Real Zaragoza 1 – 1 Albacete BP | Crónica

Real Zaragoza 1 – 1 Albacete BP | Crónica

Como aves enjauladas

En 2013, hace ahora diez años, Fernando Cáceres le confesó a Chema R. Bravo: “¿Un central que me recuerde a mí? Aún lo estoy buscando”. Esta frase, un bellísimo titular que dibuja con perfil fino la personalidad del Negro, nos serviría para hablar hoy del equipo de Escribá. ¿Un equipo que nos recuerde al Real Zaragoza? Aún lo estamos buscando.

Hoy, sin ir más allá, el Real Zaragoza ha vuelto a mirarse al espejo y de nuevo ha echado en falta un rostro reconocible. No es que no sepa quién es: es que no encuentra un libreto que le seduzca, un guión que le sirva, un relato del que colgarse para entrar en la historia. Nada le funciona a un grupo al que le faltan piezas fundamentales y en el que las que tiene son útiles para mantener un delgado hilo del que pende un futuro inestable y angustioso.

El Albacete pasó y se paseó por la Basílica con un aire de equipo dominador como hacía tiempo que no veíamos. Jugó, gobernó, gestionó y casi culminó un partido para guardárselo en su videoteca. Sin ser el mejor de la categoría sí que demostró ser uno de los más guapos y esa belleza casi le resultó suficiente para llevarse los tres puntos. No fue así porque en esta ocasión la fortuna se puso del lado de los zaragocistas y un larguero, un fallo con la puerta vacía y un par de extraordinarias actuaciones de Cristian “el Divino” (con permiso de D. Ricardo Zamora) evitaron la debacle.

La novedad la trajo la audaz decisión de Escribá al poner en el césped a Pape.  LE honra y demuestra que si algo valioso lo distingue es su capacidad para manejar los grupos. El espigado delantero dio todo lo que tenía y la grada se lo reconoció con una mezcla de aplausos y jolgorio a partes iguales. El otro matiz fue la presencia de López en lugar de Jair, quizás buscando mejor salida y algo más de dinamismo en el manejo de la bola.

El partido comenzó con un Albacete cabalgando a lomos de un brioso corcel. Invisible, intangible pero real como el suave cierzo que nos acompañó en la primaveral tarde zaragozana. No había camino que no se traviese a recorrer y tras él, con el estupor marcado en su mirada, un Zaragoza voluntarioso, peleón aunque irregular en cuanto a las decisiones que debía tomar. No tiene ahora mismo piezas que amedrenten o siquiera inquieten al rival. Lo que sí le queda es amor propio y fe en la fe. Le pilló gusto a manosear el balón y en algunas de esas se acercó a la meta de Bernabé, aunque sin la sal ni la pimienta necesarias para atormentarle.

Enfrente un queso ni mecánico ni digital, sino muy humano. Músculo, pulmón, calidad y voluntad. Buenos ingredientes para conformar un menú atractivo y, sobre todo, jugoso. El Zaragoza se las vio para evitar el gol que mereció el Albacete, que llegaba a la meta de Cristian con alborozo y audacia.  Su buen hacer tiene su origen en un mejor pensar. Un equipo que conoce sus mecanismos y, sobre todo, sabe cuándo ejecutarlos es una mina de oro. Ahora manejo, ahora alargo, ahora cruzo, ahora distorsiono. Me recordaba al Zaragoza de Víctor de las semanas previas a la pandemia. Y ese sí era un Zaragoza querido por reconocido. Un equipo capaz de contraer el tiempo como en un agujero negro y en pocos minutos descargar todo el talento disminuyendo el potencial del enemigo.

En ese momento recibimos la visita de la diosa Fortuna. Un cabezazo de Olaetxea, el casi gol de Juanma o el disparo al larguero de Fuster fueron tres chispazos que podrían haber destrozado el corazón blanquillo, pero ayer no era el día para el infortunio.

Y así es el fútbol: cuando la hinchada manchega cantaba alborozada espoleada por el disfrute que le procuraban los suyos Giuliano, que ayer vivió a la sombra de sí mismo, se sacó un chut del bolsillo que no fue gol porque Bernabé nos regaló un paradón de resumen semanal. Habría sido gloria bendita, aunque alguien defienda que injusta. La falta de calidad, ese cero coma de talento que no le alcanza al grupo de Escribá, marcó la diferencia y por eso cuando se llegó al descanso la grada respiró hondo porque todo podría ser peor.

El partido, así y todo, estaba bonito. No era un pasar los minutos y un contemplar cómo navegan las nubes sentados a la solana, sino un intercambio de golpes, algunos más futbolísticos que otros, que habían servido para mantener el voltaje del choque en un nivel atractivo. Al menos, que el aficionado sienta que ahí abajo, en el universo del gladiador, hay veintidós contendientes dispuestos a regalarnos el espectáculo que nos prometen.

De ese espíritu el mejor exponente es Giuliano, un chico que tiene la pugna y el denuedo como señas de identidad. De una disputa infernal, de una discusión futbolística de potrero irredento nació un córner. Y ese córner lo transformó Lluís López en agua pura en medio de los Monegros con un cabezazo de manual, imposible para Bernabé. El gol fue un bálsamo. No diré que de Fierabrás, pero sí un paño caliente que calmó el corazón alterado de la grada. El partido mostraba una mejor cara, pues el Zaragoza estaba en disposición de gobernar lo que hasta ese momento había sido una tormenta insoportable. Sin embargo, muy pronto se vio que el sufrimiento no iba a desaparecer. El Albacete, ya lo hemos dicho, es un señor equipo que sabe jugar al fútbol muy bien. Y a ello se dispuso.

Resistir los embates de los de Albés era tarea colosal. Y se vio a los pocos minutos, los pocos que necesitó el Alba para empatar. Moviendo la pelota, acelerando y frenando, mostrando y ocultando consiguió despistar a todo el equipo y en un momento dado le propinó un latigazo al Zaragoza, previa desconexión de Nieto y Vada, que permitieron que Isaac empalase un disparo cruzado que valió el empate.

Escribá metió sangre fresca en el equipo. Primero Eugeni; luego Puche y Larra. No había mucho más donde buscar. Los cambios amortiguaron un tanto el ímpetu del Albacete y permitieron que el ritmo se ralentizase. Si eso se hubiera hecho antes, quizás se habría evitado el gol, pero eso es jugar con ventaja y bucear en el océano “Y si”. Por eso, ocurrió lo mejor que podía suceder. Que el choque muriese por agotamiento de unos y de otros. Hasta de la Ponferradina, que no logró acortar distancias en lo que se aventura que va a ser una carrera hacia la orilla mientras sentimos el aliento del tiburón del descenso en la nuca.

Ficha técnica

Real Zaragoza:
Cristian Álvarez; Fran Gámez, Francés, Lluís López, Nieto; Francho, Alarcón (Grau, 84); Sergio Bermejo (Larrazabal, 78), Vada (Eugeni, 71); Gueye (Puche, 78) y Simeone (Pau Sans, 84).

Albacete BP:
Bernabé; Carlos Isaac, Djetei, Glauder (Ros, 61), Alcedo; Riki, Olaetxea; Maikel Mesa (Rodri Alonso, 61), Fuster; Juanma (Dubasin, 61) e Higinio (Bolívar, 85).

Goles:
1-0, min. 54: Lluís López. 1-1, min. 65: Carlos Isaac.

Árbitro:
Gálvez Rascón (Comité de Madrid). Mostró tarjeta amarilla a Francés (42), Alcedo (89).

Incidencias:
Partido de la Jornada 33 de LaLiga SmartBank 2022-23 disputado en La Romareda, con 20.000 espectadores.

Puntuaciones

Cristian: 5. Magistral. Volvió a ser, una vez más, el mejor.
Gámez: 1. Superado por el partido y por los rivales.
Francés: 3. Muy centrado y colaborador en todo momento.
López: 3. Un buen partido: fuerte y decidido, goleó.
Nieto: 2. Muy cómodo en ataque, se vio muy solo en defensa.
Alarcón: 1. Horizontal y poco atrevido.
Francho: 3. Su sociedad con Bermejo y Gámez es su punto fuerte. Y su pundonor.
Vada: 1. Desorientado y lánguido. Le falta energía.
Bermejo: 1. No acaba de finalizar sus acciones. Pretende, pero no ejecuta.
Pape: 1. Lucha tanto que a veces lo hace contra sí mismo. Desacertado.
Giuliano: 3. Menos presente pero igualmente importante.
Eugeni: 1. Desubicado. No sabe cuál es su rol.
Puche: 2. Batallador y útil en su papel.
Larra: 1. Debió darle más solidez a la banda. Errático.
Grau: 2. Sobrio y correcto.
Pau: 2. Su chispa animó los pocos minutos que jugó.

por arrúa 10 (Real Zaragoza, Aire Azul)
@japbello

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