La vida sigue igual | La Lupa

Hércules 2 – 1 Real Zaragoza

En 1968 Julio Iglesias era un cantante joven, bien parecido, que estaba dando sus primeros pasos en el mundo del espectáculo, tras sufrir una lesión importante que le impidió triunfar en el mundo del fútbol, como guardameta del Real Madrid, su gran ilusión. En ese año se presentó al entonces muy importante “Festival de la canción de Benidorm”, con su canción “La vida sigue igual”, compuesta por él mismo, y ganó el primer premio y sobre todo supuso el impulso a una exitosa carrera como cantante melódico, que le ha llevado a actuar en los cinco continentes y que le ha convertido en uno de los españoles más internacionales en los últimos 50 años. Desgraciadamente esa canción la lleva cantando el Real Zaragoza en las dos últimas temporadas, con un fracaso proporcional al éxito de Julio Iglesias.

El partido de Alicante era vital para conocer si los zaragocistas, tras dos victorias consecutivas en La Romareda, podrían refrendar sus aspiraciones de ascenso fuera de ella. El comienzo del encuentro fue esperanzador, con el equipo mandón y superando al Hércules en el dominio del centro del campo, pero pronto se equilibró el partido cuando los alicantinos dieron un paso adelante y con su presión acabaron con rompiendo el débil hilo creativo de nuestros medioscentros. Pero aún así no se pasaron apuros, porque la defensa, salvo los problemas en la banda de Chus Herrero con Tuni, se mostraba muy firme. El aburrido empate con el que finalizó la primera parte era el resultado lógico.

La lógica se deshizo, una vez más, al comienzo de la segunda parte. Reapareció la galbana del Real Zaragoza tras el descanso y el Hércules, con sus chicos bien despiertos, se aprovechó del regalo. Un horrible despeje de Herrero, le dejó el balón franco a Tote, que abrió el marcador y el desbarajuste posterior a semejante despropósito fue el detonante del segundo gol del rival. Nueve minutos de horror, una historia conocida, un final terrible.

No estuvo mal la reacción del equipo maño, con mucha fuerza, presión y ganas. La salida al campo de Zapater, incomprensible suplente para Marcelino, y el gol de Gabi fueron el pistoletazo de salida a un dominio aplastante, con ocasiones de gol e incluso con un penalti fallado por un desafortunado Oliveira, pero las constantes lesiones que lastraron al equipo impidieron una continuidad en la remontada, por lo que la derrota fue inevitable.

La fuerza del sino, el viento que nos lleva a perder, la suerte del perdedor: todas ellas frases que nos indican que estamos ante un mal congénito, difícil de superar, la incapacidad del Real Zaragoza para ganar fuera de casa. Sucede en primera división, sucede en segunda, si siguiésemos bajando de categoría las derrotas se acumularían, con mayor humillación si cabe.

Es impensable pensar en el ascenso si recibimos fuera de casa una media de dos goles. El ascenso a primera división se fragua desde una defensa potente y contundente, que acepte los menos goles en contra posibles, y eso no está sucediendo. Se puede tener un equipo resultón de mediocampo hacia delante pero eso no sirve de nada cuando se reciben goles en situaciones delirantes, como el primero encajado en Alicante.

En Alicante se jugó algo mejor en la segunda parte, es cierto, pero la derrota es impepinable. No podemos quedarnos en una supuesta mejoría en el fútbol del equipo, aquí sólo importa la victoria y el Real Zaragoza, por presupuesto y plantilla, tiene que ascender obligatoriamente y para ello hace falta GANAR. Sólo desde la exigencia continua de los aficionados a los estamentos del club se pueden conseguir esos triunfos necesarios para volver a la primera división. Desde el conformismo de “bueno, hemos jugador mejor” “otro día tendremos más suerte”, no se ayuda al equipo, se le da carta blanca para que se sigan cometiendo los mismos fallos que nos dejan en la mitad de tabla. Exigencia y menos pusilanimidad: en el pasado la afición no era tan contemplativa y los resultados eran mejores, ahora llevamos dos descensos y seguimos pensando en que las cosas no van tan mal, algo pasa.

Por Jeremy North

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