Lamentable espectáculo | La Lupa

Real Zaragoza 0 – 2 FC Barcelona

La visita de uno de los grandes del fútbol español y mundial siempre debería ser motivo de alborozo entre los espectadores, hambrientos de espectáculo y diversión. Desgraciadamente, las cosas no siempre transcurren por los derroteros deseados, y a veces la emoción esperada acaba siendo de naturaleza muy distinta a la puramente deportiva. La cita nocturna del sábado en La Romareda empezó como partido de fútbol, y acabó convertido caprichosamente en una grotesca pantomima.

El Barcelona se presentó con una actitud distinta a la de la Copa. El equipo alegre y arrollador, cuya defensa era de papel ante las avalanchas de nuestros delanteros, vino transformado en un conjunto sólido, armado desde atrás, más preocupado de asegurarse la protección de su propia meta, que de atacar. Fue también una muestra del respeto que el Zaragoza se ha ido labrando en los últimos tiempos. El partido devino en un enfrentamiento táctico sin demasiadas incursiones ofensivas, contra lo que en principio era de esperar. Ningún jugador, ni en un bando ni en otro, brillaba con luz propia. Con empate a cero se llegó hasta bien entrada la segunda parte.

Fue entonces cuando de repente, de forma totalmente inopinada, surgió la figura del impresentable Samuel Eto’o. Motivado supuestamente por la indignación debida a unas actitudes racistas que percibió entre el público, mostró sobre el terreno la decisión de abandonar el partido. Ello provocó una extraña situación, con este hombre caminando como un niño enrabietado hacia los vestuarios, perseguido por el resto de desorientados jugadores de ambos equipos y por el árbitro que intentaba disuadirlo. Resulta absolutamente indecente tanto la actitud insolente del jugador, como el servilismo mostrado por el árbitro, quien debía haber aplicado con rigor el reglamento permitiendo al entrenador barcelonista sustituir a Eto’o. El abandono del resto de sus compañeros, insinuado posteriormente por Ronaldinho, debería haber concluido con la sanción ejemplar correspondiente al club, aunque mucho nos tememos no hubiera habido en la federación los órganos genitales suficientes para tal medida.

Este hombre, Eto’o, es un personaje maleducado, miserable, y por completo alejado de la ética deportiva. Su trayectoria a base de escupitajos, desprecios e insultos graves en público, tiene una de sus perlas en la provocación sistemática de las aficiones rivales. Es de una bajeza moral extrema utilizar un tema tan serio, grave y condenable como es el racismo, para obtener un beneficio en provecho propio, y eso es lo que hace este hombre, que primero enciende y luego recoge el fruto de entre las cenizas de la hoguera que él mismo ha prendido. Tras su patochada inicial, el público de La Romareda, soberano como cualquier otro, reaccionó con indignación ante la permisividad arbitral y la inmunidad del delantero. Fue entonces cuando se oyó el sonido del uh-uh-uh que tanto gusta a los oidos del camerunés. Pero a Eto’o se le habían terminado las ganas de quejarse. Su equipo había conseguido el primer gol. Objetivo cumplido.

Fue una victoria rastrera e inmerecida la del Barcelona, que no necesita de estas añagazas para ser campeón. Las chulerías y prepotencias deberían ser algo inexistente en los equipos grandes, pero ya no hay estilo ninguno. El equipo catalán no sólo se lleva los tres puntos, sino que deja tirada a los leones (y a las hienas) de los medios de comunicación, a una afición noble como es la nuestra, a la que tan sólo los creadores de crispación como Eto’o y los buscadores de culpables, tacharían de racista o xenófoba. Esta semana se nos dirá de todo. Los guardianes de lo políticamente correcto nos pondrán en el disparadero. No hay que hacerles ningún caso.

No pasa nada por esta derrota, por lo demás asumible. No era el de hoy el rival más adecuado para sacar puntos. El Zaragoza tendrá otras oportunidades para ir sumando e ir haciendo granero, pero deberá aprovecharlas con valentía y decisión.

Por Ron Peter

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