Es hora de machacar | La Lupa

Real Zaragoza 3 – 0 Eibar

Tres partidos seguidos sin ganar, en este año de penitencia deportiva en el que nos encontramos, con las premuras que el objetivo del ascenso impone, empezaban a fabricar algo parecido a una mala racha. Y las malas rachas son feo negocio si no se atajan pronto, pues suelen desembocar en crisis y en bailes de nervios. Afortunadamente, también pueden evaporarse o minimizarse, sobre todo si hay recursos, y el Real Zaragoza cuenta con ellos de sobra. Otra cosa es que se lo crea. De momento, jugando en casa, se lo cree, y este sábado tuvimos buena prueba de ello.

En esta ocasión, un clásico de la segunda división nos visitaba, el ferroso Eibar, paradigma por lo que cuentan del fútbol duro, presionante y voluntarioso. Y tal se mostró, aunque recibiese una buena andanada nada más empezar. Un gran pase de Zapater acabó en las botas de Ewerhon, quien ejecutó con profesionalidad de verdugo. Para combatir a los equipos apiñados, nada como un buen y tempranico puntazo. Ni aún así se abrió el equipo vasco, aunque el partido se volvió extraño como un atardecer de nubes inciertas. Por un lado parecía más o menos encarrilado, pues el Eibar no llevaba peligro, pero tampoco el Zaragoza progresaba, y la trabazón en el centro del campo resultaba cada vez más espesa. Para acabar de rematar, el árbitro se encargaba, con sus desconcertantes decisiones sobre algunas faltas, de cortar el juego.

Y así estaba la cosa, como en el cuento del lobo cojo, donde un cazador solitario se ve acosado por un lobo cojo que no tiene fuerzas para atacarle, pero que le persigue implacablemente, esperando un momento de debilidad del cazador para asestarle la dentellada. El despiste llegó, pero fue reparado a tiempo por un espléndido López Vallejo, con un despeje increíble, de ese que suelen hacer otros porteros que nunca son el nuestro. En esta ocasión, para quitarse el sombrero. Y ahí estuvo una de las claves del partido. Llegar al descanso con empate hubiera supuesto un partido distinto y mucho más angustioso. En nuestro cuento, el cazador no se desconcentró, y terminó sepultando las esperanzas del lobo Eibar con otro gol de la flecha, a pase de Jorge López. Magníficos.

El trabajo del equipo mejoró respecto a otras veces, y se podría hacer hincapié en muchas pequeñas historias individuales, historias que nos hablan de progresos personales que se van cimentando día a día y que juntos van conformando el buen camino. Ayala, que se esfuerza en cambiar un destino de fracaso por el de un nuevo resurgir y que marcó un espléndido tercer gol. Zapater, bastión incansable en el centro, a quien unos pases desafortunados no deben quitarle el valor de esa gran labor de reobtención de balones y por ende, de nuevas jugadas de ataque. Chus Herrero, que parece asentarse y coger la tan necesaria confianza. Oliveira, a quien la suerte no acompañó, pero que supo agradecer el gesto de generosidad de su compañero Ewerthon. Su mutuo abrazo tras la jugada del poste mereció un caluroso y humano aplauso por parte de la parroquia. No fue para menos.

Al final, una victoria que se hizo cómoda con el paso de los minutos. Es lo que suele suceder cuando un equipo es superior a otro y no se duerme. No hay más, y los jugadores deberían aprender mucho de esto. Una vez superados en apariencia los problemas de forma física, si juegan concentrados, sin dejarse seducir por la confianza ni por la relajación, terminan ganando. No sabemos hasta qué punto habrán influido los videos de Marcelino sobre errores pasados. Personalmente encuentro muy nutritiva tal práctica, pues en cualquier proceso en el que hay errores la realimentación de la información es algo imprescindible para suprimirlos. Queda pendiente la actitud como equipo visitante, esa especie de marasmo acomplejado que a veces se produce. Ya sea dominando la bola, o jugando a la contra, el Real Zaragoza tiene armas para vencer en cualquier terreno, y debe aplicarlas. La próxima en Tenerife. Como diría el bueno de Ben Grimm, más conocido como “La cosa” en los cuatro fantásticos: “Ya basta de palabras. Es hora de machacar”

Por Ron Peter

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