Con este signo, vencerás | La Lupa

Real Zaragoza 2 – 0 Mallorca

En sus sueños una voz le dijo “In hoc signo vinces” y por ello, el Emperador Constantino el Grande, se apresuró a añadir ese signo, el lábaro, a los que ya portaban sus legiones antes de la decisiva batalla del puente Milvio frente a Majencio, allá por el año 312 de nuestra era. Claro que Constantino era más práctico de lo que aparentaba. Junto al lábaro, seguían apareciendo los símbolos de los dioses clásicos grecorromanos. Él mismo siguió siendo a la vez Pontífice máximo de la religión oficial, protector de cristianos y bautizado al arrianismo… ¿Por qué quedarse a una sola carta con semejante abanico de divinos benefactores?

En el partido de ayer Víctor Fernández presentaba su estandarte triunfal en forma de apuesta por el fútbol de calidad, de toque preciosista. La baja por sanción de Ponzio puso en el campo un rombo formado por Óscar, D’Alessandro, Aimar y Zapater. A algunos nos pareció una alineación excesiva, ante la aparente debilidad del centro del campo blanquillo. La apuesta era arriesgada y estaba por ver cómo iba a responder una media tan técnica ante los embates de un rival más correoso y sustancial, más efectivo que estético. Quedaba además la duda de si éste Zaragoza que ansía la brillantez sería capaz, en la práctica, de desmontar la muralla de un equipo que desde el primer momento dejó claro que venía a jugar poco y dejar jugar menos.

Pero las dudas se mantuvieron sólo durante 36 minutos. La expulsión de Varela, justa más por la aparatosidad que por la aviesa intención, dejó al Mallorca en inferioridad y abrió brecha en el hasta entonces infranqueable entramado defensivo balear.

Las dudas que había generado la capacidad de contención del Real Zaragoza que alcanzaron su punto culminante con el gol justamente anulado a Pereyra 3 minutos antes, tuvieron doble respuesta. Por un lado, en el soberbio trabajo de Zapater, que esta temporada va a tener que echarse a la espalda el peso de la contención en el centro del campo, realizando ayer un partidazo soberbio, sin un solo pero. Demostró el ejeano que es un jugador enorme y capaz, pese a su juventud, de vencer en el hercúleo reto al que se va a enfrentar este año. Por otro lado, la solidez defensiva del Real Zaragoza es un hecho. No sólo por haber encajado sólo dos goles en tres partidos sino por la sensación de fortaleza y seguridad que da la equilibrada pareja de centrales en la que destacó sobremanera un excepcional Sergio Fernández, duro, contundente por bajo e insuperable por alto que se anticipaba una y otra vez a los intentos de control de la vanguardia isleña. Por fin tenemos defensa, por fin no somos víctimas propiciatorias del balón parado o de los aventamientos dirigidos desde el mediocampo rival a nuestra área.

El fracasado “experimento Óscar” (una vez más y empiezan a ser demasiadas) que fue afortunadamente sustituido por un Movilla que parece jugar más cómodo y mucho más entonado en el nuevo esquema que la pasada temporada y el cambio por lesión de Diego Milito a los diez minutos por un entonadísimo y acertado Sergio García, abrieron las puertas a la demostración de lo que muchos queremos ver. El Real Zaragoza es un equipo contundente en el ataque, espléndido en el trato a la pelota y la calidad quedó plasmada en dos preciosas combinaciones de nuestros atacantes que subieron al marcador el dos a cero que sirve de pista de despegue para otro Zaragoza. Uno más ambicioso, que haga mejor fútbol y nos devuelva la emoción de una competición que los anteriores mandatarios habían convertido en una concatenación de suplicios.

Este Zaragoza es capaz de empezar a ilusionarnos y aunque las dudas están ahí, sería injusto no darle tiempo, no dejar que se desarrolle un proyecto en el casi todo el mundo cree o quiere creer. Sería precioso volver a ver la plena comunión entre las gradas y el equipo que quizá no vivimos desde la anterior etapa de Víctor en el Banquillo local.

Sólo los miedos instalados en esta castigada afición por el temor a la prolongación de la mediocridad pasada, nos impiden estar seguros de que el reto se puede llevar a buen puerto. Seguimos dudando de si el extremo derecho del rombo tiene propietario, Óscar y Ponzio han cosechado sus habituales fracasos al ocuparlo, seguimos temiéndonos que un equipo que combine fuerza y algo de calidad puede desarbolar un centrocampo que se apuntala única y exclusivamente en un solitario Zapater y seguimos dudando de si una acumulación de atacantes es efectiva cuándo el rival no quiere ni jugar ni dejar jugar. Constantino abrazó una fe sin abandonar las otras, toda protección es poca, debió pensar. ¿Será capaz Víctor de combinar la estética con la práctica? ¿De obtener rendimiento efectivo de un fútbol bonito para el espectador? Esperamos que sí. La sufrida afición de La Romareda se lo merece, el zaragocismo debe ocupar un lugar en el olimpo de los elegidos y si puede hacerlo jugando, entreteniendo y dando espectáculo, miel sobre hojuelas.

Por Gualterio Malatesta

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