Un año de amor | La Lupa

Mallorca 3 – 2 Real Zaragoza

Hace doce meses que era un verano, y la ilusión nos rodeaba. Eras como un amor nuevo, remozado, que aportaba alegría y ganas de vivir. Escuchaba tus promesas con la esperanza de vivir grandes momentos, esos que quedaron pendientes tras quedarse a las puertas de una desconocida gloria. Durante un año te dí los mejores momentos, acudí a las citas contigo esperando algo que no terminaba de llegar. A veces me dabas alegrías, pequeños destellos de brillantez que alimentaban un poco la ilusión y que me permitían soñar una semana más, pero al final siempre, sin saber por qué, me volvías la espalda, tu gesto se volvía apático o confuso y de nuevo la decepción. Durante un año te miré esperando ser correspondido, pero las cosas buenas siempre llegaban torcidas o a destiempo. Muy pronto diste muestras de que no podías, y nunca supe bien por qué. No sé qué pasaba por tu cabeza ni por la de los que mandaban sobre ti. Nunca fuiste tu del todo. Al final, aún con la entrega más desesperada, en este año que se acaba, el dulce amor que podría haber sido nuestro amor, se extingue, no llegará a ser, morirá como un terrón de azúcar disuelto en la lluvia. Me dejaste, me abandonaste y te partirás en mil pedazos. Sólo quedará tu nombre escrito en nuestros escudos.

Esta lupa que estoy escribiendo hace la número ochenta de las que he hecho en cinco años. Y es la más difícil que he escrito nunca. Cada lupa se escribe tras el final de un partido, pero hoy se terminó un partido, se terminó una liga y también se terminaron cinco años en Primera División. Es duro reflexionar sobre ello. El partido fue como una muestra de toda la temporada. Se podría decir del Real Zaragoza lo mismo que del Egon Müller de Apollinaire, quien murió de la misma forma en que había vivido. Si el uno murió empalado tras una vida de vicio contranatura, nuestro equipo se desangró con un par de errores defensivos absurdos, de esos que han sido tan habituales durante la temporada. Nada que hacer. El Real Zaragoza murió víctima de sí mismo, porque la salvación estaba en su mano, y fue incapaz de alcanzarla.

El último descenso cerraba una etapa de veinticinco años en Primera. Fue una muerte anunciada, a la que se le veía llegar de lejos, pues era el colofón a varios años de mediocridad y decadencia. Ahora solo hemos sido capaces de estar cinco años, para acabar bajando de forma súbita tras una increíble colección de errores de los jugadores, entrenadores y dirigentes. Habrá que aprender a verlo todo desde una perspectiva más extensa. No somos un equipo grande, y puede que salvo en la Historia, ni siquiera seamos un equipo medio. Hemos de asumir que estas cosas pasan, y que volverán a pasar.

Puede sonar extraño lo que voy a decir a continuación, pero hoy me dan un poco de pena los aficionados aragoneses que son del Madrid y del Barcelona. Ellos nunca sabrán lo que es esto, pues siempre juegan con las cartas marcadas, sus alegrías y sus tristezas son como emociones “de prestado”, no suenan auténticas. Hoy, pues cuando escribo esto ya es lunes, yo y miles como yo, saldremos al mundo real sin caparazón alguno, sin la protección del superhéroe, porque no somos fríos robots de metal, ni insensibles observadores ajenos de esos que nos ofrecerán hoy sus condolencias cuando vayamos a nuestros centros de trabajo o estudio. Somos seres humanos que vivimos la emoción de lo nuestro. Hoy nos ha tocado llorar el final de un año de amor. No pasa nada. Nos levantaremos y lucharemos, como siempre lo hacemos, donde sea y contra quien sea.

Por Ron Peter

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