Camino Champions | La Lupa

Real Zaragoza 1 – 0 FC Barcelona

Hace menos de 30 años la Semana Santa en España era sinónimo de oscuridad. La participación religiosa era lo único permitido desde el Jueves Santo al Domingo de Resurrección y todo contacto con lo festivo estaba prohibido. Recuerdo esa música sacra en la única cadena de televisión de entonces, junto al UHF, esas marchas militares y esas películas de romanos y de la pasión de Jesucristo, no había posibilidad de un solaz distinto a ese. Con la Transición y en los años 80 esas costumbres se relajaron y el aroma religioso dejó de ser el predominante y comenzó a salir de las catacumbas la España festiva, la de los vuelos charter y la que abandona sus ciudades para relajarse en otros lugares. Poca gente quedábamos en Zaragoza en la noche de este Sábado Santo, pero los “futboleros” tuvimos como premio un sábado glorioso.

Difícilmente se puede jugar mejor, con tanta actitud como lo hizo el Real Zaragoza frente al FC Barcelona. Rijkaard quiso repetir la jugada que tan bien le salió en el anterior enfrentamiento copero, con la línea de tres atrás, con un centro del campo de mucho toque, y tres mediapuntas, dos de ellos abiertos a las bandas. Pero en esta ocasión Víctor Fernández no se dejó engañar y manipuló la alineación zaragocista con retoques en los puestos, con Sergio García inclinado a la banda y Aimar en el centro, aparte de una disposición distinta en el mediocentro, con Zapater llevando la manija, escoltado por Celades y D´Alessandro. La primera parte fue impresionante, un monólogo de fútbol arrollador de nuestro equipo, al que sólo le faltó la definición. El Barça era un juguete manirroto, incapaz de detener el ataque zaragocista y también de mostrar su poderío ofensivo, reducido a un disparo de Messi. Pero a pesar de la superioridad del Real Zaragoza no se movió el marcador.

El entrenador holandés volvió a su táctica habitual de la defensa de cuatro en la segunda parte y la sensación fue de equilibrio en el juego, con más llegada blaugrana, pero fue un espejismo. Un lanzamiento de D´Alessandro fuera, con todo a su favor, fue el preludio del extraño pero decisivo gol de Diego Milito. El Barça tocó a rebato y se lanzó a por el empate con una decisión que no había tenido hasta entonces en el partido, pero Víctor siguió tocado en sus decisiones por el Espíritu Santo y sacó a un luchador Movilla por Celades, contribuyendo a que el centro del campo mantuviese el dominio maño, con un Zapater inconmensurable. Como sucedió en el partido contra el Atlético de Madrid, toda La Romareda acabó cantando el himno del equipo, otro momento inolvidable en esta temporada y entre el jolgorio general finalizó el encuentro.

La Romareda se está convirtiendo en un fortín inexpugnable para los contrarios, sean débiles o fuertes, y esos triunfos están siendo la base para que se mantengan intactas nuestras aspiraciones de alcanzar el premio mayor que puede obtener un equipo como el Real Zaragoza: la Champions League. Hemos emprendido el camino para llegar a ella, está lleno de trampas y es posible que no alcancemos la meta final pero el hecho de atrevernos a coger su carretera es todo un éxito.

Los 5 guerreros: No son los 300 espartanos, pero para el aficionado zaragocista como si lo fuesen: César, Diogo, Juanfran, Gaby Milito y Piqué fueron una barrera en la que rebotaron los insistentes intentos de Ronaldinho y compañía. Un equipo se hace grande a partir de su defensa y en estos momentos el Real Zaragoza ha conseguido la más consistente en muchos años. El Consejo de Administración debería asegurar la presencia de todos ellos en la próxima temporada, aún a pesar de la complicada tarea de mantener a Piqué, pero un club se convierte en grande cuando los jugadores perciben que lo es y a partir de allí se puede “edificar” un futuro muy, pero que muy brillante.

Por Jeremy North

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