Sin Flandes no hay nada | La Lupa

Real Sociedad 1 – 3 Real Zaragoza

Gaspar de Guzmán, el Conde-Duque de Olivares, que gobernó con mano férrea los destinos del Imperio Español desde 1.621 hasta 1.643, cómo valido del débil Felipe IV Señala el mapa de Europa en presencia del Capitán Alatriste diciéndole “sin Flandes, no hay nada…” Esta escena de la magnífica película de Agustín Díaz Yanes presenta al polémico mandatario, acusado en su época de filosemita, de advenedizo, de haber castellanizado España en detrimento de los restantes territorios y hasta de marrano (descendiente de judíos) con la absoluta convicción de que el destino del imperio Español pasaba por el dominio de Flandes. Costase lo que costase.

Y es que hay momentos en los que el siguiente paso a dar se antoja fundamental para alcanzar el objetivo, para mantener el equilibrio. Los pregoneros del necesario triunfo en Anoeta habían convertido a lo largo de la semana en trascendentes los tres puntos del choque con los donostiarras. Incluso Juanfran y César Sánchez habían dejado clara la importancia que la propia plantilla le concedía al encuentro. Y en cierto modo no les faltaba razón. El partido no era, probablemente, ni definitivo ni suponía finiquito para las metas de éste nuevo proyecto del zaragocismo, pero podría haber supuesto una confirmación de que nuestra adicción a la zona tibia e insustancial de la tabla no iba a sanarse tampoco esta vez, de que el enésimo proyecto era sólo eso, el enésimo amago antesala de un nuevo fracaso. La Real no había ganado ni un solo partido esta temporada y si se aspira a coger el tren de los equipos que estarán ahí arriba luchando por las plazas que dan acceso a Europa era muy importante confirmarlo ante un rival tan tocado. No basta con creérselo, sino que hay que demostrar que somos capaces de estar ahí.

El Real Zaragoza hizo lo que tenía que hacer y Víctor hizo lo que tenía que hacer. Dio entrada a Celades en detrimento de un Ponzio que ha tenido oportunidades más que sobradas para demostrar sus escasas cualidades futbolísticas y recompuso su famoso rombo. La gran mayoría de los aficionados tiene claro que este equipo necesita la pelota para ser efectivo y eso es lo que el técnico buscó y consiguió desde el primer momento. El experimento se saldó con éxito. Celades cumplió y aparentemente el centro del campo zaragocista salió reforzado. Y es que no hay que cometer siempre el error de empecinarse en imponer una táctica si no se tienen las piezas adecuadas para llevarla a cabo o al menos es necesario usar la pieza conveniente para que el engranaje funcione correctamente.

El primer tiempo fue rarísimo, feo y polémico, cargado de momentos que decidieron el destino del choque. En apenas cinco minutos, dos penaltis, otro exceso arbitral el pitado contra el Zaragoza, inexplicable el que pitaron a nuestro favor y la estúpida, aunque merecida, expulsión de Rivas dejaron el partido visto para sentencia. Los Zaragozanos marcaron el tempo del partido con claridad, manejaron la pelota e impusieron el ritmo. Poco a poco se iban haciendo dueños y señores del centro del campo y la inferioridad numérica de los vascos acabó por darle definitivamente el balón a los aragoneses. Aún así, se volvieron a cometer errores infantiles en defensa que conferían peligro a las torpes llegadas de una Real que moría en la línea de tres cuartos y se limitaba a colgar balones hacia el área.

Los primeros veinte minutos del segundo tiempo fueron un auténtico recital de juego zaragocista. Hasta cinco oportunidades claras de gol y un dominio abrumador dejaron claro que el Real Zaragoza quería ganar el partido. El balón nos pertenecía casi en exclusiva y la Real se defendía cómo podía ante las continuas llegadas de los maños. Por momentos se vio la apisonadora que algunos ansiábamos encontrarnos cuándo el rival cometiera el error de cedernos el dominio del balón. Fueron minutos para disfrutar y se saldaron con dos goles, el de Diogo en un magnífico control con sombrero incorporado y el segundo del Príncipe en una efectiva jugada perfectamente trenzada. Incluso podrían haber sido más si hubiéramos tenido algo más de acierto en el remate.

Y es que este nuevo Real Zaragoza, está poniendo una pica en Flandes… Es uno de los equipos más goleadores y Diego Milito es el pichichi de la primera división y aunque quizá falta algo de regularidad, por momentos se ve fútbol de muchos quilates y los partidos de los Aragoneses son sinónimo de goles y en ocasiones hasta de espectáculo. No en vano somos el segundo equipo más goleador del campeonato y estamos a tan sólo un punto de las plazas europeas. Todo parece indicar, por tanto, que se están dando pasos serios hacia un ambicioso objetivo que parecía no existir en el léxico de los zaragocistas. Cómo poco, podemos decir, que después de seis jornadas estamos dónde queríamos estar. Con los de arriba y con opciones. Todo lo demás son fantasías gratuitas.

Los Zaragozanos Héroes del Silencio, que para deleite de su legión de fans, podrían volver a unirse para una gira internacional en el 2.008, decían en una de sus canciones que hay que empezar despacio a deshacer el mundo. Habrá que tener paciencia. Ir paso a paso. Realmente y desde una prudente distancia, ganar en casa de la Real sólo supone tres puntos más, incluso, aumentando el grado de exigencia, supone que sólo hicimos lo que teníamos que hacer. Pero es que eso ya es por si mismo una noticia, porque cuándo corríamos el riesgo de empezar a perder de vista a los equipos que están en la parte alta de la tabla, cuándo podríamos haber vuelto a convertirnos en cabeza de ratón, la primera traba se ha superado con éxito. Sería una imprudencia creer que hemos hecho algo excepcional, pero paralelamente hemos dado un paso adelante que nos permite respirar y ver las cosas con una buena dosis de optimismo. Es precisamente en estos partidos en los que se cimenta una buena campaña. Hay que ganar en casa y hay que ganar en los campos tan asequibles cómo es hoy por hoy Anoeta. Y así, paso a paso, llegar vivos hasta los dos últimos meses de la competición. Debemos arrojar por la borda nuestro lastre de conformismo y hacer las cosas bien. Sólo de esta manera podremos aspirar a ser alguien en el concierto de la liga.

Y es que Anoeta se convirtió en nuestra particular rendición de Breda, en nuestro primer paso importante. Habrá más, muchos más, pero fallar a la primera, volver a escuchar la desagradable cantinela de nuestra capacidad de convertirnos en aspirina sanadora de todos los enfermos a los que nos medimos, podría haber dinamitado nuestra moral. Todos sabemos que el fútbol es un deporte de rachas. Y por ahora, estamos en buena línea. Ojalá estemos en el comienzo del fin de la pesadilla, ojalá estemos empezando a deshacer el mundo y esta vez el proyecto de reconstrucción tenga cimientos sólidos. Sigamos dando pasos en esta dirección porque nuestra sufrida afición se lo merece.

Por Gualterio Malatesta

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