El historiador francés Marc Bloch fue el autor de introducción a la historia, un pequeño libro que se convirtió en el eje central de la “nueva historia” propugnada por la Escuela de los Anales en la que se perseguía una aproximación a los hechos basada en conceptos socio-económicos globales, alejados del gusto decimonónico por el relato de los acontecimientos a partir de la vida de los grandes hombres.
Para Bloch, el gran error que habían cometido los historiadores era no acercarse a ella de forma aséptica y objetiva, sino aplicando ideas actuales a hechos pretéritos (revisionismo) o incluso usando conceptos que nunca deberían usarse para el análisis histórico, como el bien, el mal o la justicia. Bloch insistía en lo absurdo de usar esas calificaciones para juzgar el pasado y hacía un curioso paralelismo con la química imaginando la gran estupidez de calificar al oxígeno como un gas “bueno” y al dióxido de carbono como gas “malvado.”
Pero muchas veces resulta muy complicado ese análisis global. Mucho me temo que si esta escuela de historiadores franceses hubiera tenido que analizar el partido del Real Zaragoza se hubieran encontrado con que su intento de escapar de la personalización analítica de la “antigua” historia, se les hubiera ido al traste por momentos.
Cierto es, sin embargo que calificamos con demasiada alegría las cosas, en una dicotomía moral de corta mira y poco fuste, como buenas y malas sin ambiguos intermedios, y ese simplismo crea siempre tensiones interpretativas y desacuerdos analíticos. El partido que jugó el Real Zaragoza en La Coruña ¿fue bueno o malo?
El resultado fue bueno, eso es poco discutible. Ganar fuera de casa y sumar los 3 puntos no tiene doblez de análisis. Pero si el resultado fue bueno, la lógica dicta que el partido debería haberlo sido, a no ser que se considere la posibilidad, moralmente cuestionable, de que un mal desarrollo pueda desembocar en un buen final o en el maquiavélico desenlace de que éste justifique las formas. Y a eso íbamos. El resultado fue bueno, pero el partido fue malo, pero malo de solemnidad.
El Real Zaragoza tiró una vez a puerta y marcó un gol, lo que supone un pleno de eficacia y aprovechamiento y eso es bueno, claro, salvo que no suele suceder y que jugando así perderemos más que ganaremos, así que esa bondad vuelve a resultar cuestionada. Y sin embargo no es la primera vez. Mal partido, claras oportunidades del rival y sin embargo buen resultado. Así sucedió en Bilbao donde no marcamos porque no tiramos a puerta y así volvió a suceder el sábado, donde, además de no encajar, marcamos en la única vez en la que lo intentamos. Se puede hablar de suerte, se puede hablar de eficacia, pero hablar de buen juego es una broma de mal gusto.
El planteamiento de Gay fue, una vez más, casi una anécdota frente a la cortedad de recursos que tiene esta plantilla. Es difícil pretender hacer una buena receta con malos ingredientes, pero cómo un mal vino tamizado por el regusto de un buen queso, hay una par de cosas que destacan y mucho sobre la lamentable media del resto.
Primero que tenemos bajo palos a un porterazo, que un día tras otro está salvándonos de recibir más de un gol. Las palomitas ante los remates de Riki en el minuto 68 y de Añón en el 81 salvaron literalmente el partido. Segundo que hemos mejorado en defensa de forma notable. De nuevo partidazo de Jarosik que se multiplicó ante la torpeza y descolocación de Pablo Amo, cuyo error del minuto 60, generosamente marrado por Riki, estuvo a punto de mandar al garete todo el trabajo del equipo. Y tercero y para culminar, está Adrián Colunga. Toca pocas, desborda en contadas ocasiones, pero que cuando recibe en ventaja es letal en la finalización mano a mano.
Dice nuestro equilibrista del banquillo que, como en el análisis histórico de la Escuela de los Anales, no es correcto personalizar, pero en el caso de nuestro entrenador es absurdo, casi tanto como sus disparatados cambios, su recolocación artificial de jugadores fuera de su zona o sus ardides para justificar la no titularidad de Pulido ante las tácitas órdenes de la directiva a la que es sumiso para no forzar su automática renovación. ¿Qué no le gusta personalizar? Pues si no llega a ser por Roberto, Jarosik y la eficacia de Colunga hubiéramos vuelto a aspirar al cerocerismo, único resultado positivo posible cuándo no tiras a puerta.
Así que menos lobos caperucita, menos hablar del trabajo del bloque, porque el bloque es malo, el juego es malo, la mayor parte de la plantilla es mala, pero lo poco bueno que hay logra arañar algo positivo de un despropósito balompédico evidente. Donde unos dicen suerte Gay ve trabajo, donde Gay ve bloque otros vemos nombres que nos están salvando un día tras otro. Pero esto es fútbol y el fútbol no es ni bueno ni malo, es algo mucho más importante que todo eso.
Sólo queda desear que siga la racha, cada vez queda menos, seguimos a 2 puntos del descenso pero ahora ya no somos 4 implicados, porque el Racing se ha metido hasta la cintura en el lodazal, el Sporting, Almería y Osasuna notan el aliento de sus perseguidores en la nuca, el Jerez a pesar de su brillante reacción no va a tener margen para escapar del pozo y el Valladolid y Tenerife suman arenas a sus escasas cales para ver como el margen temporal se acorta y la distancia con la salvación no cede. Así las cosas, el partido ante los periquitos es, una vez más, fundamental. La victoria no nos dará la salvación matemática, pero es el paso definitivo. Ya queda menos sufrimiento, así que esperemos que la suerte que gay interpreta como trabajo, no nos dé la espalda.
Por Gualterio Malatesta
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