Bajo el fuego | La Lupa

Real Zaragoza 2 – 0 Celta Vigo

El intenso calor que a todos nos sorprendió parecía presagiar la llegada de un prematuro verano. Nadie sabe qué sucederá en lo climático, pero desde luego, en lo deportivo la primavera dista mucho de haber terminado para el Real Zaragoza, que está viviendo el final de temporada más emocionante de los últimos años. Hoy nos visitaba otro rival de difícil negocio, de esos a quienes hay obligación plena de ganar. Sumar otro desatino al de Tarragona hubiera supuesto un fuerte bajón de moral. La realidad se empeña en darnos cancha y el equipo resurge una y otra vez de sus aparentes tropiezos. Bajo la bola de fuego inmisericorde que pendía el domingo sobre nuestras cabezas, el público sudaba impaciencia y los jugadores, todos ellos, parecían moverse torpemente, como si caminasen por la arena del desierto. En cierta ocasión, conmemorando el día de los bomberos, el director Skinner del colegio de Bart y Lisa Simpson se dirigía al auditorio con estas palabras: “El fuego puede ser también nuestro amigo, ya sea para hacer una barbacoa, ya sea contra el Vietcong…”A priori no se sabía a quien iba a favorecer las altas temperaturas. Al final, el fuego fue nuestro amigo.

El Celta se amuralló de forma descarada y parsimoniosa, dejando que la escasa iniciativa presente en el terreno de juego, casi toda del lado local, se diluyese lentamente entre sus dos nutridas líneas defensivas. Celades se mostraba lento y sin ideas de pases largos y tampoco los extremos encontraban huecos suficientes para trabajar sus potencialidades. Diogo estuvo especialmente desconcentrado sobre todo a raíz de la tarjeta amarilla. No hubo ocasiones de peligro en toda la primera parte y el partido no prometía bien. La cosa pudo haber cambiado de haber acertado el tres veces inútil árbitro del día. Ya hacía tiempo que no nos inflaban la moral, y se ve que iba tocando un escamoteo. Tras el resultado positivo nadie se acordará, pero este singular y engominado gañán se comió más de un penalti.

Los minutos iban pasando lentamente en la segunda parte y la cosa variaba poco. Aún parecía que podía acabar muy mal. Faltaba frescura y velocidad. El calor en cambio, pegajoso y tenaz, seguía sin irse. Parecía que estábamos ante el hálito final de una ilusión, ante el estertor de un equipo que lo había dado todo de sí en la temporada, que quizás había llegado el momento de decir: “Hasta aquí hemos llegado, caballeros, hicimos lo que pudimos…” Pero no. Aún nos quedaba Ewerthon. La flecha, la pantera, o como quieran llamarlo, recién incorporado al juego, con un par de toques para acomodarse la pelota y abrir el fuego definitivo contra el marco enemigo. Paroxismo desatado en el graderío y un Celta a cambiar el chip. Poco más tarde el mismo jugador acababa de masacrar al enemigo con un certero golpe, como el rejón de muerte del último de la tarde, de nombre “Celtiña”. Gran fiesta y ovación final a los jugadores. ¡Tres puntos más para seguir soñando!

Cambiando de tercio. está muy bien que, institucionalmente hablando, el Real Zaragoza se involucre en la festividad de San Jorge, y que se aprovechen los grandes eventos deportivos para manifestar cosas como que el Real Zaragoza es el equipo de Aragón, pero de ahí a querer movilizar, así por las bravas y sin encomienda previa, a todos los miles de aficionados presentes esperando que coreemos unánimes y fervorosos ya sean cánticos Labordetianos o jotas populares, pues puede mediar cierto trecho. Por otra parte es de agradecer que no pasase desapercibido en el club el fenómeno colectivo que en su momento supuso el canto del himno frente al Atlético, pero y volvemos a lo mismo, no se puede dirigir y manejar tan descaradamente –subiendo y bajando el volumen de la megafonía- algo que en su día surgió espontáneamente, pues puede ocasionar el efecto contrario al que se desea. Está bien el intento, pero quizás no se ha pulido la forma de llevarlo a cabo.

Sea como fuere, y a pesar de todos los requiebros, ahí seguimos, en la lucha por la champions, exactamente igual que hace dos semanas. El destino nos brinda una nueva oportunidad de seguir en la brecha. Si estos dos partidos que vienen se resuelven sin disgustos, habrá llegado la hora de la verdad, la hora de jugársela, ese momento en el que los hombres ambiciosos de gloria dan todo lo que tienen y más allá. Hasta entonces, seguiremos expectantes.

Por Ron Peter

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