No todo cambia | La Lupa

Dep. Coruña 3 – 2 Real Zaragoza

El terremoto accionarial y presidencial zaragocista que se produjo el pasado mes de mayo ha cambiado mucho el panorama de la entidad. La ilusión se ha apoderado del zaragocismo, desde las altas instancias del club se transmite optimismo y esperanza, el máximo accionista parece conocer el significado de la palabra “ambición” y se han ampliado las miras en cuanto a los objetivos del equipo. Hasta ahora buenas palabras e intenciones ciertas, pero ya estamos en faena y comienza el espectáculo, “That´s the entertainment”.

La sesión continua de nueve meses y medio comenzó ayer en Riazor, ante un correoso y disciplinado Deportivo de La Coruña. El inicio de partido de nuestro equipo fue interesante, con control del juego y rápidas basculaciones entre líneas. Un pase magistral de D´Alessandro habilitó a Ewerthon para que éste cediera amigablemente el gol a Diego Milito: inmejorable comienzo. Víctor Fernández debió recordar el dicho sobre que los gitanos no quieren a sus hijos con buenos principios, puesto que a pesar del dominio del juego, se empezó a vislumbrar una fragilidad por la banda derecha, con Diogo en la órbita lunar, que fue aprovechada por un incisivo Riki para crear un agujero negro en la defensa zaragocista. El error masivo de nuestra retaguardia en el empate fue terrible, pero más inadmisible fue la actuación arbitral, con un nefasto Pérez Burrull a partir de entonces.

Desde esta sección de la Lupa en muy escasas ocasiones se ha hecho hincapié en la labor arbitral para justificar equivocaciones propias, no somos amigos de lanzar balones fuera cargando contra el trencilla de turno ni ponernos vendas en los ojos. Pero el arbitraje de ayer fue otra muestra más del nulo peso específico que tiene nuestro equipo en el organismo arbitral. Las decisiones de Pérez, como mínimo precipitadas y como máximo absurdas, resultaron decisivas para el transcurso del partido, tanto en sus “toques” más sutiles (pasar por alto la persecución a patadas a Aimar), como en los más chuscos (¿qué hizo Juanfran para ser expulsado? ¿qué pasó en la jugada del penalti?). Quizás sería interesante que Eduardo Bandrés, una persona que ha demostrado su capacidad como gestor en el Gobierno de Aragón, demuestre también su firmeza en la defensa de los intereses zaragocistas frente al corporativismo arbitral y los manejos federativos, y cuánto antes mejor.

La segunda mitad tuvo un mayor dominio, si cabe, de los zaragocistas, ante un Deportivo consciente de su inferioridad técnica. Aimar combinó con los dos puntas y las ocasiones y las faltas al borde del área se sucedieron, pero las buenas intervenciones de Aouate y la mala puntería no permitieron equilibrar el marcador. La extraña expulsión de Juanfran y una desesperante mala lectura de una jugada de estrategia de los coruñeses supusieron el finiquito al encuentro, aunque Ewerthon, demostrando su hambre de gol, maquilló el resultado.

El equipo expuso sus cartas fundacionales al más puro estilo de Víctor Fernández, presentó la alineación prevista y su juego también tuvo las maneras previstas: aseado, intenso en ataque y… desgraciadamente pánfilo en defensa. La alineación de Diogo fue un error mayúsculo del míster del Barrio Oliver, el uruguayo tuvo escasísimo tiempo para asimilar los conceptos tácticos y estuvo perdido en la banda. También se deben apuntar los problemas de contención en el centro del campo, puesto que la labor que se le va a exigir a Zapater y Ponzio ante la falta de presión de los “trescuartoscanchistas” les obligará a trabajar más que el fontanero del Titanic. Asimismo se debe trabajar la coordinación en las jugadas ensayadas de los contrarios y quizás sería oportuno pensar en la presencia en determinados partidos de un mediocentro de “manija”, como Movilla o Celades, aunque eso afectaría negativamente a la capacidad destructiva. Son aspectos importantes que deben pulirse, pero la materia prima del equipo de esta temporada se presume más preparada para alcanzar metas elevadas, aquéllas a las que deberíamos estar acostumbrados la afición zaragocista, que esperemos deje de ser sufridora y pase a ser partícipe gozosa de unos tiempos mejores. Que así sea.

Por Ron Peter

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