En busca de la excelencia | La Lupa

Getafe 2 – 2 Real Zaragoza

En los años 80, Tom Peters, uno de los “gurus” del management, escribió un libro titulado “En busca de la excelencia”, que mostraba un camino para los gestores empresariales americanos, y en el que intentaba restaurar el optimismo perdido por la economía occidental ante el empuje industrial japonés. Más allá de los contenidos del libro, ya sólo el hecho de salir y decir: “Seamos buenos, y seámoslo en todo momento y en todo producto” supuso una inyección de moral y motivación para toda esa generación de megapijos de maletín, moqueta y móvil, así como para sus imitadores españoles, -algo más casposos-, de Castellana y Diagonal. De repente, y como si no hubiera sido obvio antes, todo el mundo asumió que había que mejorar. Los pequeños querían ser grandes, y los grandes, muy grandes. El Real Zaragoza actual es un equipo que busca romper con la mediocridad de su inmediato pasado, y que quiere ser un grande con opciones de muy grande. ¿Es ello posible?

La regularidad que demuestra el equipo al permanecer en los puestos de arriba a lo largo de todo el año ha hecho ya que la afición se haya acostumbrado a verlo allí, y que se empiecen a plantear objetivos más ambiciosos. El canto de La Romareda, ese himno sostenido por miles de gargantas en el 75 aniversario venía a ser la respuesta de todos a la pregunta de hasta donde podemos llegar. Y es que todos queremos más. Nos gusta donde estamos, pero queremos más. El equipo lo sabe, y lucha por ello, intentando día a día cimentar el difícil camino de la gloria. Pero es muy complicado, pues estar arriba supone ganar hoy y mañana también. Los equipos de Champions fallan poco por ser grandes, y son equipos grandes precisamente por fallar poco. Vamos, que queda claro. El Zaragoza que salió de Getafe fue un gran Zaragoza, pero no todavía un Zaragoza de Champions.

Y eso que, antes de comenzar el partido, cundía el temor al gafe del campo maldito, así como la preocupación de salir con la empanada puesta como en otras visitas nos ha sucedido. Sin embargo, muy pronto se vio que esto segundo no iba ser. Los jugadores salieron enchufados desde el primer momento. A pesar de los intentos del Getafe por adueñarse del partido, éste acabó cediendo poco a poco de nuestro lado, y los goles no vinieron sino a confirmar dicha realidad. El Zaragoza parecía jugar de local, y se vivieron minutos de auténtico derroche, de esos de mostrar orgullo por ver a tu equipo imponiendo al rival una taxativa superioridad. Por momentos parecía que íbamos a ver uno de esos partidos en los que “cualquier cosa” puede suceder, como por ejemplo, un jarro goles a favor y un partido para la historia. Pero, ¡ay!, y ahí hay un pero: El Real Zaragoza fue incapaz de sostener la ventaja. Grande para el avance, pequeño para el aguante.

¿Por qué se perdió una ventaja de dos goles? Desgraciadamente un error puntual en un marcaje individual propició el primer gol del Getafe en el peor momento, justo antes del descanso. Al igual que en Mallorca, se le dio al contrincante el oxígeno necesario para su recuperación. De haber mantenido más tiempo esa ventaja de dos goles, el rival se hubiera ido asfixiando él solo hasta asumir la derrota, pero hoy en día no hay enemigo pequeño, y menos el Getafe jugando de local. Reaccionaron con empuje y el partido se equilibró en su balance de dominio, llegando César a ser puesto a prueba en varias ocasiones.

La lesión de Sergio fue un serio revés, pues propició que Piqué dejase de acompañar a Zapater en la contención, y no puede éste ser el único que corra al corte y que esté en todas partes. Nuestro centro del campo sufre en exceso cuando se trata de contener, y eso sigue siendo una asignatura pendiente si lo que queremos es estar ahí arriba. Nada hay que reprochar en el aspecto ofensivo al equipo y al entrenador, todo lo contrario, pero también hay que tener los recursos necesarios para reconocer cuando hay que hacer una cosa, y cuando hay que hacer otra. Debemos aprender a congelar los partidos cuando nos convenga, como se hizo contra el Atlético, como saben hacer los grandes muy grandes, aquellos a quienes queremos parecernos. Todavía no hemos encontrado la excelencia, pues habremos de seguir buscándola.

Por Ron Peter

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