Cosas buenas, cosas malas | La Lupa

Espanyol 2 – 2 Real Zaragoza

En el Zaragoza actual hay cosas buenas y cosas malas. Sus jugadores poseen una calidad individual que permite confiar en que jugadas aisladas ayuden a resolver partidos. Sin embargo, resulta cara de ver la conjunción de los ritmos y momentos de cada uno de ellos. En el partido contra el Español, jugadores que estaban funcionando recientemente como Ewerthon, César o Gabi Milito, tuvieron actuaciones mejorables. Por su parte, el “bueno” del equipo continúa sin destacar demasiado y es comprensible pues su calidad se basa en la genialidad, y esta no surge fácilmente desde donde Savio se encuentra ahora mismo. Hay que darle tiempo y todo llegará. Otros jugadores, en cambio, como Generelo o Diego, con sus goles respectivos, recuperaron puntos en su particular tarjeta anímica. Eso es bueno e implica que si un día no están unos, estarán los otros y que los recursos del Zaragoza existen aunque a veces haya que registrar con ahínco para encontrarlos.

La presión sobre el entrenador se ha aliviado de forma notoria con los últimos resultados, que le están manteniendo cierto crédito para continuar al frente de la nave. Victor aprovecha el tiempo prestado para seguir investigando sobre cómo conseguir el equipo ideal, con la calma de un analista de laboratorio sometido a la sorda pero intensa obligación de obtener algún producto rentable. Entre prueba y prueba, ya descubrió el poder curativo del ingrediente Ewerthon en la delantera. Ahora intenta encajar el efecto Celades en la pócima, sin conseguirlo de momento. Casi nadie entiende la suplencia inicial de Movilla viendo como cuando sale a jugar el equipo mejora en prestaciones. Quizás sea esa la idea de Victor: ir dando minutos a un jugador que los necesita y que puede llegar a ser necesario, y aprovechar su relevo por el pelado para dar un latigazo al partido y sorprender al rival.

Tras dos victorias seguidas, a punto estuvo el Zaragoza de llevarse otros tres puntos para casa, pero no pudo ser. Todavía recuperándose de sus heridas más recientes, el equipo está tierno y sin el oficio suficiente. Se supo mantener el intercambio de golpes durante una anodina primera parte, tanteando al rival y dándole tiempo a ponerse nervioso, aunque una vez más apareciese Tamudo, que viene a ser como una especie de duendecillo socarrón que siempre gusta de mojarnos la oreja. Parece mentira el tiempo que llevamos y aún debemos resignarnos a que no se le sepa marcar a este señor con la adecuada atención.

En la segunda parte, parecía repetirse la historia de la victoria de Cádiz, con los dos goles que remontaban el tanto rival. Pero el conjunto maño pecó de candidez y pareció no creerse semejante premio. No se supo enfriar el partido adecuadamente y en una desgraciada falta, el de siempre volvió a marcar. Ya llevamos varios partidos en esta temporada en los que, próximo el final del partido, la ventaja se diluye ante un despiste. La falta de estatura en nuestros centrales titulares es algo que está ahí y no se puede cambiar, pero hay que suplir esa carencia con concentración y colocación, y recordar sobre todo que hasta el rabo todo es toro y que los partidos duran… efectivamente, noventa minutos.

Una verdadera lástima, pues una nueva victoria hubiera supuesto una proyección seria hacia la zona media de la tabla y sobre todo, una tremenda inyección de autoconfianza. Pero es lo que hay: empate fuera y punto. Un vistazo a la tabla clasificatoria revela cómo hay equipos que aparentemente están fuera de su lugar, como Betis, Bilbao, Celta o el Osasuna de los milagros. También se ve cómo empieza a partirse la tabla en dos partes. El Zaragoza está cerca de la mitad, pero es engañoso pues son sólo cuatro los puntos que nos separan del descenso, por once de la zona europea.

No hay que descuidarse, pues. Se ha salido de un shock, pero la situación continúa siendo delicada y hay que seguir creciendo. El equipo sigue con su tendencia de recuperación, justa y necesaria si se quiere optar a algo mejor en esta Liga.

Por Ron Peter

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