A la papelera de reciclaje | La Lupa

Real Zaragoza 1 – 2 Getafe

El sentido del estudio de la historia es aprender cosas que han sucedido en el pasado y que muchas de ellas nos son desconocidas. La historia es parte de nuestro mundo y de nuestra herencia cultural, para bien o para mal, y no podemos darnos el lujo de olvidarla, porque si lo hacemos, corremos el riesgo de repetir errores probadamente evidentes y evitables si se cuenta con una memoria histórica. El ser humano tiende a negar la evidencia o es obcecado por naturaleza, e insiste en provocar situaciones que facilitan el rencor y el odio. Las personas en su mayoría somos conocedores de la receta balsámica que evitaría la repetición de guerras, hambrunas y desastres, pero somos incapaces de ponerla a la práctica. El Real Zaragoza, desgraciadamente, no aprende de los errores de su pasado y sigue insistiendo tercamente en convertirse en el rey de la tierra de nadie.

Lamentable es el único calificativo posible para definir la primera parte del encuentro. El Getafe, un equipo modesto hecho de retales, se plantó bien en el césped y defendiendo muy arriba, desbarató la estructura creativa de los zaragocistas. En todo caso el gran problema no fue el quehacer de los madrileños sino la apatía generalizada de un Real Zaragoza, vago y previsible, que ni presionaba, ni defendía ni creaba. El dominio del Getafe fue evidente y sólo el enésimo chispazo genial de un excesivamente barroco Cani proporcionó otro gol de Diego Milito, pero era una ventaja injusta, y Paunovic, otra de nuestras bestias pardas, aprovechándose de un error de César Sánchez, equilibró el marcador. Incomprensible la actitud de los jugadores zaragocistas, actuando con una suficiencia falsa que sirvió para desnudar sus carencias.

La galvana de la primera parte se convirtió en siesta al comienzo de la segunda y sólo se desperezó el equipo con la impresentable actitud de Álvaro Maior, que dejó al equipo con diez jugadores por una chiquillería que tendría que ser objeto de sanción disciplinaria por parte del club. La inferioridad de número llevó a la superioridad en juego y el equipo demostró que era superior al Getafe en todas las facetas, aunque otro fallo monumental de la zaga, en especial de la conexión argentina Ponzio-Gaby Milito, propició el segundo gol de Paunovic. El trabajo excepcional de Diego Milito en la punta no fue recompensado y el travesaño y un desconocido Luis García finiquitaron las ilusiones zaragocistas.

Todo es cuestión de carácter. Desconozco qué sucede en las “tripas” de esta entidad, que induce a los jugadores a creerse figuras antes de tiempo, a tomarse los partidos como trámites que se sacarán adelante sin mucho esfuerzo, que no consiga el entrenador transmitir su ambición a sus acomodados pupilos. El caso es que pasan las temporadas y se repite la historia una vez tras otra, los aficionados pensamos que la plantilla puede llegar muy lejos y realizar un campeonato de Liga pleno de éxitos y el resultado final es la mediocridad de la media tabla. Un equipo se hace grande en el torneo de la regularidad, que mientras no se diga lo contrario es la Liga, no la Copa. Los jugadores parecen más preocupados en concentrar sus esfuerzos en el más dinámico y compulsivo torneo del K.O. y olvidan que la entidad que representan necesita un impulso que le lleve a los grandes certámenes europeos, como la Champions, que es el asidero económico que puede llevar a cuadrar cuentas, y cada temporada que pasa es una muesca más de un fracaso continuo.

Falta un mes para la Final de Copa del Rey y ya nos hemos quedado sin objetivos en Liga. Víctor tendrá que pensar en dar descanso a ciertos jugadores a los que se les ha subido el pavo y otros que han hecho méritos suficientes para contar con más minutos aparezcan asiduamente en las alineaciones, con un Savio obligatorio como titular. A los aficionados nos queda esperar esa jornada de Madrid, porque el lento deambular de un equipo sin carácter en la Liga sólo puede producir somnolencia.

Por Jeremy North

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