Rayos y centellas | La Lupa

Real Zaragoza 4 – 3 Athlétic Bilbao

El cambio climático va a llegar, de la misma forma que el “milenarismo”, como predijo el gran dramaturgo Fernando Arrabal. Pero mientras esperamos pacientemente su llegada, tenemos los últimos arreones del clima de siempre, el de nuestros antepasados, con lluvia en marzo y abril y tormentas en mayo, que retrasan la reconversión en desierto inhóspito de estas agrestes tierras de la ribera del Ebro. La sesión nocturna de este sábado tuvo como invitada especial a la lluvia, acompañada de unos relámpagos y rayos estremecedores. Ese ataque de furia desde lo más alto exigía verse acompañado por otro similar debajo, en el césped de La Romareda. El Real Zaragoza fue un perfecto partenaire del enfado telúrico del clima continental durante 45 minutos, pero luego se olvidó de continuar con su tarea castigadora.

El Athlétic de Bilbao es un fantasma desde hace unas cuantas temporadas, que sobrevive por el valor de su historia y por su capacidad de lucha, pero hace tiempo que su fútbol está bajo mínimos. Se presentó en Zaragoza con la urgente búsqueda de los puntos necesarios para salir de su difícil situación liguera y para ello se plantó con un centro del campo presionante y una defensa adelantada. Este planteamiento dificultó los movimientos iniciales del equipo zaragocista, pero apareció de nuevo Diego Milito con su talento y su caña preparada y ya teníamos el marcador en franquicia. La superioridad fue tan grande en el resto de la primera parte que cuesta encontrar algún resquicio a la encomiable labor de todo el conjunto, excepto quizás el terrible fallo de Sergio Fernández en el primer gol del ínfimo Athlétic. Los golazos de Diogo, Sergio García y…Murillo pusieron el marcador tan en franquicia que sólo cabía esperar una goleada para recordar en las efemérides de la entidad.

El comienzo de la segunda parte fue una perfecta continuación del recital anterior, pero desgraciadamente sin acierto rematador. Diego Milito y Sergio García, éste en varias ocasiones, erraron sus disparos ante Aranzubía y el marcador se encalló para no moverse. Mané decidió entonces mover su banquillo, a la espera de algún milagro y envió al matadero a Echevarría, que sin embargo consiguió con su sabiduría, sus movimientos entre líneas y sus malas artes desestabilizar a la defensa zaragocista. Y poco a poco, china-chana, el Athlétic pasó a dominar, metió dos golitos y de paso el mal cuerpo al equipo y aficionados zaragocistas, que vivíamos muy tranquilos en el limbo de la victoria fácil. El 4-3 final quedó más como una decepción por la forma de conseguirlo que por el valor del resultado, muy importante para nuestras aspiraciones europeas.

Los buenos momentos de fútbol volvieron a La Romareda pero la irregularidad del juego zaragocista se mantiene incólume. El físico del equipo no le permite llevar el control tranquilo de partidos decididos y por ello mantiene con vida a grupos clínicamente muertos como el bilbaino. La plantilla lleva tiempo con la batería baja y tiene que utilizar su munición más letal en un tiempo determinado, con la esperanza de que sea suficiente para conseguir el triunfo y en caso contrario esperar el aplastamiento físico del rival. Ante el Athlétic de Bilbao funcionó la táctica, pero será complicado que en partidos tan complicados como los que quedan en el calendario podamos rematar la faena con el mismo éxito.

El arbitraje: el Athlétic de Bilbao se ha quejado en todos los ámbitos mediáticos habidos y por haber del arbitraje de su partido contra el Real Zaragoza. Difícilmente se puede ser tan tendencioso como han demostrado ser desde Bilbao y sus medios afines nacionales, puesto que el arbitraje de Pino Zamorano fue sibilino y se fue inclinando a favor de los intereses bilbaínos poquito a poco, primero con un penalti injusto, provocado por la malas artes antideportivas de Echeverría, y luego con un sinfín de faltas, algunas de ellas inexistentes, a la búsqueda del empate. Mal perder por parte de los bilbaínos, espero que recuerden que el peso de la historia no es todo en el fútbol y que las glorias futuras comienzan por comprender un presente duro para ellos, y en el que han caído por su propia idiosincrasia como club.

Por Jeremy North

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