Los “profesionales” son una clase aparte. El cine nos ha ofrecido muchos ejemplos de este tipo de trabajadores bien remunerados, que realizan la empresa para la que han sido contratados con presteza y sobriedad, y la eliminación del sujeto se efectúa con contundencia silenciosa, por lo que el cliente siempre queda satisfecho. Estos profesionales suelen ser individuos taciturnos, absortos y meditabundos, con escasa vida social y mucha vida interior. Hasta en algún caso, como el interpretado por Forest Whitaker en “Ghost Dog”, su actividad aparte de sus “trabajos” se centra únicamente en asuntos tan extraños como la colombicultura. Los futbolistas son también profesionales y están bien remunerados, pero en bastantes ocasiones no hacen bien su trabajo.
Difícilmente en lo que resta de temporada se podrá encontrar el Real Zaragoza con un rival tan flojo. El Rácing es un modestísimo equipo, con jugadores de vuelta del fútbol y algunos de nivel técnico ínfimo, aunque muy bien trabajado desde el banquillo por Manuel Preciado, pero sólo pueden mostrar actitud y garra, y esas cualidades fueron suficientes para aguantar los débiles envites zaragocistas del primer tiempo, que fue un pestiño insoportable, de juego imposible, de balonazos insufribles y sólo el buen hacer del imprescindible Savio podía salvarse entre tanto sinsentido. A pesar de todo los maños tuvieron cuatro oportunidades de gol clarísimas, pero la conjunción del acierto de un magnífico Aouate y el desacierto de Sergio García y Diego Milito dejó las tablas invariables.
La superioridad de nuestros jugadores en la segunda parte fue apabullante. La presencia de Ewerthon en la vanguardia, la resurrección de Cani y el buen trabajo de Movilla fueron señales inequívocas de un dominio avasallador, con un Rácing equivocado, que intentó dar un paso hacia delante y sólo consiguió que se abriese un socavón en su frágil estructura. La diferencia entre las dos mitades fue el juego, pero se mantuvo la contumacia en la negación ante el gol, con Aouate transformado en un héroe totémico y gigantesco. Incomprensiblemente, en los últimos diez minutos el equipo bajó la guardia, se montó en el tren hacia ninguna parte que tanto le gusta tomar y sufrió un par de embestidas de los santanderinos, que tuvieron el justo premio del cero en el marcador, otro resultado hubiese sido un castigo ilógico.
El fin justifica los medios. La temporada en el torneo liguero pocas alegrías nos puede ofrecer, no existen objetivos posibles de obtener y vamos a transitar en las calmadas aguas de la zona media de la tabla. Por ello me parece un acierto que Víctor Muñoz haga rotaciones para tener a todos los jugadores de la plantilla en tensión con vistas a la Final de Copa, porque consigue transmitir a todos que su papel es importante y que tienen posibilidades de jugar.
Un lamento: tengo una sensación de tristeza general por el transcurso del curso liguero. No estoy viendo equipos superiores al Real Zaragoza; salvo el intratable líder azulgrana, el resto ha sido de un nivel igual o inferior a nuestro club. Y el lamento proviene de esa irregularidad de la que no podemos liberarnos, de ese conformismo que aparece en los momentos más cruciales, cuando se debe dar el salto adelante y asaltar la entrada en la Champions League. Tenemos un equipo joven y con presente, existe calidad y fuerza, con defectos en defensa pero con virtudes sustanciales de mediocampo para adelante, pero falta convicción, esa actitud ganadora basada en la constancia y que convierte a un equipo en grande. Qué lástima que cuando somos grandes en calidad, no lo somos en actitud, pero todo llegará y pronto veremos a los grandes de Europa en la nueva Romareda.
Por Jeremy North
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