El año de la marmota | La Lupa

Real Zaragoza 0 – 2 Sevilla

Una de las películas más interesantes de la década de los 90 del siglo pasado fue “Atrapado en el Tiempo”. En ella el gran Bill Murray es Phil, el hombre del tiempo de una cadena de televisión, que es enviado un año más a un pueblo de Pennsylvania, a cubrir la información del festival de “El día de la marmota”. En el viaje de regreso, Phil y su equipo se ven sorprendidos por una tormenta que les obliga a regresar a la pequeña ciudad. A la mañana siguiente, al levantarse, Phil escucha en el radiodespertador el mismo programa que la mañana anterior y a la mañana siguiente igual… se ve condenado a revivir, una y otra vez, el mismo día. Todo se repite, pero Phil advierte ciertas ventajas con tanta repetición, puede aprender de los errores que ha cometido en ese mismo día y al siguiente cambiar su actuación, con lo que su vida puede resultar mucho mejor. En la película se crean muchas situaciones ingeniosas y se asiste al cambio de valores del protagonista sin caer en la obviedad ni la sensiblería. El Real Zaragoza también tiene su particular repetición en su vida, pero con una duración más amplia; se la podría llamar “El año de la marmota” y tendría una particularidad negativa con respecto a lo vivido por el meteorólogo: en su actuación NUNCA se producen cambios.

En la semana previa al partido contra el Sevilla hemos escuchado y leído declaraciones de los jugadores, de Víctor Muñoz, del Directivo Miguel Pardeza, etc., advirtiéndonos de la importancia de este partido y de lo mucho que se jugaba el Real Zaragoza en el envite y nos aseguraban que los ánimos estaban por las nubes. Pero al comienzo del partido esos animosos chicos pasaron a ser ánimas, almas del purgatorio, y su corazón estaba helado como la tarde. Excepto César y Gaby Milito, el resto del equipo se encontraba a merced de las robustos y rápidos jugadores sevillanos, que a pesar del pesado viaje desde la lejana Rusia, parecían estar más descansados que nuestros atribulados representantes futboleros de la ciudad.

El partido tuvo poca historia. Fue un monólogo del Sevilla, superior en todas las zonas del campo, y lo único que mantenía cierta tensión era conocer el momento en el que se adelantarían en el marcador. La desgraciada jugada del minuto 39 de la primera mitad, que acabó con la expulsión de César, fue la puntilla para unos jugadores en descomposición. Sin fuerzas, sin ganas, sin motivación, el Real Zaragoza fue un juguete roto, descosido por todas sus costuras, con una indolencia abusiva en sus acciones, un camino continuo hacia la nada.

Julio, agosto, septiembre 1997, 1998, 1999, 2000… hasta 2005, se repite la historia, la misma historia, ilusión en la pretemporada, fichajes extranjeros vendidos desde el club como cracks y confianza absoluta en la “maduración” de los jóvenes valores. Esta teoría anual fracasa sin paliativos cuando se traslada al césped el valor aparente de nuestros chicos, las pregonadas pepitas de oro puro se convierten en hojalata de desguace.

Han sido entrenadores del Real Zaragoza en estos nueve últimos años Víctor Fernández, Costa, Rojo, Lillo, Marcos Alonso, Flores y Víctor Muñoz. Con todos ellos, excepto con Rojo en su primera etapa, no se ha superado la duodécima plaza, clasificación paradigmática de la mediocridad más absoluta, y han sucedido cosas peores que no quiero ni mentar. Esta acumulación de desastres en el banquillo puede proceder de la elección de entrenadores de bajo nivel, o que las plantillas que se forman tienen más vuelo a priori que a posteriori, o la combinación de ambas causas. En todo caso los habituales resultados negativos no proceden de fuerzas ocultas ni de extraños conjuros, porque hasta el momento ni Iker Jiménez ni ninguno de los gurús de lo paranormal están interesados por el devenir zaragocista.

Víctor Muñoz debe ser cesado, mejor hoy que mañana, ha perdido completamente el rumbo. Pero el “Alien” que está gangrenando el cuerpo de la entidad sigue allí, actuando y destrozando su ser. En gran parte de la afición zaragocista existe el convencimiento, convenientemente reforzado por las proclamas de los cercanos al poder, que sin Soláns el Real Zaragoza irá a la ruina y desaparecerá; es una hipótesis posible y no descartable. Pero existe otra hipótesis más posible: con Soláns vamos a la ruina, tanto deportiva como económica.

Aunque en el club ya tienen asumido el sufrimiento, si se les pincha en su epidermis no sienten nada, como nos lo indicó esta semana el Sr. Pardeza Pichardo: «no estamos asustados, porque esto ya lo hemos vivido muchas veces». Pues que bien, todos tranquilos.

Por Jeremy North

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