Fantasmas del pasado | La Lupa

FC Barcelona 3 – 1 Real Zaragoza

Volvió Rafa. De nuevo Iturralde. Dos fantasmas que nos persiguen. Están quietos, no aparecen durante un tiempo, pero sus apariciones resultan letales siempre. Una pareja indómita, presa del sensacionalismo y satisfechos de su papel estelar, que saben como tocar las teclas del famoseo futbolero sin molestar a los poderes fácticos. Su relación con el Real Zaragoza no es de amor-odio, simplemente es de escándalo o de cómo ser más chulo que un ocho con los pobres y un simpático alguacil para los ricos.

El partido tenía muy buen aspecto: dos equipos en la parte alta de la clasificación a la búsqueda del liderazgo de la Liga. El comienzo azulgrana fue poderoso, con dominio total del balón y profundas incorporaciones ofensivas, mientras el Real Zaragoza únicamente podía ofrecer la resistencia de una defensa segura. Pero hetéme aquí que en la primera llegada zaragocista, Gaby Milito aprovecha la desidia en el marcaje de los azulgranas para anotar. El FC Barcelona quedó tras ese gol como un boxeador sonado y más cuando el peligrosísimo Leo Messi sufrió una importante lesión. El control del partido era maño, a pesar de la lesión de Celades, pero evidentemente no estamos libres de los fallos individuales y Ronaldinho se aprovecha de un estrepitoso error de César en una salida por alto para empatar. Las espadas quedaban en todo lo alto, el Real Zaragoza no profundizaba mucho pero impedía con un importante trabajo defensivo las llegadas rivales.

El segundo tiempo aparentaba un aspecto similar a la primera entrega: estéril dominio azulgrana, control zaragocista en las maniobras del centro del campo y escasas pero peligrosas llegadas a la meta de Valdés. Pero Rafael Guerrero es muy grande, el Nou Camp también y la repercusión de una de sus “Rafadas” en tan magno Coliseo iba a ser colosal. Su super-visión de rayos ultravioleta le permitió ver una doble agresión de Motta a Diego Milito, no especialmente violenta pero sí cierta. Su indicación a Iturralde sobre el hecho delictivo fue contundente y obligó al árbitro vasco a expulsar al brasileño. Desgraciadamente ese fue el fin del partido para el Real Zaragoza. Hasta el más infeliz del universo sabía que en cinco minutos se produciría una expulsión zaragocista, y Gaby Milito, en uno de esos fallos que le han convertido en un buen defensa en vez de uno de los centrales mejores del mundo, le ahorró el trabajo de búsqueda infractora a Iturralde, que se vio obligado a expulsarlo.

Pero el 1-1 seguía campando y no era un resultado visible ni aceptable para los azulgranas, mandamases absolutos del fútbol español en este país de lo políticamente correcto y con la mano firme de Villar y del sumiso Colegio Arbitral siempre dispuesta a lanzarles un cable. Dos decisiones erróneas de Iturralde, preocupado por el disgusto que pudo producir a sus jefes la decisión de Rafa, y la enorme calidad del mejor jugador de fútbol actual, Ronaldinho, bastaron para destruir las ilusiones de un encorajinado Real Zaragoza.

El partido se perdió en parte por nuestros errores (César y Gaby Milito), pero no se puede ni se debe obviar el enésimo atropello arbitral sufrido en el Nuevo Campo de Barcelona. Para ser un equipo “grande” se va por el buen camino en el terreno deportivo. Víctor Fernández muestra en cada choque una enorme madurez, la de un entrenador que sabe lo que quiere. El juego puede ser mejor o peor, pero se percibe un trabajo en el dibujo táctico, en la presión, en las evoluciones ofensivas, algo de lo que carecía este equipo en muchos años. Pero la grandeza de un club se define mucho mejor a través de los despachos y en ese proceloso mundo estamos aún lejos del poder intimidatorio de los verdaderamente poderosos, y el equipo que no es fuerte en los despachos no lo será nunca en el césped.

Por Jeremy North

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