El paciente responde al tratamiento | La Lupa
Real Sociedad 1 – 1 Real Zaragoza
El Real Zaragoza estaba enfermo. Tanto su cuerpo deportivo como el directivo han sufrido muchos golpes contundentes, el primero de ellos el descenso a segunda división y ya en este infierno de “Adelante”, otros de gran potencia que le hacen ser un ente dolorido y necesitado de medicinas que le aplaquen ese mal. La semana pasada su diagnóstico empeoró, debido a que uno de los fármacos más caros que se aplicaba para salir de su enfermedad, fue prescrito y se pensaba que los efectos secundarios que iba a producir su ausencia iban a ser terribles, pero no; el enfermo Real Zaragoza parece que mejora sin la medicina brasileña que tanto costó.
Queda mucha liga, demasiada, acaba de empezar la segunda vuelta, pero el partido de Anoeta contra la Real Sociedad era casi como un match-point: era absolutamente necesario no salir de vacío de San Sebastián. El partido comenzó con un Real Zaragoza desconocido, dominador, tocando el balón mucho más que en todo lo que se lleva de temporada. La Real Sociedad se mostró ultradefensiva, muestra evidente de que el “rapsoda” Lillo, uno de esos discípulos de Valdano que tanto éxito de labia tuvieron durante los años 90 del siglo pasado, ha abandonado su lustroso libro de estilo en el arcón de su sótano. Pero héteme aquí que en un nuevo despiste defensivo del equipo, con Chus Herrero en la inopia por enésima vez, los donostiarras se adelantan en el marcador. Ese gol noqueó a los zaragocistas durante 15 minutos de la primera parte, en los que estuvieron viendo como el tiempo en contra y su desgracia se habían aliado otra vez.
Marcelino se vio contra las cuerdas: su equipo jugaba como nunca y perdía como siempre fuera de casa y decidió cambiar, y entró Ander Herrera. El vástago de Pedro Herrera fue decisivo para que el dominio, importante en la primera mitad, fuese abrumador en la segunda y iban cayendo oportunidades, que por falta de puntería y por el acierto del guardameta chileno Bravo, no suponían un justo empate. La Real Sociedad se cerró aún más y salvo un disparo peligroso de Marcos, que despejó el acertado López Vallejo, no llegó con claridad arriba. Los héroes juveniles siempre buscan su gran momento y claro, el empate sólo podía venir de una acción del talentoso Ander, que con un pase milimétrico dejó a Braulio sólo ante Bravo y éste derribó al canario, tocando balón, piernas, cuerpo, la totalidad del delantero. El gol de Ewerthon de penalti dejó el marcador con unas tablas que resultan poco justas para los méritos del Real Zaragoza y excesivo premio para la rácana Real Sociedad.
No había visto al equipo tan bien plantado en el terreno de juego como en Anoeta. Hasta ahora los partidos eran a cara o cruz, nuestro centro del campo no dominaba el tiempo del juego y el alocamiento y la falta de acierto era una constante. La marcha del desagradecido Oliveira puede ser positiva para encontrar más solidaridad en la presión y también para cambiar un sistema de juego basado en el rápido envío a las dos puntas del balón, que si no se tiene la calidad suficiente, como sucede en este equipo, no es más que un reparto de sandías hacia arriba. El balón debe ser nuestro amigo y si con mejor presión se recupera antes, aprovechamos las bandas con Songo´o (fenomenal partido el del camerunés) y buscamos la calidad distintiva del joven Ander, los partidos en esta segunda división deberían estar controlados, sin tanto correr como pollos sin cabeza en busca de un esférico volador.
Goni: impresionante. Demostró una sangre fría enorme cuando en las jugadas anteriores al gol del empate y con el Real Zaragoza volcado, se bastó y se sobró para cortar los ataques de dos contra uno realistas. Lo único positivo que se suele sacar de las visitas al averno de la segunda división es que, por necesidades del guión económico, siempre aparece uno o dos futbolistas de la cantera que se hacen jugadores imprescindibles para el club. Pasó con el gran mago Rubén Gracia “Cani” y si siguen en esta línea, puede suceder en esta temporada con Goni y Ander Herrera. Que así sea.
Por Jeremy North
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