Un día para recordar | La Lupa

Real Zaragoza 3 – 1 Osasuna

Hace dos décadas y media, cierta profesora de baile se dio a conocer en el mundo de la ficción televisiva, por la primera y lapidaria frase que dirigió a sus ingenuos y esperanzados alumnos: “La fama cuesta, y aquí es donde váissss a empezaaaar a pagaaaar”. Se le podría decir al Real Zaragoza que para ganarse el respeto y el temor de sus adversarios deportivos, ahora es cuando hay que empezar a sudar, en los enfrentamientos contra rivales como el Osasuna, toscos y aguerridos conjuntos cuyo máximo afán es el de ir rascando lo que se pueda sin quemar demasiados muebles. Al igual que los jovenzanos bailarines de la mencionada serie alcanzaban brillantes actuaciones, también los zaragocistas consiguieron el objetivo de la victoria y el aplauso de la afición con un excelente partido.

El encuentro siguió un guión ya servido: un rival duro y firmemente anclado en su estrategia frente a un Zaragoza intentando abrir la lata con las herramientas disponibles, aceptada ya la cesión del centro del campo por parte de los contrarios. Diego Milito, después de varios intentos sin resultados positivos, consiguió al fin cercenar con un testarazo el orgullo y las mallas del contrario. Ayer, Diego se hizo gol, y de paso se hizo más grande y más Príncipe. Las impresiones de partidos anteriores, que nos hablaban de un delantero alto, luchador, con cierto manejo de los pies, con querencia a crear huecos y a dar asistencias, se vieron ayer confirmadas.

El primer gol fue como un agujero en una lata de berberechos. Salió el caldillo, y empezamos a devorar sin pausa ni mesura. Sergio García no quiso perderse el tren de los estrenos y no anduvo lerdo a la hora de aprovechar el pase que Cani envió al corazón del peligro. Sin dar tiempo a nada más, Savio el Magnífico puso la guinda. ¡Qué tío! ¡Es bueno hasta cuando no hace falta!!!

Fue un partido de nombres propios. Además de los delanteros que mojaron, Ewerton lo intentó enrabietado, pero no pudo ser su día. Ya le llegará. Oscar jugó mejor que otras veces, realizando bien las conexiones necesarias, y Movilla fue una máquina que aumentaba de ritmo en la segunda parte. Por su parte, el antaño denostado Valbuena, que con la ayer suma otra actuación decente, aleja día a día los malos recuerdos que teníamos de él.

Por momentos, la superioridad del Zaragoza sobre Osasuna era tan manifiesta, que propiciaba el pensar en campanitas doradas, aunque lo mejor es que fue capaz de sobreponerse, con calma y tenacidad, al fantasma de un nuevo empate, resolviendo finalmente con gran brillantez. ¿Estamos ante el gérmen de algo más rico que una simple lata de berberechos? El futuro, como dijo aquel, está por escribir…

Recuerdo de Memotiva

Este miércoles, antes del comienzo del partido, se guardó un emocionado minuto de silencio en homenaje a un zaragocista, a un hombre que se marchó demasiado pronto de este mundo y que no dejó sino cariño, amistad y buenos recuerdos. Desde el Real Zaragoza se tuvo la gran sensibilidad para reconocer y promover ese especial momento, que todos vivimos con gran intensidad.

Un momento antes de iniciar el silencio, lenta y pausadamente, cientos de personas anónimas, de forma individual, o en grupos de dos, tres o más, nos pusimos de pie desde nuestras respectivas y dispersas localidades. Recuerdo como mi mirada se cruzó con la de alguno de ellos. Desconocidos en la multitud física, componentes anónimos de un enorme proyecto de afición que nació y creció gracias al fenómeno sociotecnológico más grande de esta etapa de la Historia en la que nos encontramos: Internet.

Juan Carlos Molinero “Memotiva” fue uno de los artífices de ello, y aquella noche todos recibimos una lección que no se olvidará de cómo la memoria de un solo hombre puede conseguir grandes logros. Tan grandes como dejar en silencio a 30.000 almas en La Romareda. Tan grandes como mirar a los ojos de un desconocido y descubrir que en ellos hay lo mismo que hay en los tuyos.

Por Ron Peter

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