Matarife sin cuchillo | La Lupa

Albacete 1 – 1 Real Zaragoza

Empezó el año nuevo, y como suele ser normal en nuestro calendario, lo hizo por el mes de enero. En muchos pueblos del Pirineo aragonés, el mes de enero es el mes de la matacía del cerdo, singular actividad gracias a la cual nuestras mesas se ven surtidas de gran cantidad de nutritivos y lipídicos manjares. Para el cumplimiento de la antedicha función, el matarife se proveerá de gancho, cuerda, cuchillo y maceta. Con el gancho sujetará al cochino por el cuello, ayudado por el resto de la cuadrilla, o bien le aturdirá con la maceta. Tras esto, con el cuchillo practicará el tajo de rigor del cual manará la sangre que se recogerá en un recipiente, colgando al animal patas arriba, si fuera menester. Ancestral como las montañas, la matacía resulta un auténtico desastre cuando el matarife anda torpe con los tiempos o con las herramientas. Debe mantener siempre la concentración y la faena no será correcta si el cerdo no muere bien y pronto. El Real Zaragoza fue a buscar su primer mondongo del año a tierras manchegas, pero en algún momento del acto, extravió el cuchillo, no dejó bien resuelto su tema y lo que podía haber sido un éxito, acabó a medias.

El equipo viajó, resuelto al parecer a terminar, de una vez por todas, con esa incertidumbre que subyace en todos sus partidos como visitante, y de hecho la cosa empezó bien. Vimos a los jugadores realmente concentrados, realizando una presión sostenida que supo mitigar la iniciativa que el Albacete, por su condición de local, se veía obligado a llevar. Pero no pudo conseguirlo porque el Zaragoza hizo lo que tenía que hacer: echarle ganas, jugar en conjunto, ayudándose todos en defensa, y manejar el balón, sin innecesarias florituras, pero durante el tiempo suficiente para aburrir al Albacete, que acabó al final de la primera parte doblegado ante la consistencia de los blanquillos, los cuales consiguieron a la postre el gol.

Las cosas empeoraron en la segunda parte. Poco a poco el equipo local se sacudió la cuerda y empezó a cabecear como mala bestia, llegando con peligro ya real, a la puerta de López Vallejo. El Real Zaragoza dejó de hacer bien el trabajo, se fió demasiado de jugar a la contra, y no se aprovecharon las ocasiones. Al final, cayó un penalty tonto. Durante todo el partido, los jugadores albaceteños parecían buscar más el engaño al árbitro, el piscinazo al roce, que la propia jugada. Aunque el contacto existe, es probable que también hubiera sido pitado sin ocurrir tal. Hay que ser más listos, señores.

Dos nombres propios: uno, el delantero Braulio, que se estrenó como goleador y que hasta ahora encarnaba el tópico de jugador de equipo, colaborador en las jugadas, pero sin fortuna o pericia en la suerte final. Vamos, lo que en ciclismo se conoce como «esforzado de la ruta», que se come las cuestas y los marrones y acaba trigésimo-noveno en la etapa, como mucho. No sabemos si cambiará su condición pero al menos ya no se irá de la temporada sin marcar un gol, cosa que no por grotesca era menos temida por la afición. El otro nombre propio es el de Goni, el central que vino de la cantera y que ya enlaza dos partidos seguidos como titular. Realizó un partido completo, yendo bien por alto, mostrando buena colocación, salvó un gol y le dio el balón a Braulio para que metiese el suyo. Pero sobre todo, sobre todo, la sensación que transmite de estar siempre atento, de saber leer las jugadas y estar concentrado. Ya veremos como va contra delanteros más rápidos o fuertes pero de momento la intuición nos dice que estamos ante un buen jugador que puede aportar mucho. Dejémosle crecer y tendremos a un gran jugador.

Resultado: un misérrimo empate, nos volvemos a casa con unos simples harapos con los que tapar nuestras vergüenzas más profundas, en vez de volver con el traje no elegante pero sí apañado, que hubiera supuesto una victoria por cero a uno. Una vez más, la incertidumbre como visitante antes mencionada, continúa vigente. No enlazamos dos visitas seguidas resueltas con solvencia. En esta ocasión se jugó bien durante un tiempo, pero no fue suficiente. Este equipo no puede ceder el balón con solo un gol de ventaja. No puede ni debe. Un empate, un punto, sí, pero pudo ser incluso ser una derrota con un poco de mala suerte. El Real Zaragoza sigue segundo, pero el análisis en frío de la clasificación resulta alarmante. Hay hasta once equipos a cinco puntos o menos por debajo nuestro, y si no cogemos pronto la marcha, podemos vernos envueltos en una ciénaga en la que hasta el Huesca puede pensar en el ascenso. El próximo día, contra el líder, una nueva hora de la verdad para seguir aspirando a lo máximo. Y además, doble o nada. O acabamos primeros o al barro otra vez…

Por Ron Peter

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