigencia.
Jair: 2. Discreto partido, con imprecisiones y dudas.
Nieto: 3. Mucho trabajo que afrontó con pundonor.
Francho: 5. Inmenso trabajo. Estuvo a todas y en todo.
Zapater: 4. Completó un partido muy serio y responsable.
Vada: 2. Algo desubicado, le faltó finura física.
Mollejo: 4. Gran trabajo, lleno de intensidad y atrevimiento.
Bermejo: 3. La lesión truncó un partido en el que anunció muchas cosas.
Giuliano: 5. Sin lograr golear, fue el mejor. Contribuyó decisivamente.
Puche: 3. Intenso, voluntarioso y luchador.
Bebé: 4. Magnífico en el momento esencial. Marcó la diferencia.
Alarcón: 2. Cumplió discretamente.
Grau: S.C.

por arrúa 10 (Real Zaragoza, Aire Azul)
@japbello

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