Hace ya muchas semanas que el Zaragoza no levantaba cabeza en un campo de fútbol, antes ya de la desdichada final del día doce de abril. Faltando ya tan solo dos partidos para terminar la temporada, parecía que la resurrección “entre comillas” había que ir dejándola para después del verano. Una sensación de final de curso anticipado, de finiquito acelerado de pretensiones, de clausura de todo tipo de iniciativa, se había adueñado de todo el entorno hasta el punto de renunciar a rellenar el vacío de partidos de después, con una gira que no hiciese tan largo el periodo no competitivo en este verano de mundiales. Parecía que todos querían largarse pronto a casa, a olvidar y a sanar heridas.
Pero aún quedaban por apurar los rescoldos de la liga, y el fútbol siempre tiene algo que ofrecernos. Cuando para un equipo no queda nada en juego, salvo los maletines fantasma que nadie jamás ha visto pero que a todos fascinan (¿para cuando un especial de Iker Jiménez sobre el tema?), siempre te queda el consuelo de ver a once hombres de los tuyos a ver jugar simplemente al fútbol. A diferencia del Zaragoza, al rival sí le iba la vida en el partido, pero en ningún momento lo pareció. Se mostró como un equipo blando, que generó alguna jugada de riesgo, pero sin crear en ningún momento demasiados agobios a la portería de César.
Pudo haber sucedido como en anteriores partidos, pero en esta ocasión, la habitual pifia en defensa no se encontró con el habitual acierto del rival, y no se produjo ese gol en contra. El Zaragoza marcó primero, y remató después. Fue una victoria quirúrgica, que supone más llanto para el Alavés que alegría para nosotros, pero una victoria al fin y al cabo, necesaria para no seguir menoscabando más la dignidad y la paciencia de todos. El equipo hizo lo que tenía que hacer, y el público lo agradeció en esta tarde de despedidas y homenajes.
Savio, que llegó un día de verano de 2003, se instaló pronto en el devocionario zaragocista: “habló la escopeta de Savio, como diciendo: me queríais para ser decisivo, pues…¡toma!. “(La lupa, 2003-04, jornada 3, Real Zaragoza-Murcia) Desde entonces, el brasileño se erigió como un adalid del equipo, asumió su papel, y fue capaz de encandilar a todo el estadio con sus jugadas. La temporada 2004-05 fue suya:
“Savio Bortolini: gran profesional, un artista del fútbol, con el que tenemos la suerte de contar en nuestro equipo. Estamos de enhorabuena por ser habituales partícipes como espectadores de su arte.” (La lupa, 2004-05, jornada 1, Real Zaragoza-Getafe).
“A veces, en la vida, te encuentras en apuros, y te sientes incapaz de salir por ti mismo. Es en esos momentos cuando hay que recurrir a alguien que no te falla. Cuando no sepas que hacer…pásasela a ÉL, pásasela al bueno del equipo,…pásasela a SAVIO. Él sabrá qué hacer con la pelota”.(La lupa, 2004-05, jornada 18, Real Zaragoza-Betis)
“Savio es el mejor. Pertenece a esa casta de jugadores que siempre son necesarios en un equipo con pretensiones. Su impresionante gol es una cuenta más de un rosario de goles y buenas jugadas que nos pone difícil a todos, decir que aún no es el mejor jugador que ha vestido nuestra camiseta en toda la Historia”.(La lupa, 2004-05, jornada 31, Mallorca-Real Zaragoza)
El domingo asistimos al último partido de Savio en La Romareda. Fue Savio hasta el final. Si se ganó fue en gran parte gracias a él, que tiró del carro con esa avaricia sana que tienen aquellos que, además de jugar al fútbol, disfrutan con él. Fue hermoso verle transformar un penalti que él mismo se había fabricado, y fue mucho mejor verle a hombros de la cuadrilla, como un torero saliendo por Puerta del Príncipe. Pocas veces se tiene la ocasión de ver la despedida a un gran jugador sin haber llegado su decadencia y sin sentir su marcha como una traición o un desdén. Como grande que es, supo responder al público dando la vuelta al ruedo.
La Romareda, que ayer te aclamó, llorará por ti algún día, como Argentina dicen que hizo por Evita. Sucederá cada vez que tengamos tardes aburridas, cada vez que el equipo se muestre incapaz de hilvanar jugadas, cada vez que no sepamos cómo superar las espesuras. Por el Real Zaragoza han pasado grandes jugadores, que han hecho historia y que se han quedado para siempre en la memoria popular. Savio ha sido, fue, uno de ellos.
Por Ron Peter
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